La tarea de todo revolucionario es
trabajar en la dinámica de unir las distintas formas de lucha que el
pueblo se invente para resistir la arremetida virulenta del régimen
capitalista. Tratar de dividir o sectorizar es un error catastrófico. Al
lado de la lucha reivindicativa – por ejemplo – debe estar la lucha
política.
Sin embargo, hay expresiones
políticas que insisten mecánicamente en separar una lucha de la otra.
Entonces se conocen tesis como que la lucha social debe ser aparte de la
lucha política. Otros afirman que la lucha social debe guiar a la lucha
política. Esa controversia, a veces insulsa, hace más difícil y
complejo el proceso unitario. Es aprovechado por la clase dominante para
imponer la dictadura y su ideología fácilmente. Así, las posibilidades
de la izquierda ser opción de poder se retarda inexorablemente. Avanzar
en los puntos que nos une era la consigna del padre Camilo Torres
Restrepo, iniciativa audaz que en pleno siglo XXI no la asimilamos y
seguimos montando pequeñas parroquias a diestra y siniestra, mientras el
capitalismo altamente transnacionalizado se hace cada vez más voraz y
más criminal.
Quienes sostienen la tesis de separar las
formas de lucha, dicen – por ejemplo – que Evo Morales llegó a la
presidencia exclusivamente por la acción de los movimientos sociales,
nada tuvieron que ver los partidos de izquierda. Craso error. Pensar
así, es desnaturalizar el concepto o significado de la política, por
cuanto en el más amplio sentido, política significa poder. Así que
pretender desligar una cosa de la otra, resulta un contrasentido que es
muy bien aprovechado por la derecha. Voluntaria o involuntariamente, le
hacemos el juego a la clase dominante con posturas de esta naturaleza.
Ahora,
bueno resulta entender que las distintas formas de lucha no se
desarrollan exactamente y al mismo ritmo. Hay unas que se desarrollan
más que otras en ciertas condiciones históricas. Tienen sus momentos
claves de flujo y reflujo, avances y retrocesos. Eso es diferente. Es
otro debate que hay que dar con altura y coherencia siempre en el marco
unitario.
En el caso particular del Tolima, qué interesante
sería convocarnos a discutir todos estos temas sin sectarismos y sin
ambigüedades en el marco unitario y en la acción práctica. Diríamos –
por ejemplo – que alrededor de tres temas fundamentales: La paz con
justicia social, los diálogos de la Habana y los diálogos con el ELN,
como primer punto; segundo punto, el tema ambiental, la consulta
ambiental en Ibagué y la resistencia contra las multinacionales y
transnacionales que con el aval del gobierno nacional pretenden
apoderarse de todos los recursos naturales, destruyendo la madre la
naturaleza, la madre tierra; y, un tercer punto grueso: La defensa de lo
público, la lucha contra toda forma de privatización, teniendo en
cuenta que las alianzas público privadas (APP), nada tiene de público,
es tanto como sentar a hablar a un méndigo con Carlos Ardila Lule. Sería
absurdo, ilógico e imposible.
Sobre esos temas hay que
discutir unitariamente Partidos y organizaciones políticas de izquierda
y organizaciones sociales. Incluso, hay partidos de derecha que dicen
estar por la paz y los diálogos con el movimiento insurgente. ¿Por qué
no sentarnos a discutir con ellos un plan de acción conjunto así sea
para ese tema? No hagamos más compleja la unidad, no la hagamos más
remota y prácticamente imposible. Seamos coherentes. La unidad es el
camino, el faro luminoso que debemos seguir con decisión y coraje.
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