Jesús María Botero Gutiérrez, ex alcalde de Ibagué, Foto El Universal |
Por Nelson Lombana Silva
Las encuestas en Colombia realmente son poco creíbles, generalmente quien la contrata la gana. Se convierten en distinciones carentes de valor real, objetivo.
Premio Nobel de Paz a Barack Obama. Foto: Tariga |
Juan Manuel Santos, tras recibir el Nobel de la Paz. Foto El País Internacional |
Durante la administración de Ibagué – por ejemplo – el ex alcalde Chucho Botero fue considerado dizque “mejor alcalde de Colombia”. Se le concedió el premio Nobel de Paz a Barack Obama, al mismo Juan Manuel Santos Calderón.
Así las cosas, de ¿Qué ufanarnos? Los ibaguereños no podemos caer en la red de la desinformación levantando e inflando globos de ilusiones que buscan ocultar lo inocultable.
El Tolima había pasado por momentos críticos pero no tanto como ahora. No hay gobierno departamental. El gobernador Oscar Barreto Quiroga hace rato dejó de gobernar, toda su artillería está en función de detener las investigaciones en su contra. La primera batalla en los estrados jurídicos en Bogotá, al parecer la ganó.
Algún ex gobernador dijo con cierta frustración que estaríamos viviendo no la era del código penal, sino de la chequera. La crisis ética en el capitalismo rebasa la imaginación. Cuadros contradictorios se ven a diario.
Un campesino se roba una gallina y es sentenciado casi que automáticamente, mientras que alguien de cuello blanco sindicado es todo un proceso meticuloso y cinematográfico que casi siempre termina con la absolución y el asentamiento de nueva doctrina jurídica.
El pueblo humilde no desconoce del todo que la ley es para los de ruana. “Para el más pendejo”, decía un campesino del sur del Tolima. Desconoce, no obstante, que las leyes colombianas son hechas por la clase dominante para proteger sus intereses de clase, estando en contra del pueblo. No hay una sola ley que pueda decir, favorece al proletariado, al pueblo.
Por lo tanto, los códigos son herramientas que usa la burguesía para inmovilizar al pueblo colombiano. El código de policía – por ejemplo – para no ir muy lejos.
¿Cuántos colombianos asesinó Popeye? Y ya está en la calle y seguramente será parlamentario, así nadie vote por él. Esas son las normas que nos rigen por obra y gracia de la clase dominante.
Cierto dirigente que se reclama de izquierda para más señas, decía abiertamente que el pueblo “era bruto, masoquista e imbécil”, porque siempre votaba por los mismos. No podíamos dar crédito a ese análisis, femenino por cierto.
Sin pretender abrir debate con esa persona, decíamos claramente que el pueblo no es ni bruto, ni masoquista ni imbécil, el pueblo es víctima de los aparatos ideológicos y represivos del Estado Capitalista.
Es héroe, valiente e inteligente, que poco a poco va rompiendo la maraña tan compleja que la clase dominante impone para sostenerse ilegal e ilegítimamente en el poder.
Si ese “cuadro eximio” camina por las nubes y analiza así el comportamiento del pueblo, ¿Qué se puede esperar de éste? Realmente mucho más, por cuanto el pueblo es superior a sus dirigentes como bien lo sentenció Gaitán.
El pueblo colombiano está subyugado bajo el imperio del analfabetismo político, las religiones, el pensum académico por un lado, y por el otro lado, el terrorismo de Estado, las leyes, las cárceles, los paramilitares, la policía, el ejército nacional, la CIA, la DEA, etc.
Hay todo un entramado contra el pueblo. Luego, no es correcto decir que es bruto, masoquista e imbécil. Si esa dirigenta tuviera claridad y conociera un poquito el método marxista, su percepción sería totalmente diferente.
El método marxista es científico, democrático y humanista. Nos permite conocer la dinámica del capitalismo altamente transnacionalizado, lo mismo que la dinámica del pueblo. Conocer este método a ciencia cierta, no mecánicamente, nos permite dimensionar el valor del pueblo, su arrojo y liderazgo para ir rompiendo las cadenas de la opresión y superando los egos que tanto daño hacen a la humanidad.
Es más: Además de conocer la dinámica de la burguesía y del proletariado, el método marxista es tan profundo, que nos orienta a la transformación de la realidad. Carlos Marx, lo dijo: “No se trata únicamente de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.
Con este conocimiento científico, la ética revolucionaria y la acción unitaria, realmente otra ciudad, otro departamento, otro país, sí son posibles. Cuando se tiene modesta formación del método marxista, el valor de las condecoraciones no nos puede obnubilar, las miramos con inventario y le encontramos el fondo de las cosas. Estamos dispuestos a transformar la realidad y no a ocultar la verdad con mentiras, como ese personaje del cual venimos haciendo referencia.
