jueves, 28 de junio de 2018

En Tolima: A sus 94 años de edad, Comunista sigue firme, vivito y coleando

Camarada Pedro Enrique Muñoz González. Foto Nelosi
Por Nelson Lombana Silva

Transitando por la carrera tercera, la avenida emblemática de la ciudad de Ibagué (Tolima), nos encontramos con el camarada Pedro Enrique Muñoz González. Estaba sentado bajo el también emblemático mango del parque Manuel Murillo Toro. “Necesito hablar con usted”, me dijo. “¿Cuándo se pasa por la casa? Quiero contarle algo”.


“Tengo mil vueltas por hacer – le dijimos – pero esta misma semana lo visitaremos”. Nos pareció extraña esa invitación, pues había de por medio mucha efusividad. Siempre lo visitamos con alguna regularidad. Antier nos lo encontramos casi en el mismo sitio. “Ahora sí no se nos escapa camarada, camine tomamos tinto”.

“¿Qué me tiene que decir?”, le preguntamos expectantes saboreando el café oscuro sin azúcar. El camarada Pedro Enrique Muñoz González, dejó escapar una sonrisa espontánea y efusiva. “Es que el pasado 15 de junio me celebraron el cumpleaños número 94. ¿Qué le parece?”

Realmente no pudimos ocultar el asombro. Físicamente no refleja esa edad. Camina erguido. Lee permanentemente y hace análisis políticos con mucha madurez. Cuerdo. Ágil. Emprendedor y dinámico.

Ama al Partido Comunista. No sabe cómo llegó a él, no recuerda. Sin embargo, dice que tuvo relación con el Partido en el Tolima, gracias a la ocurrencia de atreverse a colocar a la venta públicamente el semanario Voz Proletaria (hoy VOZ La verdad del pueblo). Lo hizo durante la dictadura del triste célebre ex presidente Julio Cesar Turbay Ayala y el ministro de guerra, Luis Carlos Camacho Leiva, en el marco del tenebroso estatuto de seguridad.

Ese fue el puente para llegar al Partido y hacerse cuadro político de talla departamental. Dos acciones fundamentales desarrolló en esta dirección: De un lado creó la comisión de derechos humanos pro presos políticos y dos, se preocupó por difundir la literatura marxista – leninista, especialmente el semanario comunista.

Es un hombre de carácter y reciedumbre. Dice sin ambages que solo la “huesuda” (la muerte), lo alejará del Partido Comunista. Ateo, tuvo el honor de hacerle botas al legendario comandante de las Farc – Ep, Jacobo Arenas.

Ve con preocupación el arribo a la presidencia de la república de Iván Duque Márquez, dice que correrá mucha sangre y lágrimas por una equivocación más del pueblo colombiano. Sin embargo, señala que el arribo de la izquierda al gobierno nacional está cerca.

En ese sentido, llama a multiplicar los votos obtenidos por Petro, avanzando en la unidad y la organización en toda la nación. Critica a algunos cuadros y llama a la juventud a asumir su papel histórico.

Para comprobar su capacidad física y mental desarrollamos un diálogo amplio sobre distintos temas de su vida, de la vida de la república y del Partido. Dejando escapar a menudo amplias carcajadas, el camarada Muñoz González, contó lo que él considera parte de su historia, historia que está concatenada al Partido Comunista Colombiano y al país en general. Es, ciertamente, admirable su lucidez mental y su franqueza al hablar. El reportaje  es el siguiente:

-         Camarada Pedro Enrique Muñoz González, ¿Cómo se siente con sus 94 años de edad?
Me siento muy bien. Ando y no me canso. Estoy leyendo perfectamente sin gafas. No las uso, no las he usado. No sufro de agitación, ni del corazón, ni del pecho.

-         ¿Por qué este estado de salud tan vigoroso y saludable?

