El proceso de paz con la Farc – Ep avanza de la mejor manera. La insurgencia ha puesto todo el acelerador para responder meticulosamente a lo pactado. El gobierno nacional trata de hacer lo mismo, pero realmente hay muchos baches evidentes que no se pueden minimizar, ni esconder, ni ignorar.
La guerra económica contra el pueblo, por ejemplo. La corrupción galopante por todas partes, especialmente por las alturas. “La comunidad del anillo” en la policía nacional es vergonzoso. Podríamos llenar muchas cuartillas enumerando las debilidades del gobierno de Santos para responder con decoro a un acuerdo de paz que tiene en vilo a la comunidad nacional e internacional.
Sin embargo, quisiéramos detenernos en el fenómeno del paramilitarismo. Hasta el momento no ha habido un pronunciamiento contundente por parte del gobierno nacional. Por el contrario. El tema da la impresión viene siendo mirado de soslayo, quitándole importancia y relevancia. Eso es grave. Perturba la esperanza y llena de incertidumbre el horizonte.
Todo parece indicar, que el tema se viene debatiendo fuertemente en el marco de la décima conferencia fariana, según expresa el comandante Pablo Catatumbo. Hay suficientes elementos para mirar este engendro de la burguesía, especialmente los grandes terratenientes, con el aval de los Estados Unidos. Resultaría imposible que la historia se repitiera. No puede haber un segundo genocidio de la Unión Patriótica en Colombia. Sería desastroso que los jinetes de la guerra ganaran la carrera y el país volviera al oscuro sótano de la masacre y del desplazamiento por obra y gracias de las criaturitas creadas por el mismo Estado Capitalista. ¿Se salió de cauce, de madre?
El presidente Santos debe ser claro y contundente. No actuar con ambages. Asumir una postura consecuente, digna y patriótica. No se puede malograr esta oportunidad que se viene cociendo con tanta precisión y meticulosidad.
No es una exageración decir que los paramilitares salen de los cuarteles y las brigadas. Eso es vox populi. Por supuesto que no en todos y en todas, pues hay que partir que hay militares honestos y consecuentes con su misión de preservar la vida y honra de los ciudadanos nacionales.
Sin embargo, tampoco hay que ignorar los hechos contundentes. El paramilitarismo no es cuestión de “loquitos sin rumbo”, se ha demostrado hasta la saciedad que es una política de Estado, encaminada a hacer la guerra sucia. Y tras esa política están los Estados Unidos. La han diseñado no solo para Colombia, sino para el mundo, especialmente para atacar la resistencia popular de los pueblos latinoamericanos.
Es hora, entonces, señor presidente que diga y haga en relación con la peste del paramilitarismo. A pesar de la incomunicación de los medios de comunicación, se sabe del movimiento de estas hordas en regiones del país. La racha de muertes que se vienen sucediendo en distintas zonas del país. Todo esto presidente no se puede pasar de agache. La muerte de un semejante, por insignificante que éste sea, no deja de ser un ser humano y no se concibe que comenzando el siglo XXI se siga matando por no pensar como piensa la clase dominante.
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