martes, 18 de agosto de 2015

La complejidad de la lucha política

Por Nelson Lombana Silva

Todas las distintas formas de lucha que el pueblo se ha inventado históricamente para resistir y enfrentar el enemigo de clase es válida. Tiene un valor determinante en un momento determinado. Es más: No pierde vigencia.



La lucha reivindicativa es quizás una de las primeras formas de lucha que el pueblo se ha inventado para resistir. Su fin es ante todo economicista. El sindicato lucha – por ejemplo – por un mejor salario, un aumento, una nivelación, etc. Por supuesto que es una lucha válida importante. Hace parte de ella obreros con todas las ideologías habidas y por haber.


Está la lucha armada. Pero, sin lugar a dudas, la lucha más cualificada es la lucha política, por cuanto más allá de reformas efímeras y axiomáticas, la lucha política se plantea el tema del poder. La derrota de la clase dominante y la construcción de la clase dominada.


En términos sencillos y prácticos: La destrucción del sistema capitalista y la construcción del sistema socialista. Por eso la lucha política es profunda, es decir, antiimperialista, anticapitalista y antilatifundista. Incluso, no todos los comunistas la tienen clara, porque la complejidad resulta mayúscula.


La lucha política parte del análisis concreto del momento concreto. Exige universalidad y depuración táctica y estratégica. No es un plan inmodificable y metafísico. Todo lo contrario. Dinámico y producto del entorno.


Así las cosas, los comunistas tenemos que estar permanentemente analizando el diario acontecer en conjunto. Observando las contradicciones y midiendo el pulso de la opinión pública. Pero, no desde una perspectiva simplemente contemplativa. Todo lo contrario: Desde la acción, desde la praxis.


Carlos Marx – por ejemplo – no escribió su obra cumbre El Capital simplemente haciendo conjeturas. Fue a las fábricas, compartió con los obreros, fue obrero y sintió en carne propia las contradicciones del capitalismo, sus fortalezas y sus debilidades.


El método marxista – leninista es fundamental para comprender la lucha política y sobre todo, para ayudar a desarrollarla. Por cuanto la lucha política es todo un proceso complejo con avances y retrocesos, errores y aciertos, coincidencias y contradicciones, permanentemente.


Una de las formas del desarrollo de la lucha política es la alianza. ¿Cuándo se da la alianza? Cuando la fuerza política no tiene la suficiente fuerza para desarrollarse solita. Eso significa que la alianza se hace con contrarios, que tiene alguna afinidad. Lenin las caracterizó en su momento, como una forma de avanzar. No hacerlo así es aislarnos y hacer más dispendiosa la lucha política.


Claro, hay que tener madurez política, saber qué se quiere exactamente. En política no se puede divagar, tampoco improvisar. Es o no es.


Por ejemplo. El momento de coyuntura que vive el país es sin lugar a dudas la paz y los diálogos de la Habana. Buscar aliados de la paz es tarea prioritaria de los comunistas. No nos podemos enclaustrar en sectarismos o en puritanismos reaccionarios. Si un reaccionario del establecimiento habla de paz hay que apoyarlo, así su postura sea errónea o falsa. De lo que se trata es de crear todo un ambiente de paz para cerrarle la brecha a los amigos de la guerra, empezando por los medios masivos de comunicación.


Como están las condiciones reales (concretas) no podemos darnos el lujo de decir: “Este no porque es hipócrita en torno de la paz”. Si el legislador burgués grita: “viva la paz”, hay que contestarle con fuerza: “Viva, viva, viva”. Lo que no se puede hacer es rechiflarlo o mostrarnos reacio con el entendido que él no tiene la verdad y nosotros sí. Solitos no podemos avanzar, juntos, unidos, sí.


Manejar entonces las alianzas es sin lugar a dudas una forma de lucha política muy importante, sobre todo cuando tenemos una izquierda polarizada, dividida y con poca vocación de poder aún. El palo no está para hacer cucharas y levantar aventuras de falso puritanismo y radicalismo a ultranza como lo plantean algunos. Hay que pensar para actuar y no actuar para pensar. Es más: Hay que actuar más con la razón que con la emoción.


¿Hay diferencias entre los candidatos a la gobernación del Tolima Oscar Barreto Quiroga y Mauricio Jaramillo Martínez? Claro que las hay. Esas contradicciones – por pequeñas que sean – hay que examinarlas detalladamente con espíritu político y con proyección. Balancearlas, pero no con espíritu contemplativo.


La política no es una línea perfecta. Todo lo contrario. Todos esos aspectos hay que examinar para tomar una decisión. Por supuesto que ambos candidatos son de derecha y ambos se inclinarán en la defensa de su clase social. Obvio. Pero, Barreto es de extrema derecha, militarista y al parecer paramilitarista. Miremos bien.


Resulta catastrófica la tesis de que mejor el más malo, que eso ayudaría a radicalizar los procesos. Eso no es tan cierto. Si así fuera, el continente africano ya sería libre, por ejemplo. Lo que ayuda a crear conciencia es la educación política. Un pueblo educado políticamente está dispuesto a romper las cadenas de la opresión. Y esa actividad es un proceso, donde habremos de necesitar amigos, aliados, simpatizantes, etc.


Todo eso es lo que hay que mirar objetivamente, políticamente. Mirar con la razón y no con la emoción. La lucha política es una actividad no muy fácil. El árbol no nos puede impedir ver el bosque.  Ojo con eso. Ojo pelado.


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