miércoles, 18 de mayo de 2016

Drama penitenciario en Colombia

Cárceles colombianas
Por Nelson Lombana Silva

Las cárceles colombianas son verdaderas bombas de tiempo, en cualquier momento pueden estallar con resultados imprevisibles. Algunos hablan de una especie de crónica anunciada, haciendo referencia quizá a la obra de literatura de nuestro nobel Gabriel García Márquez.



Sin embargo, el gobierno no define una política clara que defienda el proceso de resocialización de los detenidos, sobre todo el acatamiento a los derechos humanos como lo contemplan los códigos del Derecho Internacional Humanitario, demás normas y tratados internacionales, de los cuales Colombia hace parte.


En la cárcel La Juana de la Dorada (Caldas) se viene haciendo una huelga reclamando los internos entre otras cosas: Salud, derecho a la visita conyugal, arreglo de los servicios sanitarios, cumplimiento de las tutelas ganadas, alimentación y trato humano, pues el grado de hacinamiento allí es bastante como en las demás cárceles del país, las cuales fueron levantadas a imagen y semejanza del país imperialista: Estados Unidos. (Ni en eso el gobierno colombiano es original, qué vergüenza)


Ayer, algunos medios de comunicación radiales, entrevistaron a un miembro sindical del INPEC en Ibagué, quien denunció a groso modo la aguda problemática que se viene presentando en la penitenciaría de Picaleña y las cárceles de Espinal y Guamo (Tolima).  Las cifras son alarmantes.


La cárcel del municipio de Guamo es una casona empedrada que amenaza con caerse, según indicó el líder sindical. Tiene capacidad para 50 internos y en la actualidad hay 150. El grado de hacinamiento aunado a una temperatura tan elevada coloca a la población carcelaria a merced de múltiples enfermedades, las cuales no son atendidas oportunamente por quienes se lucran como son las EPS, principalmente.


Lo mismo sucede en el penal de Espinal. La situación es realmente precaria, inhumana y salvaje. También en Picaleña hay hacinamiento, problemas con el agua, la gente se ve precisada a dormir en los pasillos apeñuscados como gusanos cosecheros, la alimentación es deplorable y la atención médica qué decir. Muchas personas vienen muriendo al parecer por enfermedades curables, según se pudo establecer.


Hay 5.460 presos, indicó el dirigente sindical, los cuales son custodiados por solo 80 vigilantes del INPEC, la mayoría de estos vigilantes no han sido preparados idealmente, presentándose irregularidades con bastante frecuencia. No tienen armamento idóneo, muchos de ellos están pero no han sido entregados.


Al ser considerado este centro reclusorio como de alta y mediana seguridad, los presos supuestamente de mayor peligrosidad vienen siendo recluidos allí, aumentando dramáticamente el grado de hacinamiento. “Una fuga masiva se podría dar, es latente en cualquier momento”, indicó el sindicalista del INPEC.


El grado de corrupción es latente. Un visitante para tener acceso a un patio a visitar un familiar, amigo o allegado tiene que cruzar seis anillos de seguridad, los cuales utilizan mecanismos de punta, perros. No obstante, al interior hay de todo: Alucinógenos, armas, tráfico, violencia, amenazas, carestía en los caspetes y dominio del “pluma”, el mandamás de cada patio. “Esto es un infierno”, dijo un recluso de esta cárcel el pasado 14 de mayo.


Es un mundo diferente. Un drama que no cesa porque las autoridades carcelarias no toman cartas en el asunto. Claro, como los hijos e hijas de la oligarquía no van allí, van a casas fiscales, verdaderos moteles cinco estrellas. Defensores de derechos humanos del orden nacional e internacional, deben hacer presencia en la mayor brevedad posible, el mundo debe saber la verdad acerca de las cárceles por dentro




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