jueves, 12 de mayo de 2016

“Vamos a dejarnos matar de las EPS en Colombia”

Por Nelson Lombana Silva


La señora espera su turno para hablar con el funcionario de la Nueva EPS, el funcionario a pesar de su juventud usa antiparras, gafas con vidrios gruesos, es amable, tiene cancha para atender, por eso no se incomoda por la larga fila de personas nerviosas, enfermas y ocupadas que miran a intervalos el reloj o preguntan con insistencia la hora a la vecina o al vecino de espera. Incluso, no se inmuta cuando el paciente pierde sus estribos y se va lanza en ristre contra el pobre empleado que está allí por un salario miserable.



La señora es cincuentona, delgada y ágil de mirada, piel canela. Comenta su drama en cuestión de minutos levantando la voz para que todos escuchen, quizás es una forma de desahogar su frustración e impotencia. “Nos vamos a dejar matar de estas EPS en Colombia”, dice. “Es toda una tramitología que lleva meses para que le receten diez pasticas de acetaminofén. Lo que vale $1.200 pesos se convierte en un dineral con la tramitología y los copagos. En vez de ir al especialista hay que ir a la farmacia y comprarlas, son más baratas. Estoy en la EPS pensando de pronto en una cirugía o algo así, de resto es una desgracia, un atraco permanente a manos de estas EPS”.  


Mientras hacía fila y leía a intervalos la biografía del ex presidente uruguayo Pepe Mujica, obra intitulada: “Una oveja negra al poder. Confesiones e intimidades de Pepe Mujica” de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, seguía con cierto interés los comentarios de esta señora acosada por la enfermedad y el tiempo. Gesticulaba con fuerza pero sin exagerar. No era realmente energúmena, simplemente estaba diciendo la verdad en voz alta.


Suspendí la lectura y la interrumpí para decirle que lo que estábamos viviendo era efecto de la ley 100 de 1993, cuyo ponente había sido el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. El mismo que muchos sin saberlo lo siguen adulando y considerando como lo mejor que ha tenido el país en la Casa de Nariño. “Eso no es nada – dijo en voz alta – si mañana se lanza para presidente seguramente todos iríamos como marranos a votar por él. Somos tan idiotas que seguramente lo haríamos”.


“El pueblo no es idiota – le dije – el pueblo está totalmente alienado y atemorizado por los aparatos ideológicos y represivos del Estado, repite maquinalmente el discurso de la clase dominante y piensa como piensa los ricos, siendo pobre”. La señora sonrió. Los demás escuchaban simplemente.


“Antes – le dije – un médico examinaba, tocaba al paciente, le hacía un diagnóstico serio y recetaba para todos los males. Hoy el médico ni siquiera mira al paciente, se concentra en el computador y escribe y escribe y muchas veces llega a la conclusión de que está más enfermo él que el paciente. Con ese contentillo le pasa la fórmula, casi siempre 10 pasticas de acetaminofén y llámeme a fulano de tal. Eso es todo”.


“Cierto, cierto”, dijo la señora. “El problema – agregué – es que nosotros nos vamos lanza en ristre contra el médico cuando realmente también es una víctima de la EPS, un asalariado mal pago, mal remunerado. Es más: Llegan las elecciones y votamos por los verdaderos responsables de la crisis dramática por la que está pasando”.


Le comenté que yo también soy damnificado y pienso lo mismo que las EPS nos van a matar si no nos unimos para derogar la ley 100 de 1993 y construimos un sistema de gobierno distinto al que hay en Colombia. “Soy diabético y tengo que tomarme diariamente dos pastas de Hanumeth, es decir, Sitaglipina más metformina, además inyectarme diariamente 30 centímetros de insulina. Hace quince días no vengo tomando estas pastas, la tramitología ha impedido. El especialista me las autoriza para tres meses y solo me entregan estas pastas para un mes. Hoy (ayer) me tomé la prueba y está en 343 en ayunas el azúcar en mi cuerpo, cuando lo normal es  que fluctúe entre 70 y 140. Por eso estoy acá”.  


También comenté la experiencia que tuve con mi hija. Duré casi tres meses para que el especialista la viera, pues tenía problemas estomacales, mareos, ansias de vomitar, problemas en la piel, etc. Pagué $2.700 de copago y volví a pagar $2.700 pesos en la droguería que me despachó el medicamento: Diez pasticas de acetaminofén, lo que vale en el comercio $1500 pesos. Qué horror. Así se maneja la salud en Colombia.


Después de la larga espera, pues me tocó la ficha 80, el funcionario me dijo una vez le expliqué la situación: “Venga dentro de siete días y lo mando donde un médico general para que le formule la droga nuevamente porque aquí no aparece”. “Prefiero mejor pedir la cita con el especialista para que me formule para los tres meses, porque si hago lo que usted me dice se me complica más la situación”, le contesté. “Eso es voluntad suya. Ficha 81”, dijo.


Como están las cosas, estoy de acuerdo con la señora en el sentido de que si no actuamos unidos contra estas EPS y el modelo neoliberal de prestación de la salud en Colombia, vamos a morir de física dejación. “¿Nos vamos a dejar matar en Colombia de estas EPS sin hacer la mínima resistencia?”, es la pregunta que me formulo en voz alta.        



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