martes, 23 de agosto de 2016

¡Una visita sorpresiva!

Por Nelson Lombana Silva



Este domingo 21 de agosto, hacia las 10:31 de la noche, mientras leía en mi modesta residencia el libro “Chuza DAS ocho años de espionaje y barbarie” del escritor Julián F. Martínez, fui interrumpido por el ruido de dos motos que bruscamente se detuvieron frente a mí posada.



Interrumpí la lectura y con extrañeza me encaminé al pequeño ventanal corriendo un poco la cortina. Escuché que un personaje le dijo al otro: “Esta despierto”. Pude ver que eran dos policías jóvenes. Corrí de nuevo la cortina y me fui al otro extrema de la casa.

Uno de los agentes, cruzó el antejardín y golpeó en dos oportunidades la puerta. Nervioso regresé y pregunté: “¿Quién?” “La policía”. El entorno estaba silencioso y solitario a esa hora. “¿Qué se les ofrece?” pregunté. “Abra”, me dijo el agente. Dudé. Finalmente, abrí una ventanita encontrándome con un agente joven, el otro también joven esperaba en el centro de la solitaria calle.


Lo primero que hizo fue confirmar la dirección y mi nombre. Después me preguntó: “¿Qué está pasando acá?”, me dijo. Extrañado le contesté: “Nada, ¿Por qué?” “Usted acabó de llamar a la policía, ¿Para qué?”, me dijo. “No señor – le dije – no he llamado la policía, yo estoy es leyendo”. Entonces volvió y confirmó la dirección y mi nombre. “Es que recibimos una llamada”, volvió y me dijo. “Aquí no pasa nada”, le dije cerrando de nuevo el pequeño ventanal y regresando a la pequeña mesita de vidrio a leer. Los dos agentes permanecieron allí no sé hasta qué horas, pues más rato me fui a dormir.


Como de costumbre, me levanté a las cuatro de la mañana y después de hacer las actividades de rutina, salí a trotar. Soy diabético y por recomendación médica lo debo hacer todos los días.


A los pocos minutos de llegar al destartalado polideportivo, Coincidencialmente llegó una patrulla de la policía y se estacionó frente a este. Ningún agente se bajó del carro. Al buen rato se marchó y todo volvió a la normalidad. “Qué extraño, qué visita tan sorpresiva y qué coincidencia”, me dije mientras regresaba a casa para asumir las tareas del día que a propósito no eran pocas.





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