lunes, 20 de abril de 2020

La burguesía no ha tenido voluntad de paz

Por Nelson Lombana Silva

La burguesía colombiana nunca ha tenido voluntad de paz, nunca se ha propuesto dirimir las contradicciones de clase utilizando métodos civilizados y persuasivos. Siempre ha usado la violencia, el terrorismo de estado y la dura represión.


La otra característica es que nunca ha cumplido lo pactado. Siempre ha hecho trizas lo acordado, eliminando físicamente a la contraparte y mentido secularmente. José Antonio Galán, guerrillero de la época, fue traicionado, asesinado, torturado y descuartizado en 1782.

Las guerrillas liberales de Guadalupe Salcedo, también fueron paulatinamente eliminadas comenzando por su jefe en Bogotá, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, en 1953.

El acuerdo de paz con el M – 19 también fue ahogado en sangre de los guerrilleros que creyeron en la voluntad del gobierno de la época. Una vez depusieron las armas, fueron selectivamente asesinados. Dejaron, seguramente, los que no representaban peligro para el establecimiento.

El actual fallido proceso de paz concebido en la Habana (Cuba) y firmado en Bogotá entre las FARC – EP y el Estado, ya registra el asesinato de cerca de 200 ex guerrilleros desmovilizados. El acuerdo fue modificado y lo poco que subsiste viene siendo desconocido por el actual gobierno. Su objetivo único era quitarles las armas.   

Históricamente, esta ha sido una burguesía atrasada y criminal que no quiere compartir nada con el pueblo. Absolutamente, todo para ella. La avaricia no tiene fronteras.

El paramilitarismo como política de Estado sigue su curso común y silvestre. Por el contrario. Cada día se ha puesto más en evidencia que el militarismo y el paramilitarismo es el mismo proyecto del Estado. El paramilitarismo como tal – dicen los entendidos – no tiene una estructura jerárquica y en cambio sí tiene la capacidad de golpear simultáneamente en distintas regiones del país.

La burguesía no está en condiciones de cumplir su palabra y menos aclimatar la paz. Su dinámica es la guerra, la corrupción y el narcotráfico. Eso explica por qué la insurgencia armada se ve obligada a retomar la lucha clandestina en Colombia. La más elemental razón es la preservación de la vida.

Hay que, de todas maneras, seguir levantando la consigna de la solución política y mirando formas creativas de lucha y resistencia contra este régimen criminal y oprobioso que ha matado tanta gente en Colombia, y no para, continúa con su exterminio sin piedad alguna. El único que puede parar este baño de sangre es el pueblo, pero debidamente organizado, politizado y movilizado.

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