La labor pedagógica por la paz debe ser intensa y correcta, bien enfocada por cuanto no es fácil asimilarla en este mar de incomunicación de los medios masivos de comunicación. Se puede caer en confusiones e interpretaciones erráticas, hasta llegar a la equivocada conclusión de que la lucha de clases ha fenecido inexorablemente.
Si la movilización del 15 julio en Ibagué no fue tan multitudinaria fue precisamente por esa confusión que hay. Un sector de la izquierda entendió que era un espaldarazo al régimen neoliberal de Santos, otro sector se cerró en la consigna del “puritanismo”, no se acogió la propuesta del Partido Comunista de abrir la convocatoria a muchos sectores políticos que se vienen pronunciando desde su óptica por la paz y los diálogos de la Habana.
La pedagogía por la paz debe tener claro elementos políticos que nos permitan comprender correctamente el momento histórico. No podemos cometer los viejos errores y cerrarnos como poseedores de la verdad absoluta y revelada. Montar falsos protagonismos, minimizando y desconociendo la diversidad y pluralidad que caracteriza al pueblo colombiano.
En eso el Partido Comunista ha sido lo suficientemente autocrítico al decir claramente y con sencillez que hace parte de la vanguardia revolucionaria. Debería haber reciprocidad en otros sectores, no para satisfacer propiamente la petición del Partido, sino para avanzar en el proceso unitario del pueblo colombiano. No se puede seguir pensando la unidad con criterio mecanicista, la cual señala que bienvenida pero alrededor de mi capilla. Así no avanzamos. El único camino posible es combinando acertadamente la teoría con la práctica. Lo que se dice con lo que se hace.
En ese proceso pedagógico por la paz también debe estar a la orden del día la vigencia de la luchas de clases. Muchas categorías de izquierda la vienen aboliendo algunos que posan de izquierda. “Compañero es reemplazado por don”, por ejemplo. “Los eventos callejeros hay que borrarles las arengas políticas, ahora son dizque consignas “culturales”, tolerantes y amigables”. Es decir, lo que viene sucediendo es la imposición de un lenguaje neoliberal, distante de la concepción revolucionaria.
Es tal la fuerza subliminal de estas campañas solapadas que algunos han caído en ellas y se atreven a decir que la lucha de clases es cosa del pasado y que ahora se podría llegar fácilmente al poder por el camino de la conciliación. Como se dice popularmente: “Haciéndonos pasito podemos llegar muy lejos”.
A ese pensamiento reaccionario hay que salirle al paso. El editorial de VOZ La verdad del pueblo correspondiente a la edición número 2843 del miembro del comité central del Partido Comunista, Luis Jairo Ramírez H, expone con claridad política cómo la lucha de clases es vigente y está a la orden del día.
Al referirse a los diálogos de la Habana, el camarada Ramírez H, caracteriza nítidamente la postura del presidente Santos que representa a la oligarquía y la posición de las FARC – EP que representa los intereses del pueblo colombiano secularmente engañado y explotado.
El acuerdo sobre la tenencia de la tierra y que corresponde al primer tema discutido, se “sienta las bases para la transformación integral del campo”, dice el editorialista. Sin embargo, la postura contraria y prepotente la asume Santos unos meses después. “El 29 de enero de 2016 el mismo presidente Santos sancionó la ley 1776 de 2016, conocía como ley sobre “Zonas de interés de Desarrollo Rural, Económico y Social – Zidres”.
Con esta norma modifica arbitrariamente la propiedad y uso de la tierra, abriéndoles espacio a los grandes inversionistas para que se apoderen de los baldíos que hay en Colombia. ¿Habrá competencia entre un campesino y una transnacional por unas hectáreas de tierra en Colombia? Es pelea de tigre con burro amarrado.
En ese simple hecho está claro la lucha de clases. El mismo editorialista trae en este, una serie de ejemplos claros y contundentes que prueban y argumentan la existencia de la lucha de clases.
El presidente Juan Manuel Santos Calderón dijo durante la ceremonia de ascenso del comandante de policía que fortalecerá el criminal Esmad, porque según su criterio: “Vamos a ver más movilizaciones y protestas sociales”, agrega el camarada Luis Jairo Ramírez H.
Si el pueblo se moviliza hoy con el miedo real del paramilitarismo y del militarismo criminal, lo mismo que las leyes antipopulares, pues resulta fácil comprender que sin paramilitarismo y sin militares agrediendo a sus mismos hermanos de clase, pues la movilización aumentaría sustancialmente.
En vez de Santos recibir esto como positivo, se proyecta con espíritu criminal, anunciando el fortalecimiento de estas personas alienadas y convertidas en hienas humanas para agredir a sus mismos hermanos de clase. En ese mismo tono está el Código de Policía.
En ese sentido queremos insistir en la necesidad de tener una pedagogía de la paz que interprete todos estos intríngulis reales que se abre paso en este proceso de paz que se viene concretando en la Habana (Cuba). Hay que mirar el proceso con mucho optimismo, pero también con mucho realismo. Tiene razón las FARC – EP cuando han dicho que ellos no se desmovilizan, simplemente se transforman para continuar la lucha revolucionaria por la toma del poder y la construcción del socialismo, sin la fuerza de las armas, siempre y cuando el Estado así lo permita cumpliendo cabalmente con los acuerdos suscritos en su totalidad.
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