Se dice que por estos días visitaría la ciudad musical de Colombia, Ibagué, la ministra de trabajo, Clara López Obregón, la esposa del renegado Carlos Romero.
La ministra neoliberal, antes presidenta nacional del Polo Democrático Alternativo, viene a defender como es obvio la política neoliberal de uno de los presidentes más “falsetos” que ha tenido Colombia en los últimos tiempos. Presidente, además, criminal pues a sangre fría ordenó asesinar en completo estado de indefensión al comandante de las Farc – EP, Alfonso Cano, violentando deliberadamente el Derecho Internacional Humanitario (DIH), como si en Colombia existiera la pena de muerte.
¿Qué bueno puede esperar la comunidad tolimense de una ministra que salida de la clase social de la burguesía, divagó algunos años en las entrañas del pueblo asumiendo posturas ambivalentes y que una vez le ofrecieron el ministerio, no dudó en regresar a su clase social?
Seguramente el gancho que utilizará para descrestar calentanos, como solemos decir los tolimenses, será el tema de la paz y promesas a granel, muchas de las cuales “naturalmente” no se realizarán en la praxis, serán efectivamente promesas que se llevará el viento.
¿De qué clase de paz hablará? Pues de la paz santista. Es decir, la pax romana o paz de los vencidos. Posiblemente le colocará unos adjetivos para adobarla, pero seguramente la esencia será esa, entre otras cosas, por aquello de la lealtad al señor presidente Santos.
En vez de salir a aplaudirla, la izquierda debería salir a reclamarle su traición a los principios revolucionarios que identifican a la izquierda consecuente y real que lucha por transformaciones de fondo como el Partido Comunista. Qué tal que el comandante Manuel Marulanda Vélez hubiera cambiado su lucha por el ministerio de Defensa o el mismo camarada Gilberto Viera W.
Hay que colocar los puntos sobre las íes. Claro que hay algunos izquierdosos que se vienen devanando los sesos, armando teorías en el aire para tratar de justificar lo injustificable. No hay quien dice ingenuamente que la decisión de Clarita es mera táctica para avanzar. Como dice el dicho: “Me río del amor y sigo amando”.
Es que asumir el pensamiento de izquierda y revolucionario no es tan fácil. El camino está sembrado de espinas y vicisitudes. Se necesita mucha energía para no desfallecer, energía que da la ciencia, el marxismo – leninismo y la conciencia de clase. Clarita quiso ser de izquierda. Tuvo una brevísima inspiración. Pero no pasó de ahí. Lo que el viento se llevó, como diría Margareth Mitchell. Con todo, no creo que Clarita alcance a ser siquiera Socialdemócrata. Más bien una destaca personalidad del establecimiento, del régimen dominante.
Posiblemente vendrá a la ciudad musical con algunas migajas caídas de la mesa del rico Epulón, con las cuales pretenderá “humanizar” el modelo neoliberal y la política entreguista a los Estados Unidos de su jefe. Habrá promesas y explicaciones superfluas sobre su conducta en algunos sectores que posan de izquierda que asistirán con sus banderas, unos de buena fe y otros de mala fe, por cuanto éstos últimos, los anima el interés personal, que no es otra cosa que tomarse la foto al lado de la ministra, que ayer era esperanza del pueblo oprimido y hoy realidad de la oligarquía colombiana.
La izquierda tolimense debe reorganizarse en su diversidad, pensando cómo moverse en una administración municipal que posa de dientes para afuera de socialista y una gobernación de extrema derecha, uribista, mafiosa y al parecer paramilitar. Ese es el gran reto del momento al lado de la paz.
Ese es el desafío mayor en el marco de un proceso de paz cuya disputa está cruzada por la lucha de clases, por cuanto la paz que sueña Santos no es la misma que sueña el obrero, el campesino, el indígena, el afrodescendiente. Santos quiere – por ejemplo – una paz sin reformas, mientras que el pueblo en lo más profundo de su ser añora la paz con justicia social. Es decir, la paz con cambios estructurales a favor de la inmensa mayoría. La paz es una disputa clasista que está a la orden del día.
Por eso, hay que abrir el ojo y agudizar el oído porque Clarita vendrá seguramente con la concepción de paz de la clase dominante, de la cual ella es ministra de trabajo. Por supuesto, que no es ninguna maldita prevención, es la sospecha que da la larga experiencia como la desarrollada por el hoy ex ministro Lucho Garzón, para solo colocar una ejemplo a vuelo de mariposas amarillas, como diría Gabriel García Márquez.
Amanecerá y veremos, dijo el ciego…
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