Por Nelson Lombana Silva
Mientras la burguesía utilizando los medios de comunicación masivos paraliza el país con la noticia de que el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, según la CIA, renuncia a la senaduría, al parecer en una nueva jugada maquiavélica para evadir el peso de la justicia, el país nacional, del cual hablara Jorge Eliécer Gaitán, viene siendo asesinado sin contemplación alguna y en completo estado de indefensión.
Al decir de los líderes populares, sindicales, campesinos e indígenas, hace rato la tenebrosa cifra del genocidio contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica, ha sido superada, en medio de un calculado silencio e indiferencia de los dueños y gobernantes del país, quienes se revuelven como “ratas”, buscando la mejor partida burocrática para satisfacer sus apetitos personales.
La nación se viene desangrando por sus cuatros costados y por todos sus poros sin la menor atención ni del gobierno saliente, ni del gobierno entrante. Uno y otro, están centrados en cómo defender el padre del paramilitarismo y la corrupción en santa alianza, de una manera descarada y vergonzosa.
Colombia es hoy por hoy un verdadero necrópolis gigante repleto de víctimas inocentes y anónimas en relación con el poder avasallante de la burguesía. El paramilitarismo se ha robustecido. Las puertas de las cárceles se están abriendo para que salgan los mafiosos y confesos paramilitares. A diario se trabaja intensamente sobre cómo burlar la Constitución Nacional y las leyes que de allí emanan, para colocarlas sin reato alguno, al servicio de la clase dominante.
Mientras esto sucede, el poder mediático actúa desvergonzadamente. Nos aparta de la realidad cotidiana y nos mete en discusiones bizantinas sobre Venezuela y Nicaragua. Según estos medios de comunicación, en estos países sí está pasando cosas muy graves contra el pueblo, en Colombia, como en Macondo, no está pasando nada. Entonces, el pueblo, en su inmensa mayoría, cree ciegamente que el drama de la violencia, la miseria, el desempleo, la muerte de niños por inanición, etc, está ocurriendo en otros países. “Miramos la paja en ojo ajeno”, dijo el alcalde de Ibagué (Tolima), médico Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez, durante la gigantesca Marcha Libertaria.
¿Pasos del fascismo?
“La muerte de un semejante me disminuye porque estoy atado a la humanidad”, dijo John Dalton; por su parte, Ernest Hemingway, nos dice algo así como que “no preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.
La muerte violenta de cualquier ser humano debe generar indignación y rechazo total. Daniel Eduardo Arévalo, dirigente liberal, veterano de los 50s en el municipio de Anzoátegui (Tolima), relataba que antes de comenzar la violencia bipartidista por colores políticos con el fin de asesinar el pensamiento gaitanista, el asesinato de un labriego era noticia escandalosa y el reo era considerado desde entonces, en enemigo de toda la comunidad. Hoy, cae asesinado un líder popular, sindical, campesino o indígena y no pasa nada. Todo sigue igual. Quizás se escucha el comentario lapidario: “Algo debería”.
Es decir, estamos completamente alienados. Ya no sentimos la muerte de un ser humano con asombro, con indignación, con rechazo. Hasta nosotros mismos la justificamos maquinalmente. Como dijera el filósofo: “Hemos perdido la capacidad de asombro”. Estamos maniatados. No sabemos cómo actuar. Nos estamos dejando matar como mansas palomas.
Ese estado de incomunicación, ahistoricismo, desunión y analfabetismo político que caracteriza aún al pueblo colombiano, lo viene capitalizando el binomio militar – paramilitar para imponer la ideología de la muerte que enseña la burguesía liberal – conservadora. Se cree ciegamente que la indiferencia lo salva. Los abstencionistas – por ejemplo – suelen decir con aspaviento: “No estoy ni con los unos, ni con los otros: Todos son iguales”.
Seamos claros: La postura que asumieron Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo. En semejante coyuntura, sabiendo que se estaba definiendo entre la paz y la guerra, entre la vida y la muerte, sin contraer un solo músculo, deciden inclinarse por la “neutralidad”. Falsa neutralidad. Hipócrita neutralidad. Ambos se pusieron abiertamente a favor de la guerra y de la muerte, es decir, a favor de la clase dominante. El Moir recibió su premio con el ministerio para la sobrina de un líder de esta capilla. Seguramente, Fajardo recibirá más adelante.
Cuando analizábamos y participábamos de la campaña, normalmente solíamos decir: “Ojalá nos equivoquemos en los pronósticos”. Desafortunadamente, hasta ahora no nos hemos equivocado. Colombia ha sido condenada a otros cien años de soledad, como dice Gabriel García Márquez. Y para evadir la terrible realidad, monta la burguesía todo un show alrededor de un personaje perverso que trata de huir de la justicia renunciando a la investidura de senador, seguramente arañando la inmunidad presidencial para evitar ir a responder por los presuntos crímenes de lesa humanidad. ¿Eso no es fascismo, asesinar líderes populares simplemente porque no están de acuerdo con la clase dominante que representa el presidente electo, Iván Duque Márquez?
¿Matar docentes? ¡Qué horror!
Atentar contra un ser humano es un crimen atroz. Cuánto más cuando es un presidente de junta de acción comunal, un gobernador indígena, un sindicalista, un artista, un deportista, un estudiante, un docente, un profesor, un comunista, una lideresa. ¿Qué mal le puede hacer un profesor a una comunidad? Matar un profesor es matar las ideas, es asesinar el presente y el futuro. ¡Qué horror! Eso es fascismo. La burguesía quiere que el pueblo no piense y resulta que ya hay 8 millones 34 mil personas, hombres y mujeres, que piensan, que analizan y asumen posturas propositivas y transformadoras. ¿El siniestro plan es acabar con todos ellos y ellas, a sangre y fuego? Podrá esta burguesía matar a muchos, pero no a todos, ni menos asesinar la esperanza de ser libres, soberanos, con derechos y con justo reconocimiento humano.
Recordamos a ese profesor chocoano que fue a trabajar a Caquetá, fue amenazado y asesinado. Al profesor Luis Gabriel Gómez Acosta, rector de la institución Rural Bajo Lorenzo de Puerto Asís (Putumayo), asesinado el 25 de julio, mientras cumplía su sacra misión. El pueblo no se puede quedar cruzado de brazos, el 7 de agosto tenemos que movilizarnos para decirle al gobierno entrante que tiene que desarticular el paramilitarismo y esa terrible alianza con un sector del militarismo. Solo el pueblo unido y movilizado puede echar atrás esa siniestra política criminal narcoparamilitar. No en vano se afirma: “La unión hace la fuerza”.
Recordamos a ese profesor chocoano que fue a trabajar a Caquetá, fue amenazado y asesinado. Al profesor Luis Gabriel Gómez Acosta, rector de la institución Rural Bajo Lorenzo de Puerto Asís (Putumayo), asesinado el 25 de julio, mientras cumplía su sacra misión. El pueblo no se puede quedar cruzado de brazos, el 7 de agosto tenemos que movilizarnos para decirle al gobierno entrante que tiene que desarticular el paramilitarismo y esa terrible alianza con un sector del militarismo. Solo el pueblo unido y movilizado puede echar atrás esa siniestra política criminal narcoparamilitar. No en vano se afirma: “La unión hace la fuerza”.
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