El club Deportes Tolima, propiedad del multimillonario Gabriel Camargo y Leonor Serrano, se coronó campeón del rentado colombiano el pasado 9 de junio en el monumental estadio olímpico de la ciudad de la eterna primavera, Medellín, al derrotar al encopetado club Atlético Nacional desde los once fatídicos pasos.
Realmente fue una hazaña. Todos los pronósticos indicaban que la 17 estrella sería para el equipo verde de la montaña. Era una crónica anunciada. El “Tolimita del alma” asistiría a un simple paseo en cumplimiento del calendario futbolero.
No fue así. Hoy el Deportes Tolima cuenta en su pecho con la segunda estrella, fruto del trabajo tesorero de sus jugadores, su cuerpo técnico liderado por Gamero y la constancia de la fanaticada. Se prodigó a fondo. Peleó. Batalló. Luchó contra la adversidad y la incredulidad de muchos y muchas. Venció categóricamente. Los periodistas adocenados de la capital de la república lo tuvieron que reconocer a regañadientes. Hay un nuevo campeón en el fútbol colombiano. Se llama: Club Deportes Tolima.
La otra hazaña: Petro presidente
El pequeño David derrotó categóricamente al gigante Goliat. Atlético Nacional lo tenía todo a su favor. Había derrotado al Deportes Tolima en Ibagué por la mínima diferencia, estaba jugando de local ante una de las mejores fanaticadas del país, el árbitro había dejado de pitar algunos penaltis, unos a favor y otros en contra de la escuadra vino tinto y oro. Todo estaba listo para que Atlético Nacional festejara, diera la vuelta olímpica. “Tolimita”, sin tanto jugador costoso, le aguó el festejo al pueblo paisa. No en vano alguien dijo: “El fútbol es una caja de sorpresas”.
¿Qué enseñanza nos deja el Deportes Tolima? Fundamentalmente que no hay imposibles, sí se puede derrotar a los gigantes. Un veterano habitante del corregimiento de Villa Restrepo, municipio de Ibagué (Tolima), exclamó un día después de la victoria deportiva: “El Deportes Tolima quedó campeón contra todo pronóstico, eso indica que Gustavo Petro ganará la presidencia de Colombia. Sí se puede”.
Lo dijo con mucha convicción mientras instalaba el toldillo de tafetán para vender sus cachivaches, por ser día de mercado. Su opinión no fue exclusiva. Las redes sociales se dispararon en esta misma dirección. Un pobre uribista dijo casi por entre los dientes: “¿Qué tal una sorpresa así el 17 de junio?”
Gustavo Petro está enfrentando un gigante de la corrupción, de la violencia y de la incomunicación. Un candidato rodeado por lo más corrupto y descompuesto de la sociedad colombiana: El padre del paramilitarismo, Álvaro Uribe Vélez, la gata, Popeye, el lugarteniente de Pablo Escobar, José Obdulio, Kiko, Martha Lucía, Oscar Barreto, Gustavo Ramos Arjona, etc, etc.
¿Qué futuro puede tener usted con una casta oligárquica descompuesta gobernando hace más de doscientos años? ¿Cuál futuro? Causa rabia cuando Iván Duque habla de futuro. Es una burla, un adefesio contra la historia y la ciudadanía colombiana. ¿Doscientos años sin resolver la miseria y la violencia en Colombia, diciendo cínicamente el señor Duque que él encarna el futuro?
Nunca ha gobernado a Colombia un presidente decente, democrático e incluyente. Sin embargo, nos vamos lanza en ristre y lo condenamos como si hubiera sido gobierno. En cambio, doscientos años gobernando los mismos con las mismas y todavía seguimos pensando que allí hay futuro para el pueblo secularmente engañado, explotado y martirizado. Ese embrujo hay que derrotar el 17 de junio en las urnas con la misma contundencia que lo hizo el Deportes Tolima en Medellín (Antioquia). Se puede, claro que se puede. Aprendamos la lección que nos ha dado el onceno Pijao. Votar por Petro es votar por la vida y la esperanza del pueblo colombiano. Vamos por otra hazaña…
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