miércoles, 15 de febrero de 2017

Ser profesional de la revolución

De la crítica y autocrítica
Por Nelson Lombana Silva


La teoría es muy importante. La crítica también. Es más: Son elementos fundamentales, para decirlo de alguna manera. Pero, no es suficiente para transformar la realidad. Es como el que ara y ara pero nunca siembra, dice Platón.



Quizás nos hemos quedado en criticar por criticar, de una manera bien simpática: Todo lo que haga el otro es digno de censurar y todo lo que hago yo es perfecto. Así las cosas, lo que salga mal es por culpa del otro y lo que salga bien es por mi capacidad y prodigio.


La tesis es que el revolucionario marxista – leninista no puede aceptar esta concepción, por cuanto es dogmática y metafísica. Es más: No consulta con el plan estratégico “del comunismo.


La batalla ideológica, que bien la dimensionó el comandante Fidel Castro, no es de poca monta. No es fácil digerirla. Se hace más compleja cuando  la distanciamos de la práctica. Realmente no se le encuentra ni pies, ni cabeza.


Los apologéticos de estas teorías se han inventado el concepto de “intelectual” y a la sombra de éste, han montado toda una parafernalia para significar que deben existir unos que dicen y otros que hacen. Esos “intelectuales” deben estar en pared de cristal, suite bien perfumada y con el sabio deber de solo decir qué hacer.  Ellos no van a la barricada. Ellos no visitan la Colombia profunda. Ellos no se reúnen con la base. Se han auto concientizado que ellos deben estar allá arriba, entre las nubes. Entonces, se hacen los intocables. Su palabra es la ley inmodificable.


Mezclan la miel con la pomada y eso le da un producto: “Profesionales de la revolución”. Hay un amigo que lleva casi 30 años en el Sena. Vive de dictar clases y reunir mucha comunidad. Pues ni corto ni perezoso se considera profesional de la revolución. Incluso, en cierta oportunidad propuso que el Partido debería ser orientado por el Sena. Es más: Que el Partido debería estar a merced del sindicato del Sena. Más claro: Este sindicato debería orientar al Partido.


¿Por qué se dan estas situaciones? Seguramente hay muchas causas. Sin embargo, me parece que la causa fundamental es el distanciamiento entre la teoría y la práctica. Nos quedamos teorizando en el aire, no aterrizamos y eso nos lleva a conclusiones de esta naturaleza.


Yo admiro la ciencia, el conocimiento, la academia. Soy profesional. Pero, me parece que para ser profesional de la revolución no es exclusivamente porque voy a la universidad y adquiero un título. El título por sí, no me hace profesional de la revolución. Hay valores que quizás no se aprenden en la universidad, sino que se aprenden al calor de la praxis. La honradez, la conciencia social y de clase, el compromiso con un proyecto estratégico, la capacidad de asombro, la coherencia. ¿Quién va a la universidad a hacer un semestre o dos de coherencia?


Ahora, ¿para qué planteamos estos devaneos? El propósito básico es unir. Romper esquemas excluyentes de intelectuales y no intelectuales. Acercarnos. Fortalecernos y dinamizar dialécticamente el binomio: Teoría – Práctica. Fidel Castro le salió al paso a estas concepciones idealistas afirmando que todo ser humano es intelectual, porque tiene intelecto. Quiero decir que para ser profesional de la revolución no necesariamente tiene que ser un académico o universitario. Manuel Marulanda Vélez fue un profesional de la revolución y no fue universitario, por ejemplo. Tampoco quiero desconocer el papel de los intelectuales, el esfuerzo heroico que muchos han hecho, hacen y harán en este duro pero emocionante proceso revolucionario. Lo que sucede también es que se atraviesan intelectuales e intelectualoides, otra discusión que hay que dar en el marco de la unidad, la tolerancia y la participación. Un intelectual es la persona que va a la universidad porque quiere aprender para ser más persona en función social y el intelectualoide es aquel que va al claustro solo por un título para creerse superior a los demás. ¿Cuál es nuestra conducta?





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