Prácticamente no tengo una respuesta precisa para esa pregunta. Pero, creo yo, que yo mismo me he dado la vida. Mi papá era un hombre muy borracho. Todos los días bebía. A mí no me gustaba eso. Lo mismo que él era muy beato, mientras yo siempre he sido ateo.

Hablándolo a carta cabal: Yo soy ateo, no creo en nada. Realmente no sé a qué atribuir el estado de salud. De todas maneras, no siento nada, no tengo preocupaciones de que hay Dios, de que no hay. Nada de eso me preocupa.

Creo que eso me ha ayudado a preservar la vida. No vivo preocupado que si hago esto Dios me castiga. A pesar de que la enseñanza que mi padre me dio fue esa: Aferrado al catolicismo.

Desde la edad de los siete años. En esa época había una hermandad, no sé si todavía exista, hermanos del sagrado corazón de Jesús. Mi papá a la edad de siete años me matriculó en esta congregación y cada mes me tocaba ir a confesarme y a la hora santa, hora que comenzaba a las doce de la noche, todos los primeros viernes de cada mes. 

A esa hora tenía que coger para la casa y quedaba de distancia del centro de Ibagué (Calle 10) hasta el barrio el Salado, más o menos. Descalzo, sin siquiera unas cotizas, tropezándome en la oscuridad. Era constante esta rutina cada primer vienes de cada mes.

Eso me fue despertando fobia, antipatía a eso que me estaba obligando mi padre a hacer en contra de mi voluntad. Yo cogí entonces otro camino: El ateísmo. No creer en nada. Así me crié.

De igual manera, así he criado a mis hijos, con entera libertad. Si ellos quieren creer, pues que crean; si no quieren creer pues que no crean. Ese no es problema fundamental que me trasnoche. Al parecer, la mayoría también van para el ateísmo. Nunca les he dicho: No crean. Nunca. Respeto mucho la forma de pensar de mis hijos. Lo mismo asumo en el terreno político.

-         Camarada, ¿Cuál es su dieta alimentaria?

Mi alimentación preferida siempre ha sido la leche, el queso, las verduras, la carne me gusta mucho, pero más que todo la de marrano, la de cerdo. Me encanta.

Cuando era niño, en la casa había una marranera, eran dieciocho cerdos. Mi papá tenía trapiche. Sale mucha cachaza. En unas canoas grandes que había, les echaba esa cachaza revuelta con agua. Eso tomaban los marranos. Dejaban el cuncho y al otro día eso se fermentaba y los marranos se emborrachaban. Yo me divertía viéndolos todos borrachos.

Son cosas que guarda uno como recuerdo. Era chistoso. Eso eran las vivencias de niño en la casa de mis padres.

Repito: A los siete años mi papá me obligó a hacer cosas que no me gustaba, tenía que hacerlo. A ser miembro de la comunidad del sagrado corazón de Jesús. Tenía mucha fe en San Antonio, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Adoraba a todos los santos. Compraba velas para alumbrarlos. Le hacía rezar a uno las letanías, el rosario a las cuatro de la mañana, cantar a esa hora, etc.
Era para mí una tragedia, me mataba, pero me tocaba, de lo contrario, me exponía a ser severamente castigado. Me tocaba hacerle caso a mi papá. No había otra alternativa. No hacerlo era exponerse a latigazos.

Era rezando tieso y parejo, muchas veces hasta la una y dos de la mañana, para después tomar un camino destapado y sin alpargates siquiera. Casi siempre llegaba a la casa chorreando sangre de los deditos y mi padre decía que ese sacrificio era agradable a Dios. Pronto me hice a la idea que ese Dios era criminal y torturador.

Debo decirlo con honradez: Mi papá nunca me pegó, nunca me castigó físicamente. Me obligó a creer en cosas irreales, ilógicas, pero yo rápidamente me fui apartando de eso y hasta hoy, por ese camino del ateísmo me he ido, sintiéndome completamente libre de creencias que atan y esclavizan. Idiotizan y hacen al pueblo sumiso.

