La visión historicista y descontextualizada que nos presenta la burguesía a cerca de los acontecimientos ocurridos hace 206 años atrás en Santa Fe de Bogotá, bien parece una simple rabieta o novelilla al estilo Corín Tellado. Todo se reduce a que Pantaleón Santamaría y los hermanos González Llorente llegaron al almacén del español, a solicitar algo para organizarle la bienvenida a Antonio Villavicencio. Tradicionalmente, se habla de un florero. Sin embargo, hay otros historiadores que señalan que no hay exactitud por cuanto unos sostienen que fue un ramillete, otros que fue un farol y otros el florero.
Así trata la clase dominante de ocultar la verdad, presentando simples anécdotas simplistas y cantinflescas, que poco y nada tienen que ver con la realidad histórica y política. Eso del florero, ramillete o farol, es apenas un pretexto para minimizar la verdadera gesta del pueblo villanamente explotado y engañado por la clase oligarca, la clase dominante.
El estallido popular presentado el 20 de julio de 1810, no es algo espontáneo y fortuito como lo pretende presentar la clase dominante. Es el zumo de la explotación, la violencia y la carga alcabalera impuesta inconsultamente por la clase dominante. Es la ira y frustración juntas, acumuladas durante tantos y tantos años de infamia contra los pueblos nativos de este continente.
El pueblo santafereño se había cansado de tanta humillación y dispuesto a morir o vencer tomó la determinación de expresar su inconformidad y acariciar débilmente el sueño de la libertad.
Recapitulando, tenemos que el monarca español, Fernando VII había sido depuesto por la furia del ejército francés dirigido por Napoleón Bonaparte en 1808. Hubo resistencia. Se organizaron los ibéricos en juntas de gobierno a nivel local para resistir al invasor francés y de alguna manera gobernar en ausencia del rey depuesto.
Estas juntas se unieron para formar una especie de cogobierno. Era la resistencia contra el invasor. El imperio español había entrado en crisis. Y por otra parte, los americanos comenzaban a entender tímidamente que la fuerza reside en la unidad y en la movilización. Poco a poco iban entendiendo que su situación no se mejoraba con la sumisión, sino con la movilización, la protesta y la unidad.
Además, los santafereños tenían referencia de lo que significa luchar por cambiar el régimen dominante. Los primeros gritos de libertad e independencia en este continente habían tenido ocurrencia en los territorios que hoy son de Ecuador y Bolivia en 1809. Incluso, en la misma Nueva Granada (Colombia), el estallido se había sucedido en Cartagena y Mompós. Habían conformado juntas independistas que buscaban mayor autonomía e incluso, independencia del régimen español.
En la provincia de Santa Fe se había constituido una junta de notables, conformada por autoridades civiles e intelectuales. Algunos nombres: José Miguel Pey, Camilo Torres, José Acevedo y Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano y Antonio Morales.
Al lado de estas notables personalidades estaba el pueblo brutalmente explotado, oprimido y atemorizado. Fue el pueblo el que se puso al frente y obligó a suscribir el Acta de Independencia, que a la final fue traicionado por algunos miembros de la junta de notables pues ya eran oligarcas y avaros y otros fueron asesinados, desaparecidos y desterrados.
Se frustró en esa oportunidad el grito de independencia. Sin embargo, el pueblo descubrió el camino y la forma de lucha. Eso habría de capitalizarlo tiempo después el libertador Simón Bolívar.
Hoy estamos en la construcción de una segunda y definitiva independencia. Las condiciones objetivas y subjetivas van madurando. Resulta útil aprender la experiencia de 1810, hacerle una lectura crítica para interpretar la lucha en la que el pueblo colombiano libra contra la oligarquía colombiana y el imperialismo norteamericano. El proceso de paz con la guerrilla de las FARC – EP es una victoria del pueblo, que poco a poco va despertando para exigir sus derechos. Veo venir el 20 de julio del siglo XXI. Por lo tanto, hay que estar prestos a la lucha, sobre todo a no dejarse embaucar de los oportunistas oligarcas disfrazados de corderos mansos.
Un ejemplo claro del pueblo que se sublevó el 20 de julio de 1810 es que los pueblos son eternos y los tiranos efímeros. Se puede aplastar esta oligarquía mafiosa, mañosa y criminal. Sí se puede. Así las cosas: ¡Viva el 20 de julio de 1810! ¡Viva el 20 de julio de 2016! ¡Viva la segunda y definitiva independencia, ya no de España, sino de Estados Unidos!
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