En calles y veredas de Colombia el optimismo porque un hijo de la barriada llegue a la presidencia de la república es inmenso. Al interior de las comunidades desarrapadas y abandonadas históricamente por la rancia oligarquía colombiana, como la tildaba el mártir del 9 de abril, Jorge Eliécer Gaitán, late la esperanza de la justicia social y de la paz con educación, con salud y con un campo convertido en granja productor de comida, no solo para el consumo interno, sino también para exportar.
A pesar de la incomunicación mediática y el analfabetismo político que alimenta el establecimiento con suma crudeza, el pueblo colombiano viene reaccionando para rechazar la misma dosis que nos han inyectado durante más de 200 años, ahora con la candidatura nefasta para el pueblo de Iván Duque.
Lo que sucedió el domingo 27 de mayo en este país sudamericano, realmente se puede calificar de histórico, por cuanto el país hoy tiene dos opciones claras y antagónicas para tomar ahora el 17 de junio: La guerra o la paz; el fascismo o la democracia. Así de sencillo. No hay términos medios.
La gran posibilidad de sacudirnos de 200 años de dictadura, disfrazada hábilmente de “democracia”, ha llegado por fin. Esperamos que el pueblo no pierda esta singular oportunidad de comenzar a construir su propio futuro, rompiendo las cadenas invisibles de la opresión y represión.
Seguramente esta no será una elección presidencial más, por cuanto hasta ahora, la burguesía nos había puesto a escoger entre lo mismo y lo mismo. Hay la oportunidad de oro de escoger entre dos opciones totalmente contrarias, opuestas. Algunos hablan entre izquierda y derecha, entre la vida y la muerte, entre la democracia y el fascismo, entre el gigante Goliat y el pequeño David.
Quien respalda a quien
Mientras el señor Iván Duque se hace vocero de la extrema derecha, recibe el respaldo del paramilitarismo, de criminales confesos como Popeye y su cohorte, representa los postulados más atrasados de la rancia oligarquía colombiana, el pensamiento retrógrado y cavernario de un Ordóñez o un Álvaro Uribe Vélez, que sueñan con volver al país a la constitución de 1886, se resume en su respaldo del narcotráfico y la sombra negra de los Estados Unidos, Gustavo Petro Urrego, encarna la soberanía nacional, la recuperación de la dignidad de la ciudadanía con derechos y deberes, con oportunidades, con justicia social, con tierra para quien la trabaja, con salud y educación para todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza.
Mientras el Centro Democrático sueña con que gane Iván Duque para que sea archivado todo el oscuro prontuario del narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, según la CIA, Gustavo Petro Urrego se inclina por recuperar su majestad la justicia en toda la extensión de la palabra.
Mientras el uribismo-duquismo se inclina por garantizar la presencia de multinacionales y transnacionales para que se roben los recursos naturales, acabando con la madre naturaleza, Gustavo Petro se inclina por la reconciliación con la naturaleza utilizando otras energías diferentes al petróleo y el carbón para que las montañas sigan siendo verdes y el país una estrella hidrográfica.
Mientras el uribismo-duquismo propone hacer trizas el acuerdo de paz de la Habana con supuestas reformas de pacotilla, Gustavo Petro se inclina por hacerlo cumplir cabalmente de acuerdo a lo acordado en la isla de la libertad.
Mientras el uribismo-duquismo alimenta la corrupción, el despilfarro del erario público, Gustavo Petro insiste en la lucha frontal contra este flagelo, levantando la bandera de la transparencia con seriedad y compromiso, demostrado cabalmente cuando fue alcalde de Bogotá.
Mientras el uribismo-duquismo persiste en mantener el cruel e inhumano negocio de las empresas prestadoras de salud (EPS), de la cual es socia, entre otras, la mujer del ex presidente Uribe Vélez, Gustavo Petro propone eliminar este monstruoso negocio para que la salud en Colombia vuelva a ser un derecho.
Mientras el uribismo-duquismo persiste en la idea de eliminar la educación pública y fortalecer la privada de mala calidad para que el educando no sea un sujeto crítico, sino amoldado al régimen, Gustavo Petro propone educación gratuita de cero a universidad, de calidad, para todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza.
Campaña publicitaria
La campaña publicitaria del uribismo-duquismo está basada en la mentira, en la calumnia y en la tergiversación, con el único propósito de generar en el pueblo elector miedo y desconocimiento total.
Fortalecido por ese mago pérfido de J.J. Rondón, esta campaña a diario lanza mentiras y sentencias apocalípticas, no para convencer al pueblo, sino para asustarlo y llenarlo de odio y sectarismo.
Son comunes frases como: “Castrochavismo”, “Seremos como Venezuela”, “Petro fue guerrillero”, “La guerrilla de la Farc todavía existe, no entregó las armas, sigue delinquiendo, es narcotraficante”, etc.
Ninguna de estas afirmaciones aguanta el más elemental análisis. Sin embargo, son impuestas a la fuerza bruta usando los medios de comunicación las 24 horas, de tal manera que el pueblo sin conciencia, termina repitiendo maquinalmente estas falsas afirmaciones.
En cambio, la campaña de Gustavo Petro, se inclina por publicitar ideas, iniciativas plausibles y lógicas en un pueblo que en el fondo quiere ser libre. Fundamenta su publicidad en la verdad, con el único propósito de generar conocimiento y esperanza en millones y millones de seres humanos que transitan bajo el cielo colombiano sin esperanza y sin justicia social. Petro les habla a los hambrientos, a los destechados, a los desempleados, a los estudiantes, a las mujeres, a los niños, a los ancianos, a los campesinos, a los indígenas, a los trashumantes, con sinceridad, con amor y con esperanza sin generar odios o sectarismos absurdos y pasados de moda.
Petro engrandece la política. La hace ciencia y arte. La opone a la politiquería y a la sucia iniciativa de hacerla para el usufructo personal. Entiende que política es el arte de servir, mientras la politiquería es el arte de que me sirvan a mí.
Por eso y mucho más, los contrastes entre el uribismo-duquismo y el doctor Gustavo Petro, son de fondo, son estructurales, que nos debe llevar a discernir con claridad para asumir una postura enhiesta, heroica e histórica el 17 de junio, votando copiosamente por el candidato del pueblo: Gustavo Petro Urrego. No hacerlo así, es condenar a Colombia a otros cien años de soledad, como diría Gabriel García Márquez.
Votar por Gustavo Petro es votar por la vida y la esperanza. Gaitán, dijo: “Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los muchos derechos”.
A multiplicarnos en calles y veredas de Colombia, el pequeño David (Petro), sí puede derrotar al gigante Goliat bíblico: El uribismo-duquismo”. ¡Paso de vencedores!
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