-         Camarada Pedro Enrique, ¿Actualmente cuál es su rutina diaria?
Mi afición es la lectura. Leo permanentemente. Afortunadamente, no tengo que usar gafas. Leo muy bien así. Por tarde a las ocho de la noche ya estoy dormido. Me levanto a las seis o siete de la mañana, claro, si no me despiertan antes. Hay veces soy tan conchudo que desayuno, vuelvo y me acuesto y duermo.

-         ¿Cuántos hijos tiene usted, camarada?

Según las cuentas, si no me he perdido tengo diecisiete. Pero, yo creo que tengo más. Sí, porque me gustaba mucho trasnochar con las viejas. En ese tiempo había el cuento de espíritus, espantos. La gente decía que en tal sitio salía el diablo. Casi todas las noches, después de las nueve de la noche, donde me decían que salía el diablo, me iba y me sentaba en un barranco para esperarlo. Pero nunca me salió.

Mi papá se ponía verraco, porque pensaba que yo estaba donde las putas, pero en realidad yo estaba esperando era el diablo. Claro que él tenía razón, porque el “diablo” son las mujeres.

-         Dice que es un gran lector. ¿Qué lee usted?

Cualquier cosa, lo que salga. Leo todo lo que encuentre. Leo esa letra menudita, menudita, yo la leo sin gafas. Leo todo, menos la “sagrada” biblia. A eso sí no le jalo. Pero si me dicen que lea la biblia hasta de pronto, pero poco me llama la atención. Eso es un negocio de las iglesias, una forma de conseguirse la monedita. Si tuviera las ayudaría, pero no tengo.

-         Lo vemos leyendo cada ocho días el semanario VOZ La verdad del pueblo. ¿Qué lo anima?
Desde que salió este periódico lo he venido leyendo y lo he comprado. Este periódico durante un tiempo fue clandestino. Tengo el honor que en la época cruda del terrorismo de estado, durante el estatuto de seguridad de Julio Cesar Turbay Ayala y el general Luis Carlos Camacho Leiva, con semejante persecución, fui el primero en poner este periódico a circular públicamente en Ibagué.

Al lado de la catedral, sobre la tercera con calle diez, había una casetica pequeña, donde vendían dulces y revistas. Esa casetica era de Cristóbal Lugo, conservador de raca mandaca. Sin embargo, le dije que si me dejaba colgar un ejemplar del periódico cuando se llamaba Voz Proletaria. Me dijo que sí, pero que no respondía. Yo le dije: Tranquilo. Usted no tiene que responder por nada. Era prohibido.

Esa vez colgamos dos ejemplares. No se vendió ninguno. En la siguiente semana, se vendió uno. Descansé, pues no tenía que pagar sino uno. Siguió y siguió el ejercicio, aumentando la venta.

Este periódico era prohibido. Era cargado bien doblado y guardado. Tengo ese orgullo de haberlo puesto en circulación en Ibagué públicamente. Se siguió vendiendo públicamente.

-         Usted fue dirigente de la izquierda tolimense, especialmente del Partido Comunista. ¿Cómo recuerda esta experiencia?

La experiencia en el partido, prácticamente, desde niño abracé este pensamiento político. Sin embargo, he de decir que nadie me dijo que siguiera este pensamiento de niño e incluso, de joven. Al contrario. Tenía que ser de derecha. En esas contradicciones me fui formando políticamente.

Cuando me hice varón, hecho y derecho, dejé eso del cristianismo. Me fui a pagar servicio militar a Leticia. Leticia era un caserío pequeño de casuchas perdidas en la selva. Los Huitotos eran los indígenas de allí. Establecí con esta tribu buena amistad. Para que me permitieran entrar allí, le llevaba al cacique, ropa militar que le robaba a los soldados. Se ponían más contentos. Me daban huevos, gallinas, pollos, etc. No era que yo pedía eso a cambio. Era voluntad de ellos. Nunca les dije cómo era que yo adquiría esa ropa. Eso sí nunca.

