sábado, 8 de abril de 2017

El perfil del comandante Fidel Castro como estratega militar

Fidel Castro un descanso de la batalla de Piña del Agua que se libró entre diciembre de 1957 y abril de 1958. Foto: Zumapress
Por Nelson Lombana Silva

Un buen día de enero de 2017, recibimos una llamada del camarada Rodrigo López Oviedo. “¿Cuándo se pasa por la casa?”, nos dijo con su fino acento paisa.


“Lo más pronto posible”, le dijimos. Por su forma de hacernos la convocatoria intuimos que era algo urgente que posiblemente no se podía ventilar por el auricular. Esa misma tarde lo visitamos.

Como siempre su cordialidad. Nos hizo pasar a la sala y sin preámbulos nos acomodamos en su mullido sillón comentando los recientes hechos del orden internacional.

En la mesita del centro estaba un libro voluminoso de 855 páginas. “¿Este es el libro que se está leyendo ahora?”, le preguntamos. Sonrió. “¿Le suena este libro?”, nos dijo. Lo cogimos con nuestras manos con cierta dificultad y leímos despacio su título: “Por todos los caminos de la Sierra La Victoria Estratégica Fidel Castro Ruz”.

Levantamos la mirada y contestamos sin ambages: “Todo lo del comandante nos llama la atención. Fidel es el hombre más influyente en América y en el planeta en el siglo pasado y en el presente”, contestamos.

“Cuando lo lea, se lo encargo, me lo presta”, le dijimos con cierta inseguridad por cuanto no hay negocio más flaco que prestar un buen libro. “Es suyo”, nos dijo sin emocionarse solo dejando escapar una risita corta.

Lo miramos asombrado. Atónico. Incrédulo. “Es suyo”, volvió a decir. Entonces lo apretamos contra nuestro pecho. “El mejor regalo es un buen libro”, dijimos alborozados. Tenía una dedicatoria: “Para mi Camarada Nelson Lombana Silva en consideración a mi aprecio. Ibagué, 18 de enero de 2017. Rodrigo López O”.

Fidel: Estratega militar

Lo poco y mucho que habíamos leído sobre este eximio maestro del proletariado que puso a temblar al imperialismo norteamericano en sus narices, en sus escabrosas barbas, a noventa millas, tenía una estricta connotación política.

Su admiración fascinante por las ideas comunistas tan diáfanas y contundentes, acompañadas del ejemplo cotidiano y su expresión poética estaba en nuestra conciencia idealista cuando lo escuchábamos en la cresta de una de las estribaciones de la cordillera occidental en tiempos de vacaciones que mi hermano Gustavo llegaba con su grabadora y sintonizaba a Radio Habana Cuba.

También leíamos el periódico Granma. Nos impactó sobre manera el primer informe al congreso del Partico Comunista de Cuba. Consideramos aquel informe un poema político. Ese cuadro comparativo entre lo que era la isla bajo la dictadura de Fulgencio Batista y los primeros años de revolución nos impresionó sobremanera. Entendimos empíricamente que el comunismo es cambio, transformación y humanismo.

Con estos elementales documentos comprendimos que Fidel no era malo como decía con qué fuerza Radio Sutatenza, cuando invitaba a orar para que el comunismo no entrara a América. Con ciertos nubarrones recordamos que decía que Fidel se orinaba en los copones que utilizaba los curas para la misa, que violaba las monjas, castraba los curas, asesinaba a los niños con algún defecto físico y les quitaba a los padres de familia sus hijos.

Esos comentarios lo escuchábamos en las calles del municipio de Anzoátegui (Tolima) en boca de los dueños y amos del poblado. El cura Pablo Antonio Quitora Gómez, tenía un programa cada ocho día por los altos parlantes del templo “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”, en el que repetía como letanía: “Dice el comunista no hay Dios, dice el comunista no hay cielo”. Presentaba el significado de la Hoz y el Martillo de la siguiente manera: “La hoz que todo lo arrasa y el Martillo que todo lo destruye”.

