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Crédito Colprensa/Reuters |
Los presidentes de la oligarquía a esta hora de su mandato no se atrevían a salir a la plaza pública porque eran abucheados por las masas indignadas y frustradas. Incluso, cuando salían a otros países eran recibidos por los conciudadanos con silbatinas a montones. Su ocaso era inevitable de una manera triste y melancólica. A Álvaro Uribe Vélez – por ejemplo – el coro era el mismo: “Uribe, paraco, el pueblo está verraco”.