Era algo que me nacía. Era un instinto. Sentía la necesidad de ayudar de esa manera a esa comunidad indígena. Si mi papá se hubiera dado cuenta me excomulga, porque él sí era conservador de raca mandaca.

Mi padre quería que yo fuera cura, pero no me dio estudio. Cómo iba a ser cura. Cuando mi madre estaba embarazada de mí, mi papá le tocaba la barriga y decía: “Mi curita, mi curita”. No sé cómo adivinaba que era un machito el que estaba en el vientre de mi mamá, el que tenía que ser curita.

Tal vez, son cosas de la vida. Tal vez lo que él más odiaba, yo vine a hacer eso. Contrario a sus creencias.

-         En esas condiciones tan adversas, ¿Cómo llegó usted a militar en el Partido Comunista?
No sé realmente. Yo desde muy joven, a las escondidas de mi papá, compraba un periódico que no recuerdo ahora su nombre, pero un periódico algo de izquierda. Valía cinco centavos. Lo compraba y me iba para el monte a leerlo. Con el cuento de arrear las vacas, los caballos, las ovejas, me llevaba este periódico y lo leía con mucha atención. Leía bastante, pero a escondidas de mi papa, temiendo su reacción y castigo.

Nadie me dijo. Simplemente me gustaba. Era rebelde. Sigo siendo rebelde. Si en esa época hubiera existido guerrilla, tal vez yo hubiera sido uno de los primeros en integrarla. Me gustaba ser rebelde. No toleraba la injusticia y la desigualdad social.

Siendo hombre me metí de frente a la lucha revolucionaria, pues ya podía gobernarme. Dejé la iglesia, la misa, ir a confesarme, dejé de ser hermano del sagrado corazón de Jesús y me metí a la escuela de Carlos Marx. Esa es la historia mía políticamente.

-         ¿Cómo se hizo dirigente del Partido Comunista en el Tolima?

Nadie me dijo que tenía que ser comunista. Me relacioné con el partido por intermedio del periódico. No sé quién se dio cuenta que yo hacía fijar el periódico públicamente en esa casetica y que asumía el pago de los números sobrantes, creo que fue el camarada Jairo Espinosa, aunque no estoy muy seguro.

Lo cierto fue que me dijo: “Camarada, el periódico que le quede pase la cuenta al Partido, el partido tiene que pagarlo”. Así me quitaron esa carguita de encima. Yo duré mucho tiempo pagando el periódico sobrante. Los pagaba.

Así llegué al Partido y a ser cuadro dirigente en el Tolima. Claro que la historia es larga, pero resumidamente fue así.

-         ¿Qué hizo usted como dirigente del Partido Comunista en el Tolima?
Lo primero que hice siendo dirigente del Partido Comunista, fue fundar la comisión de solidaridad pro presos políticos, comisión que hoy se encuentra muerta en el Tolima.

Yo iba todos los sábados, todos los sábados a ver los presos políticos. Al haber cambio de dirección fui reemplazado por Heber García y ese compañero nunca fue a ver a los presos. Nunca fue a ver a los presos políticos. Le daba miedo.

-         Siendo usted miembro directivo de la comisión de derechos humanos del partido, ¿Qué actividades hacían para reunir recursos económicos?
Primero, me duele mucho que el Partido en el Tolima haya dejado de atender con entusiasmo esta comisión de solidaridad con los presos políticos. Yo, cada tres meses, cada tres meses, o sea, cuatro veces en el año, hacía un acto financiero con el fin de conseguir recursos para la comisión de solidaridad fundada por mí. Todo eso se acabó.

-         ¿Qué actividades en concreto hacía para conseguir recursos económicos?

