lunes, 17 de abril de 2017

Grandes desafíos de la humanidad

Soldados del Ejército de EE.UU. en el ejercicio militar Dragon Ride, República Checa, 2015.
Reuters / David W Cerny
Por Nelson Lombana Silva

La humanidad camina sobre un verdadero polvorín. El armamentismo de destrucción masivo se ha tecnificado en las últimas décadas asombrosamente. En una conflagración nuclear, por simple error de cálculo, fácilmente se podría borrar todo rastro de vida en menos de diez minutos.


Sin embargo, los imperialismos persisten en la demencial carrera de aumentar el armamento de destrucción masivo. Invierten presupuestos inverosímiles en esta locura, mientras renglones como la salud y la educación se merman a diario en forma vertiginosa e inexorable.

Mil millones de seres humanos mueren de hambre, entre ellos, millones y millones de niños y mujeres en todos los rincones del mundo. A esta cruda realidad los gobernantes llaman: Civilización.

El otro gran tema se relaciona con el ambiente. La tierra enferma a pasos agigantados al extremo de pronunciarse el mismo papa Francisco a través de su encíclica. Si el monarca de roma lo hace es porque la situación resulta más grave de lo que nosotros en un momento determinado podríamos imaginarnos. El capitalismo ha hecho del planeta una gigantesca cloaca.

Y un tercer elemento que llama poderosamente la atención tiene que ver con la ética. Los antivalores hacen su agosto en este planeta. Perdida la capacidad de asombro en el ser humano apresado en el capitalismo, se ha impuesto la ley del “todo vale” o para decirlo en términos de Nicolás Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.

El comandante Fidel Castro advirtió claramente los primeros temas planteados aquí, destacando el peligro inminente de la tercera guerra mundial con semejante arsenal nuclear que hoy cuentan las potencias. Como diría mi padre: “Válgame Dios”.

Su llamado vehemente fue al desarme y a la coexistencia pacífica. Es claro que en una guerra nuclear seguramente no habría vencedores; los sobrevivientes quedarían sobre un planeta contaminado, destruido y apocado. Los lisiados perecerían por hambre y por falta de atención médica. Los oligarcas sobrevivientes se darían cuenta que el dinero no les serviría de nada, pero claro, ya sería demasiado tarde. El mundo sería devorado por el egoísmo, por el individualismo.

La paz con justicia social, la defensa del medio ambiente y la ética revolucionaria, son como tres ventanitas allá distantes que debemos utilizar con decisión y coraje en la utopía de evitar una conflagración ecuménica.

Esta es tarea de los gobernantes, pero también de los pueblos, que son los que eligen a esos gobernantes. Hay que detener la tercera guerra mundial. Y comenzamos esta colosal empresa asumiendo una postura crítica y consecuente con la antropología humana. El hombre es un ser sociable, su naturaleza es vivir en comunidad y no individualmente como lo propone el capitalismo. Hay entonces que impulsar el socialismo que es el sistema que coloca en el centro de la dinámica el ser humano.

La propuesta debe ser directa y sin ambages. Es hora de ir directo a esta iniciativa y no irnos por las ramas como queriendo y no queriendo. No es tiempo de vacilaciones, es tiempo de decisiones. Es más: No hay que esperar que el otro asuma su tarea, hay que sumirla y dar ejemplo. La consigna que se impone hoy debe ser: “Menos palabras y más acción”.

Y para ser consecuente con estos postulados hay que rechazar en nuestro país la postura guerrerista del Centro Democrático que lidera el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez. De igual manera, la postura genuflexa ante los Estados Unidos, del ex presidente Andrés Pastrana Arango. El sectarismo no puede impedir ver el triste y peligroso papel que estos dos sujetos están jugando en la arena internacional.

De un lado vienen moviendo todas sus influencias malsanas para que el proceso de paz con las Farc – Ep y el ELN fracase y Colombia siga en la más espantosa violencia, matándose pueblo contra pueblo. Ellos son buitres que alimentan sus bolsillos con la guerra, seguros que ellos no van a ella, ni tampoco sus hijos y demás familiares.

De otra parte, se alinean con el imperialismo de los Estados Unidos en la idea nefasta de acabar con los procesos democráticos que se vienen sucediendo en América Latina, especialmente en la hermana república bolivariana de Venezuela. Se unen al complot de la manera más cobarde y miserable. Santos está en esa misma dinámica. Por eso apoya los pronunciamientos del señor Luis Almagro de la colonia imperialista llamada OEA.

Qué grande es el desafío que tiene la humanidad. Estos no son temas de poca monta, ni inventos macondianos, son hechos inexorables que están ahí, a la orden del día. El pueblo debe vencer el terrorismo de Estado, los aparatos ideológicos y represivos y asumir una postura crítica y unitaria. Decir menos y hacer más. “A la carga”, diría Jorge Eliécer Gaitán.

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