El encanto mágico de los juegos olímpicos Brasil 2016, se esfumó por sortilegio en medio de la expectativa de millones y millones de seres humanos que siguieron muy de cerca el desarrollo de la magna competencia deportiva.
Derroche de energía, sacrificio y consagración caracterizaron a los cientos y cientos de deportistas que pasaron por la tierra carioca dejando la impronta de la bella disciplina que une los pueblos, los humaniza y definitivamente los hace hermanos.
Expectativa, sudor, lágrimas y gritos se escucharon a lo largo de las distintas competencias durante estos días, en los cuales las miradas deportivas del mundo estaban fijas en el gigante de Sudamérica.
El deporte une, humaniza y culturiza a la humanidad. Qué lejos están de comprender los gobiernos capitalistas la importancia del deporte, su real significado. Para ellos, torpes como siempre, el deporte usualmente es utilizado como sofisma de distracción. Qué bárbaros son.
La organización estuvo en cabeza de la presidenta Dilma Rousseff. Ella fue el artífice de toda la organización. El golpe de Estado blando orquestado por los Estados Unidos le impidió estar en la inauguración, en el desarrollo y en la clausura del certamen, pero el mundo democrático sabe que fue ella la que le puso todo el corazón para todo saliera bien.
Las glorias colombianas
En varias oportunidades escuchamos las notas marciales del himno nacional de Colombia, gracias a la tenacidad de un grupo de deportistas que con gallardía y coraje dejó muy en alto la tricolor la nacional en este país. Es una bofetada al gobierno nacional y al régimen capitalista, por cuanto los deportistas que estuvieron allí, en su inmensa mayoría, salieron de la nada, del polvo y del sacrificio personal. El respaldo del gobierno nacional es apenas una infeliz caricatura.
Colombia es una potencia en todo. Sin embargo, se encuentra rezagada por la clase dirigente. Una clase dirigente intrascendente, mediocre, corrupta, “rosquera” y apátrida. A pesar de esa cruda realidad, casi que silvestremente salen atletas que le dan gloria al país en todas las disciplinas.
Necesitamos fomentar el deporte. El destino perenne de Colombia no puede ser la guerra, la violencia. Hay que apoyar el proceso de paz con los movimientos insurgentes, hay que apoyar el plebiscito votando sí. El presupuesto para la muerte (guerra) debe ser invertido en la vida (deporte), empezando por los niños antes de nacer, tal como lo hace el país socialista Cuba.
Votar por plebiscito es decirle de alguna manera sí a la paz, sí al deporte, no a la guerra, no a la muerte. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, hay que actuar.
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