El brillo de las condecoraciones, así las cosas, resulta efímero, fugaz, que solo puede obnubilar al débil ideológicamente. Esconde y elude la cruda realidad para mostrar solo la virtualidad. Ojo con eso.
Así las cosas, de ¿Qué ufanarnos? Los ibaguereños no podemos caer en la red de la desinformación levantando e inflando globos de ilusiones que buscan ocultar lo inocultable.
El Tolima había pasado por momentos críticos pero no tanto como ahora. No hay gobierno departamental. El gobernador Oscar Barreto Quiroga hace rato dejó de gobernar, toda su artillería está en función de detener las investigaciones en su contra. La primera batalla en los estrados jurídicos en Bogotá, al parecer la ganó.
Algún ex gobernador dijo con cierta frustración que estaríamos viviendo no la era del código penal, sino de la chequera. La crisis ética en el capitalismo rebasa la imaginación. Cuadros contradictorios se ven a diario.
Un campesino se roba una gallina y es sentenciado casi que automáticamente, mientras que alguien de cuello blanco sindicado es todo un proceso meticuloso y cinematográfico que casi siempre termina con la absolución y el asentamiento de nueva doctrina jurídica.
El pueblo humilde no desconoce del todo que la ley es para los de ruana. “Para el más pendejo”, decía un campesino del sur del Tolima. Desconoce, no obstante, que las leyes colombianas son hechas por la clase dominante para proteger sus intereses de clase, estando en contra del pueblo. No hay una sola ley que pueda decir, favorece al proletariado, al pueblo.
Por lo tanto, los códigos son herramientas que usa la burguesía para inmovilizar al pueblo colombiano. El código de policía – por ejemplo – para no ir muy lejos.
¿Cuántos colombianos asesinó Popeye? Y ya está en la calle y seguramente será parlamentario, así nadie vote por él. Esas son las normas que nos rigen por obra y gracia de la clase dominante.
Cierto dirigente que se reclama de izquierda para más señas, decía abiertamente que el pueblo “era bruto, masoquista e imbécil”, porque siempre votaba por los mismos. No podíamos dar crédito a ese análisis, femenino por cierto.
Sin pretender abrir debate con esa persona, decíamos claramente que el pueblo no es ni bruto, ni masoquista ni imbécil, el pueblo es víctima de los aparatos ideológicos y represivos del Estado Capitalista.
Es héroe, valiente e inteligente, que poco a poco va rompiendo la maraña tan compleja que la clase dominante impone para sostenerse ilegal e ilegítimamente en el poder.
Si ese “cuadro eximio” camina por las nubes y analiza así el comportamiento del pueblo, ¿Qué se puede esperar de éste? Realmente mucho más, por cuanto el pueblo es superior a sus dirigentes como bien lo sentenció Gaitán.
El pueblo colombiano está subyugado bajo el imperio del analfabetismo político, las religiones, el pensum académico por un lado, y por el otro lado, el terrorismo de Estado, las leyes, las cárceles, los paramilitares, la policía, el ejército nacional, la CIA, la DEA, etc.
Hay todo un entramado contra el pueblo. Luego, no es correcto decir que es bruto, masoquista e imbécil. Si esa dirigenta tuviera claridad y conociera un poquito el método marxista, su percepción sería totalmente diferente.
El método marxista es científico, democrático y humanista. Nos permite conocer la dinámica del capitalismo altamente transnacionalizado, lo mismo que la dinámica del pueblo. Conocer este método a ciencia cierta, no mecánicamente, nos permite dimensionar el valor del pueblo, su arrojo y liderazgo para ir rompiendo las cadenas de la opresión y superando los egos que tanto daño hacen a la humanidad.
Es más: Además de conocer la dinámica de la burguesía y del proletariado, el método marxista es tan profundo, que nos orienta a la transformación de la realidad. Carlos Marx, lo dijo: “No se trata únicamente de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.
Con este conocimiento científico, la ética revolucionaria y la acción unitaria, realmente otra ciudad, otro departamento, otro país, sí son posibles. Cuando se tiene modesta formación del método marxista, el valor de las condecoraciones no nos puede obnubilar, las miramos con inventario y le encontramos el fondo de las cosas. Estamos dispuestos a transformar la realidad y no a ocultar la verdad con mentiras, como ese personaje del cual venimos haciendo referencia.
El brillo de las condecoraciones, así las cosas, resulta efímero, fugaz, que solo puede obnubilar al débil ideológicamente. Esconde y elude la cruda realidad para mostrar solo la virtualidad. Ojo con eso.
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