viernes, 19 de agosto de 2016

Apoyar el plebiscito no es apoyar a Santos, es apoyar la paz

Por Nelson Lombana Silva

Al salir presuroso ayer de la sede departamental del Partido Comunista, en la ciudad de Ibagué (Tolima), nos encontramos de sopetón con un compañero que fue miembro del M – 19, después del cordial saludo, nos sale con la siguiente perla: “El plebiscito lo voy a votar no para castigar al presidente Santos; pueda que con esa decisión salga ganancioso Uribe, pero a Uribe lo castigaremos después”.



No teníamos tiempo para debatir. Sin embargo, tuvimos algunos minutos para decirle que apoyar el plebiscito votando sí, no era apoyar a Santos, sino la gran utopía de cristalizar la paz que significa parar el conflicto armado.


Además, le dijimos que separar a Santos de Uribe era una enorme equivocación, un simple sofisma de distracción por cuanto ambos representan los intereses de la oligarquía, ambos son criminales y ambos están al servicio de los Estados Unidos.


La dinámica de la política hay que entenderla. La izquierda, en su inmensa mayoría, no votó por Santos porque estuviera de acuerdo con su programa, votó por el tema de la paz. No se equivocó. Estamos ad portas de firmar un acuerdo para comenzar el camino de la paz, su realización. ¿Por qué entonces no votar afirmativamente el plebiscito? ¿Matamos el tigre y le vamos a coger miedo al cuero? Hay que salir a votar el plebiscito afirmativamente, con decisión y conciencia de clase.


Quizá al respecto nos pueda orientar un poco el famoso escritor tolimense, William Ospina. Dice: “Juan Manuel Santos quiere la paz, pero una paz que no le cueste nada a la dirigencia. Temo que no le duele la guerra porque en ella mueran muchos colombianos, ni porque signifique un desangre para el tesoro público, ni porque aplace eternamente la modernización del país: Le duele porque estorba para el proyecto de la casta hegemónica que siempre ha querido vender el país al mejor postor”.[i]


¿Qué quiere decir William Ospina? Sencillo: La paz con la cual sueña Santos y su clase dominante, no es la misma paz que nos estamos pensando nosotros como pueblo. Es la paz cruzada por la lucha de clases.


La clase dominante quiere la paz de los sepulcros, la clase dominada quiere la paz con justicia social, con cambios importantes. En esa pugna, en esa lucha no hay que asumir una postura contemplativa o de neutralidad, hay que asumir una postura activa, propositiva. Arrancarle un acuerdo de paz a esta criminal oligarquía es un triunfo que hay que dimensionar votando decididamente por el sí en el plebiscito. No estamos avalando la criminal política santista, estamos luchando por la vida y la gran posibilidad de transitar sin el sobresalto que genera el terrorismo de Estado y el paramilitarismo.


Hacer pedagogía por la paz es una tarea imperiosa. Hay que crear grupos de estudio y discusión en el barrio o en la vereda. Tener argumentos para rebatir la acción malévola de los halcones de la guerra, los que se lucran de la sangre y el dolor ajeno, entre otras cosas, porque ellos no van al campo de batalla, pero sí le sacan lucro a la muerte, a la destrucción y a la violencia.


Qué distinto sería que los hijos de los presidentes y ex presidentes de la república, los generales y los ministros fueran al campo de batalla. La actitud sería otra.


Así las cosas, hay que tener bien claro por qué hay que apoyar con entusiasmo y decisión el plebiscito votando sí. No se está definiendo el futuro de Santos, se está definiendo el futuro de los colombianos y las colombianas en su totalidad.


[i] OSPINA, William. De la Habana a la paz. Debate. Página consultada 242.




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