Desde enero de cada año, yo planeaba el programa a desarrollar durante el año, todas las actividades y poco a poco la íbamos desarrollando con entusiasmo y honradez. Eran diversas actividades como paseos, rifas, ayudas de personas solidarias, bonos, etc. Eso se acabó.

-         ¿Recuerda nombres de presos políticos que usted visitó?

Me acuerdo de Pedro Benito, Ricardo González. Realmente eran muchos los presos políticos, pero no me acuerdo, la memoria me falla. Era para mí un honor visitarlos y colaborar a mitigar la prisión. Me duele que esa iniciativa haya muerto en el Tolima, no sé en Colombia.

Pienso que hoy los presos políticos están abandonados. Nadie del partido los visita, como si fueran verdaderos delincuentes. Ellos no son delincuentes, son luchadores populares del partido, pero los tienen abandonados. Es la pura verdad. Yo era el único que iba. Por eso fundé la comisión de solidaridad. Llueva o truene siempre los visitaba los sábados.

-         ¿Cómo ve la elección presidencial de Iván Duque Márquez, del Centro Democrático?

Es un duro retroceso para la izquierda colombiana. Según su historial, es un oligarca. Nunca ha sido amigo del Partido Comunista. Es un enemigo del Partido. Esa es la realidad. Una desgracia para Colombia, para la paz, la soberanía nacional y la unidad.

Lástima yo estar tan viejito. No me falta convicción. Sé que moriré siendo comunista. No tengo la menor duda. Permaneceré en el partido humildemente. Soy uno de los más viejos del Partido, no tanto en edad, como sí en la militancia del Partido.

-         ¿Cuánto tiempo militando en el PCC?

Francamente no tengo la precaución de tener en cuenta los años de militancia. Me acuerdo cuando el periódico se llamaba Voz Proletaria. Ya militaba. A propósito, una vez la policía me cogió siete periódicos y me los tiró a la calle. Yo fui los recogí y los coloqué a circular nuevamente. No me volvieron a molestar, ni me volvieron a decir nada.

Ese ha sido mi oficio político, al lado de los derechos humanos, difundir la literatura del Partido, especialmente el semanario VOZ.

-         Colombia eligió a Iván Duque Márquez presidente de la república. ¿Se equivocó o acertó?
Creo que Colombia se equivocó. Es una de las tantas equivocaciones que la oligarquía colombiana ha cometido. Mejor: acertijo para ella, porque para el pueblo es una tragedia que le significará sangre y lágrimas. Eso es lo que tengo que decir.

-         La izquierda colombiana liderada en esta oportunidad por Gustavo Petro tuvo una votación abultada. ¿Cómo la analiza?

Indudablemente. En las condiciones de violencia que vive el país, el ventajismo y la corrupción de la clase gobernante, este resultado es un rotundo éxito. Un anuncio de que el arribo de la izquierda al gobierno está cerca. Hay que multiplicar esta votación, fortalecer la unidad y la organización. Estamos cerca. El Partido Comunista tiene que jugar un papel importante en este momento histórico.

-         Precisamente, ¿Cómo analiza la dinámica del Partido Comunista en esta coyuntura histórica?

El Partido tiene un gran desafío. Tiene que afinar. Ser autocrítico y orgánico, de lo contrario, será simple montonera. De seguir así, tendrá que acudir a los viejos camaradas. Entonces tendrá que recordarse nombres como María Luisa Camelo, la reina de la militancia comunista en el Tolima. ¡Qué mujer! Otra: Carmelita Morales, camarada nunca tenida en cuenta. Vivía por los lados del estadio Manuel Murillo Toro.

