sábado, 27 de agosto de 2016

Cumplió la guerrilla, ¿Cumplirá la oligarquía colombiana?

Por Nelson Lombana Silva

El anuncio del acuerdo final, en la Habana (Cuba), entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) y el gobierno nacional de Juan Manuel Santos Calderón, es la noticia más extraordinaria en los últimos tiempos. Un sueño que se materializa, se hace realidad, dando como resultado un texto de 297 páginas que hay que digerir palabra por palabra, oración gramatical por oración gramatical, párrafo por párrafo, hasta entender en profundidad el contenido total, su alcance y su proyección.



Cumplió la guerrilla, ¿cumplirá la oligarquía colombiana? Si bien es cierto la cristalización dependerá en grado sumo de la forma clara y consciente como el pueblo asuma este acuerdo final, quienes realmente están comprometidos en hacer realidad todo lo plasmado allí, son precisamente la oligarquía colombiana y el imperialismo norteamericano.


El presidente Juan Manuel Santos Calderón es apenas una ficha del ajedrez capitalista. Quizás mejor resulte decir el representante de la clásica oligarquía dispuesta a gobernar otros cien años, sobre la escuálida espalda de un pueblo que muere en la pobreza, en la miseria y en la injusticia social. No deja de ser un peón de los Estados Unidos.


La guerrilla de las Farc – Ep, a pesar de toda infamia e incomunicación que ha sido sometida salvaje e inhumanamente durante estos más de 50 años de lucha, mantuvo intacto su plan estratégico: La construcción de la democracia como antesala a la construcción del socialismo.


Ayer, adelantó esa lucha por la vía armada, hoy proyecta a través del debate, de la confrontación ideológica y política. Así lo dijo el comandante Iván Márquez durante el histórico anuncio.


La tarea no era fácil, porque los intereses son antagónicos. Humberto de la Calle Lombana, representa los intereses de la clase dominante, mientras el comandante Iván Márquez, los intereses del pueblo humilde, mil veces engañado y explotado. 


Los pasos que siguen son fundamentales. Así lo debe entender el pueblo colombiano e incluso, la comunidad internacional. El plebiscito programado para el domingo 2 de octubre, debe ser votado copiosamente.


Aunque, realmente, no habría necesidad, pero Santos se empecinó. Decir: ¿Está usted de acuerdo con lo acordado en la Habana?, por ejemplo, es como decir: “¿Está usted de acuerdo con la paz?” Resultaría obvio la respuesta, a excepción de ese puñado criminal que no va a la guerra pero se lucra de ella, caso Uribe, el Procurador Ordóñez, Obdulio, Paloma, etc.


Resulta obvio decir sí. Sin embargo, a pesar que sea real esa obviedad, hay que expresarlo en las urnas con decisión, disciplina y compromiso revolucionario.


Con esta decisión no se está apoyando al gobierno nacional, se está apoyando la esperanza concreta de paz y eso debe ser claro y preciso en la mente de cada colombiano o colombiana.


Si el gobierno no cumple, hay que obligarlo a cumplir. Y la mejor manera de hacerlo cumplir es a través de la movilización popular. Una movilización popular, organizada, activa y politizada. Es decir, no es cualquier tipo de movilización.


Expresiones que se vienen presentando en departamentos como Chocó, Putumayo o Caquetá, animan el proceso de paz. Son iniciativas que hay que saludar y apoyar decididamente en todo el territorio nacional.


Las nutridas manifestaciones del pueblo humilde son fieles señales de que el pueblo va despertando paulatinamente, asumiendo su rol y levantando la conciencia de clase social.  Es una señal positiva de que estará dispuesto a defender el proceso de paz, que en realidad constituye un triunfo del pueblo alzado en armas y los sectores democráticos que siempre defendieron la solución política.


La guerrilla de las Farc – Ep juró vencer y venció. Siempre su bandera más pura, fue la bandera de la paz. Desde 1964 tuvo en su ideario la paz y la defendió a capa y espada, con tenacidad y coraje. No se amedrentó ni en los momentos más complejos, como el cobarde asesinato a sangre fría y en completo estado de indefensión del comandante Alfonso Cano.


La oligarquía danzó ante abominable crimen. Santos no cesaba de decir que había dado personalmente la orden de su asesinato, como si en Colombia existiera legal y constitucionalmente la pena de muerte.


A pesar de semejante crimen, el movimiento guerrillero persistió en la paz. No se rindió. No perdió los estribos. No se dejó desmoralizar. A la memoria de todos los caídos, levantó con más fuerza y tenacidad la bandera de la paz y la reconciliación.


Tuvo el valor de pedir perdón por los presuntos errores, casi “normales” en un conflicto armado tan largo y larvado. Pero también tuvo la convicción para sobreponerse a tanta mentira, tanta calumnia, tanta infamia, manipulada hábilmente por los medios masivos de comunicación.


Es cierto: La guerrilla cumplió, ¿Cumplirán la oligarquía colombiana y el imperialismo norteamericano? Hay que montar vigilancia revolucionaria para que las promesas se materialicen tal como fueron concebidas. 


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