miércoles, 14 de septiembre de 2016

¿De qué probidad habla Álvaro Uribe Vélez?

 Por Nelson Lombana Silva

¿De qué probidad habla el triste célebre expresidente de la república, Álvaro Uribe Vélez, si su declaración de renta sigue siendo un completo misterio? Es un rufián que amamanta los Estados Unidos, la oligarquía más descompuesta y los medios masivos de comunicación. Es un cadáver insepulto que la casta dominante hace verdaderos artilugios para darle vida artificial y así pretender decir que el país lo definen dos “personajes”: Santos – Uribe.



Qué desgracia para un país subsumido en la tragedia humana sometido a la dinámica metafísica de las dos caras de una misma moneda. Los dos rostros de un régimen criminal que durante tantos años ha venido usurpando la riqueza nacional hacia las arcas particulares de unas poquísimas familias.


Decía desde Ibagué el maestro Sergio de Zubiría Samper que el 0.4 por ciento es dueño del 46 por ciento de las mejores tierras productivas que hay en Colombia. Por su parte, Luis Alejandro Pedraza Becerra, presidente Nacional de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), dice que solo hasta el año 2014 esta central obrera reporta 3062 sindicalistas asesinados y 13670 violaciones a la vida, libertad e integridad a miembros de esta central obrera, con un 97.6 por ciento de impunidad.


Se habla de 60 mil desaparecidos durante los dos períodos del narcotraficante número 82, también que Colombia cuenta con las fosas comunes más grandes de Latinoamérica e incluso, del mundo.


Con todo ese prontuario, a lo que hay que sumarle su camarilla putrefacta, donde unos están en la cárcel, otros huyendo y otros en capilla para ir a responder por sus pecados, los medios de comunicación lo siguen llamando presidente y con toda la zalema del mundo siempre tienen esos medios para despotricar a diestra y siniestra de Raimundo y todo el mundo que no comulgue con su odio, criminalidad y frustración que le asiste.


Santos no se queda atrás. No es otro. Es lo mismo. Ordenó asesinar a sangre fría al comandante Alfonso Cano, cuando ya estaba fuera de combate y en completo estado de indefensión. De un plumazo borró la norma contenida en el Derecho Internacional Humanitario (DIH).


Por eso, resulta un sofisma de distracción afirmar que Uribe es uno y Santos es otro. Nada de eso es cierto. Ahora que se acaricia la posibilidad de paz, se mira con suma preocupación que todos los días matan en Colombia. Uno aquí, otro allá, otro más allá. Que los paramilitares hacen presencia en caseríos libremente en medio de la cruda militarización.


La corrupción campea. La denominada “comunidad del anillo” en la policía y senadores de la república al parecer continúa como si nada ocurriera y una de las periodistas que tuvo el valor de destapar esta olla podría, la retaliación fue colocarla de patitas en el pavimento, caso de Vicky Dávila. Algo parecido le pasó Juango Saín. A eso llaman libertad de prensa y democracia, dicen cínicamente: La más antigua y consolidada del continente. Qué bárbaros.


Esta caricatura de democracia por donde se toque sale pus. Los niños mueren de física hambre, el paseo de la muerte continúa. Las EPS – por ejemplo – les adeuda al Federico Lleras Acosta de Ibagué (Tolima) más de 148 mil millones de pesos y no hay poder humano que las ponga en cintura y las obligue a poner a paz y salvo. ¿Por qué? Porque en las EPS tiene que ver mucho la propiedad de ellas de senadores y representantes. Un estudio serio seguramente arrojaría que las EPS vienen asesinando más colombianos que el mismo conflicto armado que se está luchando por sacarlo de la realidad cotidiana del pueblo colombiano.


Y, ¿Por qué está la salud como está? Por obra y gracia de la ley 100 de 1993, engendro maligno del señor Álvaro Uribe Vélez. Ese mismo que cínicamente habla de probidad y se inventa terminachos para confundir incautos y analfabetas políticos. Entonces, habla del “Castrochavismo”, “impunidad para la Farc”, etc.


Con toda la gabela que a diario le brinda el corrupto Estado capitalista, su decadencia es inexorable. Sus días libres están contados. No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. La justicia cojea pero llega. Ya este personaje siniestro huele a feo hasta para su misma clase social. Cae el procurador, Arias es preso en Estados Unidos, les ratifican las penas a otros de sus compinches. El círculo se va cerrando. Y la soledad del dictador es cada vez más real e inexorable. Es el otoño del patriarca como diría Gabriel García Márquez.


De esas entrañas putrefactas surge un proceso de paz que llena de perspectiva y esperanza a millones de seres humano sobre la faz de la tierra. No resulta fácil comprender la dinámica dialéctica del valor concreto de las contradicciones. Sin embargo, la verdad es esa y nos corresponde interpretarla correctamente. El mejor método para cumplir este cometido, es el método marxista – leninista. No hay otro de estas características, indudablemente.


Este método desarrollado científicamente nos permite develar la nauseabunda personalidad de Uribe, pero sobre todo las pérfidas relaciones inherentes del sistema capitalista. Es más: Las perspectivas de superar este endiablado sistema y sentar las bases del sistema Socialista.


En esa dinámica, el proceso de paz es importante. La guerrilla ha demostrado en la praxis su profunda vocación de paz, seguramente tragándose muchos sapos firmó un acuerdo que podría llevar a una paz estable y duradera. Ahora le corresponde al gobierno responder, cumplir lo pactado. Ahí es donde juega papel clave la comunidad. Pero, una comunidad organizada, movilizada, crítica, analítica. El 98 por ciento de lo aprobado en la Habana va para el pueblo, no para la insurgencia propiamente. No lo dice cualquier persona, lo dice el maestro Sergio de Zubiría Samper, comunista, filósofo y profesor universitario. ¿Qué le corresponde a la comunidad? Organizarse para que dicho acuerdo sea realidad. Se exija que se cumpla en su totalidad.


Así es la cosa. No hay que esperar que otro haga por nosotros, nos corresponde a nosotros hacer y ese es el puntal fundamental de los diálogos de la Habana. Ahí está el quid de éxito, en la participación ciudadana.

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