Nelson Lombana foto archivo @ondad1470 |
Si algo tiene la oligarquía colombiana es su poca palabra para cumplir lo pactado. Y si se trata de paz resulta más notorio su incumplimiento. No podemos engañarnos, tampoco hacer análisis en el aire, más con el corazón que con la razón.
En ese sentido, me parece fuera de contexto la afirmación del maestro José Ramón Llanos, cuando afirma: “El acuerdo de paz firmado con el M – 19 y el presidente Virgilio Barco, fue cumplido por ambas partes”.[i]
A nuestro real entender, el presidente Virgilio Barco Vargas no cumplió en su totalidad con lo acordado. Incluso, podría uno decir que ni siquiera este mismo movimiento guerrillero cumplió en su totalidad la esencia de los acuerdos. Habría que hacer un estudio profundo para determinar con exactitud la posición que asumió finalmente el M – 19 una vez dejó las armas. Sobre todo cuando uno habla con la base, el guerrillero “raso” y dice que realmente la lucha fue traicionada por cuanto fue favorecida la cúpula solamente. Incluso, algunos vergonzosamente se matricularon en la extrema derecha como Heber Bustamante, quien sin pena y sin gloria pasó a hacer parte del Centro Democrático.
Durante el gobierno de Barco Vargas la violencia contra la izquierda alcanzó índices monstruosos. El genocidio contra la Up y el Partido Comunista fue de marca mayor. Los principales cuadros del M – 19, quizás, los más consecuentes y claros políticamente, cayeron bajo el impacto del binomio militar – paramilitar. Es decir, el terrorismo de Estado se exacerbó durante este período presidencial. Por lo tanto, resulta inconsecuente decir que el presidente Barco Vargas cumplió el acuerdo.
Hay que recordar los horrendos magnicidios de Carlos Pizarro León Gómez, Carlos Toledo Plata, Afranio Parra, entre tantos otros. Un Estado no puede firmar un pacto de paz, seguir asesinando a los amnistiados y uno decir plácidamente que el jefe de Estado de ese entonces cumplió el acuerdo.
Creo que la historia hay que leerla de manera más clara y real para no levantar conjeturas en el aire. Pero sobre todo, para mirar con mucho optimismo el actual proceso de paz con las Farc – Ep y el ELN, pero igualmente, con mucho realismo.
Hemos dicho en distintos escenarios que la oligarquía colombiana además de ser criminal, marrullera y ambiciosa, es intransigente a hacer ciertas concesiones al pueblo. Quiere una paz gratis. Es decir, quitarle las armas a la insurgencia solamente.
Caminar sobre realidades históricas nos compromete a proponer la movilización popular, campesina e indígena en defensa de los acuerdos de la Habana y del proceso que se abre con el ELN. Mientras el pueblo no sea el protagonista central y entienda que estas conquistas no son propiamente del movimiento guerrillero sino del pueblo, será muy difícil que dichos acuerdos se materialicen en la práctica. Hay que luchar para evitar otra frustración más. Y el camino expedito es sin lugar a dudas la lucha de masas.
En esa dinámica su majestad la unidad constituye el eje central, el motor impulsor de cambios estructurales. Pero desde luego, la unidad fundamentada y no simplemente la unidad por la unidad.
Los últimos hechos del orden nacional prenden las alarmas. En ese sentido, resulta válido el encuentro nacional por la paz. Ese encuentro debe tener dos componentes fundamentales: Teórico y Práctico. Es decir, buscar puntos de convergencia de las izquierdas y más allá de estas, y movilización. No podemos perder de vista que la conquista de la paz con justicia social es un disputa cruzada por la lucha de clases.
Para comprender correctamente el momento histórico hay que saber caracterizar los gobiernos que ha tenido esta sufrida y lacerada república. Hay que hilar sobre hechos concretos, reales y tangibles. El tiempo no es para especular.
[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición 2873. Página 5.
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