Por Nelson Lombana Silva
El astro del fútbol mundial de nacionalidad Argentina, Diego Armando Maradona, murió ayer, a los 60 años de edad, al sobrevenirle un fulminante paro cardiorrespiratorio. La noticia conmocionó a los aficionados del balompié en todo el orbe. “El Pelusa”, como se le conocía, cumplió su ciclo biológico, quedando en la conciencia y en la retina del pueblo, el espectáculo que ofrecía en los estadios donde se presentaba.
Del liderazgo del hábil y escurridizo jugador, Argentina se coronó campeona mundial del considerado deporte de multitudes. Sus gambetas y talento para golpear el balón, le representó los mejores comentarios por parte de la gran prensa deportiva. No hay duda: Maradona fue un genio del fútbol mundial.
Mantuvo una comunicación fluida con personalidades de la izquierda mundial, entre ellos, el comandante Fidel Castro Ruz y el comandante Hugo Chávez, entre otros. Durante un buen tiempo estuvo en Cuba intentándose recuperar de la adición a los psicoactivos. Sus declaraciones en solidaridad con la Revolución Cubana y el proceso democrático de la hermana República Bolivariana de Venezuela, les generaron animadversión de los gobiernos oligarcas y proclives al imperialismo norteamericano. Incluso, la misma prensa adicta al gran imperio no dudó en silenciarlo paulatinamente. También latió en su corazón el antiimperialismo.
Apoyó el pliego petitorio de los jugadores exigiendo menos explotación y más posibilidades para los profesionales de este hermoso deporte. Incluso, tuvo el valor de criticar a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y varios directivos holgazanes y corruptos de ésta. No tenía pelos en la lengua para decir lo que sentía. A Maradona no le fueron indiferentes los planteamientos de la izquierda y la lucha revolucionaria que libran los pueblos por su segunda y definitiva emancipación.
Al pueblo argentino y a los amantes de este deporte, nuestro sentido de solidaridad. Quizás, Maradona enseñó que la fama hay que ponerla al servicio de la libertad de los pueblos y no de la gran oligarquía. Paz en su última morada.