Con este curita hicimos la primera comunión. Durante ese primer año nos confesamos varias veces y siempre le decíamos los mismos “pecados”: “Acúsame padre de dudar de la existencia de Dios, acúsame padre de leer libros comunistas, acúsame padre de los pecados que se me han olvidado”.

En cierta oportunidad nos dijo claramente: “Hijito, leer libros comunistas no es malo. Sin embargo, le aconsejo que cuando llegues a la casa haga una hoguera y quémelos, con eso se quitará la tentación de leerlos”. Nos fuimos tristes y preocupados. Esos libros no eran de nuestra propiedad, eran de mi hermano Gustavo. Desde entonces, no volvimos al confesionario.

La idea entonces del comandante Fidel Castro Ruz era vaga e imprecisa. Nos habíamos levantado en ese ambiente donde las fuentes bibliográficas naturalmente no eran las más fidedignas. Debemos reconocer la tenacidad de mi hermano para orientarnos en grado sumo, su paciencia y abnegación, por cuanto no hay fenómeno más complicado, difícil y traumático que cambiar. El cambio es duro, doloroso y dramático.

Mirábamos en consecuencia la odisea de Fidel como algo excepcional casi “sobrenatural”, admirábamos su oratoria volcánica y su contenido oceánico. Varias biografías hemos tenido la oportunidad de leer, históricos reportajes, discursos y en sus últimos días las crónicas. Fidel es inmenso.

Este libro que nos ha obsequiado el camarada Rodrigo López Oviedo, nos ha permitido conocer el perfil militar y estratega del comandante. La forma admirable como derrotó el ejército batistiano en la Sierra Maestra.

Parece realmente algo inverosímil, ilógico e imposible. Un ejército rebelde compuesto de 300 hombres y mujeres, mal armados, mal entrenados, enfrentado a 10.000 hombres con armamento de punta, con aviación, con mercenarios, con mucho dinero, y derrotarlo sin ningún atenuante, es realmente admirable.

¿Cuál era la diferencia? Que el ejército rebelde tenía moral revolucionaria, conciencia de clase y una dirección general impecable. Fidel como estratega militar creemos que no tuvo tacha. Fue tan grande como político.

Comienza la introducción diciendo: “Dudé sobre el nombre que le pondría a esta narración, no sabía sí llamarla “La última ofensiva de Batista” o “Cómo 300 derrotaron a 10.000”, que parece un cuento de las mil y una noches”.

Hay al principio algunos datos autobiográficos. En él señala de la manera más honesta: “No nací político, aunque muy niño observé hechos que, grabados en mi mente, me ayudaron a comprender las realidades del mundo”.[i]

En este libro hay una completa narración de las distintas batallas libradas en los 74 días que duró esta ofensiva para expulsar de la Sierra Maestra el ejército de Fulgencio Batista. Dicha narración está acompañada de fotografías y planos. El libro se lee con deleite.

Además, permite dimensionar aún más la grandeza de esta revolución socialista, tiene profundas raíces. Es indestructible. Fue forjada paso a paso, con lágrimas, sudor y sangre. Fidel el gran conductor.

Enseñó más con el ejemplo que con la palabra. Se enfrentó a lo imposible haciéndolo posible. Fue una batalla colectiva. Una batalla obrero – campesina. El único que podría acabar con esta revolución sería el mismo cubano. En esto tenemos la certeza de que Cuba jamás volverá a ser prostíbulo de los Estados Unidos, morirá mil veces antes de hacerle una sola concesión al imperialismo norteamericano. La consigna acompañara esta victoriosa revolución: “Patria o muerte, venceremos”. Además, la obra del comandante Fidel Castro Ruz vivirá en la conciencia de las presentes y futuras generaciones. Qué bien combinó Fidel la genialidad militar con la genialidad política y la ética revolucionaria. Leer este libro es puntal fundamental para dimensionar en su totalidad la obra del inmortal comandante Fidel Castro Ruz.

[i] CASTRO RUZ, Fidel. Por los caminos de la Sierra. La victoria estratégica. Fondo cultural del alba, 2010. Página consultada XI.

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