Estos cuadros políticos hay que tenerlos en cuenta. Vendía en esa época 45 periódicos cada ocho días, en medio de la cruda represión y estigmatización. Todos los jueves eran sagrados para esta camarada. No sabía leer ni escribir. Alguien le leía los titulares y con esa información se recorría los barrios ofreciendo el periódico. Ese ejemplo no se puede olvidar, ni subvalorar. Todos esos barrios aledaños al estadio, recorría con tenacidad cada ocho días. ¿Quién se acuerda de Carmelita? ¿Quién se acuerda de María Luisa Camelo? Se llenaba su casa de compañeros del monte. No sé de dónde secaba recursos para darles de comer. Duraban tres y cuatro días, agazapados en un cafetal.

Son personas que dejaron una historia, que el Partido tiene que recuperar. María Luisa Camelo fue una gran lideresa, una gran revolucionaria, una gran líder. Diría que fue la mujer que sentó el precedente en el Tolima con los presos políticos. Salían de la cárcel, no tenían para dónde coger, eran presos de partes lejanas como Caquetá, pero sí sabían dónde era la casa de María Luisa Camelo. Allá, iban y María Luisa les daba de comer, les arreglaba la ropita. Era la mamá de la loca que anda por ahí.

Eso es historia. Historia que hay que conocer, estudiar, analizar, asimilar. Es parte de la historia del Partido que yo conozc

-         Por el Tolima pasó el camarada Jacobo Arenas. ¿Lo recuerda?

A Jacobo Arenas lo conocí, lo traté mucho y me trató mucho. Yo le hacía botas, en la calle octava con primera. Le hacía botas. Le hice como tres o cuatro pares de botas. Se amañaba el vergajo con ellas. Las trajinaba en el monte mis boticas. Eso es parte de mi historia.

-         ¿Cómo recuerda usted al comandante Jacobo Arenas?

Era como muy “seriote”, como un instinto militar. Claro, tenía que serlo así porque él manejaba era tropa. El venía donde mí porque sabía quién era yo.

Le digo la verdad. ¿Quién del Partido se acuerda de mí? ¿Quién? Hay cuadros del Partido que hoy desentonan. Ejemplo, un tal Danilo López. Es un zángano. No compra el periódico. Se lo puedo decir en la cara. Una vez tenía un billetico de $50 mil pesos en el bolsillo de la camisa, en la mitad de la cuadra me alcanzó y sin más allá, me sacó el billete y se fue riéndose, diciendo: “Al fin conseguí para mi almuercito”. Ese es Danilo, un ladrón.

-         ¿Qué otros cuadros del Partido del Tolima recuerda usted?

Son tantos, tantos, que ya se borran de la mente. Recuerdo a Pedro Ignacio Villamarín. Tenía una pequeña oficina de abogados en la calle 10 entre tercera y cuarta. En esa oficina nos conocimos. Le metían excrementos por debajo de la puerta de la oficina. Simplemente porque era Comunista, era dirigente del Partido.

Es historia – repito – que presencié no cuando hacían eso, sino después de los hechos. Eso hacía el régimen contra los dirigentes de izquierda.

-         ¿Qué le pasará a Colombia de ahora en adelante con el presidente electo Iván Duque Márquez?
No cosas muy agradables. Con toda seguridad volverá la violencia de pronto con más fuerza. Realmente el pueblo no supo, ni sabe aún que fue lo que eligió. Se clavó el mismo el cuchillo. Me gustaría equivocarme en esta apreciación.

En esa situación el Partido Comunista tiene que corregir sus yerros y ponerse a la altura de los acontecimientos. Hay que borrar el “mamertismo” y responder los nuevos retos. Esa es la misión histórica del Partido, en momentos difíciles como el que seguramente vivirá con ese Duque.

Yo he estado de buenas. A mí no me han hecho nada. He estado de buenas. No me ha pasado nada y les he dado motivos, yo sí les di motivos cuando el penal quedaba en la calle 10 de Ibagué. Todos los sábados visitaba a los presos políticos. No me daba miedo.

Sigo firme. Viejito sí, pero sigo siendo firme, esperando la huesuda, ella será la que me saque del partido, mientras tanto no. Ahí estaré.  

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