viernes, 29 de junio de 2018

De nuevo el terrorismo de estado en Colombia

Por Nelson Lombana Silva

Sin posicionarse el electo presidente colombiano, Iván Duque Márquez, está mostrando el cobre y con qué fuerza. Los vientos que soplan son de violencia, exactamente terrorismo de estado.


Manejado por el Centro Democrático, es decir, Álvaro Uribe Vélez, el electo presidente que dijo en campaña que iba a hacer trizas el acuerdo de la Habana, ha comenzado su siniestra actividad y con fuerza. Todos los partidos de derecha y de extrema derecha, se han puesto de rodillas, a sus órdenes, para la cruzada contra la paz pactada en la Habana (Cuba).

Es tan ilógica esta postura que resulta difícil creer que un mandatario que necesitó diez millones de colombianos y colombianas para llegar allí, se vuelva rápidamente contra ellos, solamente por cuidarle la espalda a una persona que posa de “salvador”, “iluminado” y poseedor de la “verdad absoluta”.

Durante estos días, dicho mandatario electo, se viene moviendo para impedir la aprobación de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), ha señalado la necesidad de abolir la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y elegir un Fiscal General de la Nación al tamaño de los intereses del ejecutivo.

Pero, como si esto fuera poco, ha recibido saludos “coquetos” del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien no cesa de elogiarlo. Incluso, por estos días viajó a ese país a reunirse con la “gusanera cubana de Miami”, liderada por el senador Rubio, un criminal confeso anticubano. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, dice el dicho popular.

El presidente electo viene armando todo un tinglado para la guerra contra el pueblo colombiano, incluyendo los que acudieron sumisos y aterrorizados a elegirlo a punta de mentiras, calumnias y publicidad engañosa, usando los medios de comunicación.

¿Por qué la postura guerrerista?

Por supuesto que todavía hay colombianos y colombianas creyendo ciegamente que la decisión tomada en las urnas el pasado 17 de junio, fue la correcta. Otros afirman que son calumnias de la oposición. Ingenuamente siguen pensando que el país necesita fuerza para que marche bien y sobre ruedas.

Incluso, que se derrotó el “castrochavismo”, que Colombia no será como Venezuela, ni habrá el peligro de la expropiación, del fantasma del comunismo y la lucha de clases. Algunos se han medio estremecido con el rumor que los salarios bajarían, la edad de jubilación subiría, los impuestos a los empresarios (ricos) bajarían y aumentarían al pueblo. “Eso puede ser cierto, pero es preferible al castrochavismo”, dijo un ingenuo habitante del municipio de Anzoátegui (Tolima).

En medio de la cruda incertidumbre que reina en este país sudamericano, donde la constante es el asesinato de líderes populares, sindicales y de izquierda, la pregunta central es por qué esa postura guerrerista en el denominado siglo de la vida y de la esperanza. Es un interrogante que late en más de ocho millones de colombianos y colombianas que valientemente votaron por la Colombia Humana el pasado 17 de junio.

El fundamento del capitalismo es la violencia. Históricamente así se ha impuesto en el mundo, “chorreando sangre y lodo por todos sus poros desde los pies hasta la cabeza”, lo caracterizó el filósofo Carlos Marx.

Adicionalmente, habría que decir que la burguesía colombiana es una de las más atrasadas, no solo en el continente, sino en el mundo. Su criminalidad es inmensa. La guerra de los mil días generó miles y miles de muertos, la violencia en Colombia de los 50s y 60s, más de 300 mil, el conflicto actual, son más de 8 millones de víctimas, solo para colocar algunos ejemplos.

La violencia bipartidista se nutre en la actualidad del narcotráfico. Se expresa a través del militarismo y del paramilitarismo. Estos son los ejércitos que se valen los burgueses colombianos para sostenerse en las alturas del poder. Claro, el paramilitarismo no es nada nuevo. Durante la violencia de los 50s se hablaba de Pájaros y Chusmeros, hoy se habla de paramilitares directamente.

Con la violencia, la rancia oligarquía ha combinado otros factores como la corrupción, la mentira, la explotación, el analfabetismo político, sobre todo el terrorismo de estado.

En este siglo, el fundador del paramilitarismo en Colombia ha sido Álvaro Uribe Vélez, desde cuando era alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia con el rótulo de “Las convivir”. Como presidente de la república, colocó todo su poder para que el paramilitarismo se desarrollara nacionalmente.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el ex presidente no actuó solo en este oscuro y siniestro plan. Hay todo un poder político, económico y militar que lo respalda y lo apoya. Quizás, Uribe es como el capo de ese poder oculto y poderoso que hoy domina los tres poderes públicos, sobre los cuales descansa la nacionalidad colombiana. Es más: Esa máquina de terror que lidera Uribe es apoyada no solamente por fuerzas oscuras nacionales, sino también internacionales, fuerzas que provienen de los terratenientes, latifundistas, banqueros, industriales, el militarismo, un sector de las iglesias, los Estados Unidos, la CIA, la DEA, el FBI, etc.

