Camarada Gilberto Vieira y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz |
Nelson Lombana Silva
Momento histórico vive Colombia. La conciencia de clase despierta con más fuerza en la masa colombiana. Ya por lo menos, 8 millones de colombianos y colombianas no se dejan asustar con la palabra: “Comunista”.
Así exista completo desconocimiento de lo que real y científicamente significa el comunismo, hay cierta tolerancia e incluso, admiración, lo cual rompe con esa cerril campaña anticomunista que históricamente han desarrollado la oligarquía colombiana y el imperialismo norteamericano. Eso ya es un avance importante. Se le comienza a romper el espinazo a esta cruda y malévola política de la clase dominante.
En el marco del momento histórico que vive el país con el avance arrollador de la Colombia Humana, Alfonso Velásquez, miembro del Comité Central del Partido Comunista Colombiano, ha indicado que se hace necesario reivindicar la palabra Comunista, habida cuenta que esta significa humanismo, cultura y justicia social.
Realmente es hora de proscribir el anticomunismo que tanto daño le hizo y aún le hace al pueblo colombiano y que utilizó hábilmente la clase dominante para parapetarse en el poder y explotar al pueblo vilmente engañado con ese cuento de terror.
Por supuesto que aún quedan rezagos, sobre todo en esas personas analfabetas políticas que no se atreven a pensar por sí mismas, sino que dejan que los demás piensen por ellas, caso concreto, un gran sector del Centro Democrático, es decir, del uribismo. “Yo voto por el candidato que diga Uribe”, dijo un ibaguereño durante la reciente campaña electoral.
Con esas personas así, resulta muy difícil debatir, porque no tienen criterio propio, identidad para pensar por sí mismas. Dejan que otros decidan por ellas. Sin embargo, a esas personas hay que llegarles con paciencia y pedagogía, escucharlas y escucharlas con sumo detenimiento, pues no están actuando libre y soberanamente, están repitiendo maquinalmente el discurso de la clase dominante. “La batalla de ideas”, diría el comandante Fidel Castro.
El dictador anticomunista
El general Gustavo Rojas Pinilla, fue un fiel exponente del anticomunismo en Colombia, sin admitir que haya sido el único o el principal a través de las polvorientas páginas de la historia.
El próximo 14 de septiembre, se cumplen 64 años que este oscuro teniente coronel, liderara el acto legislativo número 6 de 1954, promulgado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), declarando fuera de la ley al Comunismo. Era presidente de esta Asamblea Nacional, nada más y nada menos que el triste célebre ex presidente Mariano Ospina Pérez.
Gustavo Rojas Pinilla, había dado “golpe de estado” el 13 de junio de 1953, deponiendo al falangista presidente Laureano Gómez. Todo indicaría que tal golpe de estado realmente no existió, lo que existió fue una componenda con el conservatismo y el liberalismo para que este militar asumiera temporalmente los destinos del país. Una hábil maniobra para desestabilizar al “monstruo” Laureano Gómez y sus compinches, no porque primara los intereses de la república, realmente primaba una vez más los intereses particulares de la clase dominante.
Rojas Pinilla era católico devoto, conservador militante y anticomunista acérrimo. Tres días después de haberse tomado el poder, señaló: “Colombia es un país anticomunista y nuestra misión es defender la patria”.[i] Por su parte, el 7 de agosto de 1954, agregaría: “El espíritu católico de la sociedad colombiana preservará a este país de convertirse al comunismo”.[ii]
El acto legislativo fue reglamentado el primero de marzo de 1956, mediante Decreto 0434. A través de este se fijaron normas represivas contra el comunismo en este país. Se determinó que el tenebroso Servicio de Inteligencia Colombiano sería el autorizado para determinar quién era comunista, merecedor de duras sanciones.
Según señala el articulista Roberto Romero Ospina, periodista e investigador del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, había trece causales que iban desde haber prestado dinero a los comunistas, hasta poner una carta al correo haciéndole un servicio al Partido.
Las sanciones eran drásticas. Romero Ospina, señala algunas: Relegaciones a colonias penales hasta por cinco años; perder los derechos y funciones públicas por diez años; no poder ejercer el sindicalismo, ni tampoco hacer parte de las fuerzas militares.
Ante este esperpento jurídico, el Partido Comunista de Colombia reaccionó por intermedio del camarada Gilberto Vieira White, quien expresó públicamente: “La ilegalización es un problema que no atañe únicamente a los Comunistas, sino también a todos los demócratas y patriotas colombianos, porque con esa medida se crea un arma de persecución ideológica y se establece el delito de opinión”.[iii]
Orden de Estados Unidos
Por supuesto que el anticomunismo visceral desarrollado por la burguesía colombiana obedece a la orden imperialista de los Estados Unidos. Ni en eso ha sido original la clase dominante de Colombia. El congreso de este país aprobó el 24 de agosto de 1954, la ley 637 o de control del comunismo, la cual fue asimilada por la clase dirigente colombiana sin cambiarle una coma, lo cual demuestra el extremo estado de sumisión de la burguesía colombiana a los Estados Unidos.
El embajador colombiano en este país imperial, Eduardo Zuleta Ángel, la hizo llegar para ser prácticamente adoptada por el general Gustavo Rojas Pinilla y la clase dominante. No resulta accesorio decir que la clase dirigente colombiana habla español pero piensa en inglés, no toma una sola decisión soberanamente, se limita a repetir el discurso del imperio.
El anticomunismo se ha impuesto en Colombia a sangre y fuego. Son innumerables las personas que han sido asesinadas en este país sudamericano en el marco de esta infeliz práctica.
Tuvo su auge durante la guerra fría. Se enseñó en la tenebrosa escuela de las Américas y se consagró en los manuales contrainsurgentes que el mismo funcionario del entonces DAS, Narváez enseñaba a los militares y a los paramilitares que matar comunistas no era problema.
Sin resolver totalmente el problema anticomunista, incluso, en los mismos movimientos que se autodenominan de izquierda, comienza a surgir un nuevo pensamiento caracterizado por su espíritu democrático, tolerante y de avanzada que comprende que el comunismo ante todo es cultura, humanismo, democracia y justicia social.
Proceso que hay que desarrollar aprovechando la coyuntura para mostrar ampliamente sobre la faz de Colombia la verdadera esencia y naturaleza del comunismo. A esa cruzada es a la que convoca el camarada Alfonso Velásquez.
[i] Revista Taller No.35.Publicación del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales (CEIS). Agosto – septiembre de 2014. Página consultada 11.
[ii] Ibíd. Página consultada 12.
[iii] Ibíd. Página consultada 11.
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