O sea, el entramado resulta bien complejo, no fácil de caracterizar y menos de derrotar. Un poder descomunal de la oligarquía para garantizar su existencia ilegal e ilegítima sobre montañas de crímenes horripilantes.

Datos, cifras y opiniones

Durante la pantomima que hizo el entonces presidente Uribe Vélez con el paramilitarismo alrededor de los diálogos de Santafé de Ralito, fue buscar su legalización, dándole estatus político a una manada de criminales a sueldo. Nunca le pasó por su cabeza su desmovilización, exactamente lo contrario.

Después de la supuesta desmovilización del “Bloque Cacique Nutibara” de la AUC en diciembre de 2003, su comandante Carlos Castaño, dijo sin sonrojarse: “En un término muy criollo, muy antioqueño, ¡por fin, vamos a dejar de ser la amante y pasar a ser la esposa! Esa sociedad nos devuelve a su seno, porque de ahí salimos. No salimos de la delincuencia”.[i]

Durante el proceso de diálogo en esta gran falsa, el paramilitarismo siguió con su racha de asesinatos común y silvestre, el gobierno nacional se encargó de minimizar todos estos hechos de sangre de una forma descarada y criminal, por cierto. El comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, sabedor de los crímenes, incluso, en el mismo territorio de Santafé de Ralito, se limitó a decir: “Aquí en los límites de la zona de ubicación, en donde se están cometiendo homicidios que comprometen a personas que están dentro de la zona, es un asunto que nosotros hemos manejado con el mayor cuidado para evitar un escándalo público que nos haga daño”.

En cuanto al miedo que tenían estos bandidos de ser condenados por la Corte Penal Internacional (CPI), el presidente Álvaro Uribe Vélez, las despejaba con iniciativas que bloqueaban completamente su accionar. Así lo indicaba cínicamente, Luis Carlos Restrepo, al decir: “El gobierno ofreció un proyecto de ley que bloquea la acción de la Corte Penal Internacional”.[ii]

Uribe no desaprovecha oportunidad para amenazar y desprestigiar el heroico esfuerzo de los defensores de derechos humanos. Cada vez que intervenía sobre el tema, era para irse lanza en ristre con todo. En cierta oportunidad afirmó: “Se empezaron a dar cuenta en Europa que aquí hay unos traficantes de derechos humanos que viven a toda hora pidiendo auxilios de la Unión Europea, y de otras entidades, simplemente para sostenerse, porque han hecho de ello un modus vivendi”.[iii]

Mientras el narcoparamilitar presidente desprestigiaba a las ONGs defensoras de derechos humanos, los crímenes se sucedían en la más completa impunidad. Entre febrero y septiembre de 2004, 139 miembros de la Unión Patriótica fueron víctimas de violaciones de derechos humanos. Es más: La comisión colombiana de juristas, señaló que entre junio de 2002 y julio de 2006, se presentaron: 20.102 personas muertas, incluyendo muertes en combate; 11.292 personas asesinadas o desaparecidas fuera de combate. El 75.1 por ciento de las muertes fuera de combate fueron atribuidas al Estado.

Las estadísticas son dantescas: Mientras la guerrilla neutralizó 397 personas en promedio, anualmente, el paramilitarismo dio cuenta de 1060 asesinatos. En masacres perdieron la vida 1741 y torturadas 823. Durante este lapso de tiempo, fueron detenidas arbitrariamente 6192.[iv]

Todo ocurría y ocurre, bajo el manto de la impunidad y el ahistoricismo. Razón tenía el investigador Eric Hobsbawm al decir: “La mala historia no es historia inofensiva. Es peligrosa. Frases aparentemente inocuas pueden resultar sentencias de muerte”.[v]

Durante la primera presidencia del narco paramilitar presidente (2002 – 2006), fueron asesinadas o desaparecidas por violencia sociopolítica 11.292 personas, de las cuales el 75 por ciento, fueron crímenes perpetuados por agentes del Estado, mejor, del Para estado.[vi]

La confabulación era inmensa, pues todo indicaba que el 35 por ciento del parlamento era de origen paramilitar.

Para tapar todos estos crímenes, el Centro Democrático en alianza con lo más corrompido de la clase política tradicional, han puesto en la presidencia de la república a Iván Duque Márquez. Esa es su misión. Sobretodo guardarle la espalda al titiritero Álvaro Uribe Vélez.

El anuncio de acabar con la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), no son simples caprichos, tampoco bajarle costos al Estado; es impedir a cualquier precio que estos criminales de cuello blanco sean ejemplarmente castigados por sus horrendos desafueros, especialmente el capo, el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, según la CIA. Es decir, se busca por todos los medios para que del conflicto social y armado que ha vivido el país por más de cincuenta años no haya ni verdad, ni justicia, ni reparación, ni compromiso de no repetición.

Con este gobierno en cuerpo ajeno, camina Colombia al abismo del fascismo. No es una exageración es una terrible realidad, que solo se detiene con la unidad y la movilización del pueblo colombiano. No hay otro camino posible.

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[i] MAYA SIERRA, Maureén. Camino minado. Caso 12.531 (Corte IDH). Manuel Cepeda Vargas. Ediciones B. Colombia S.A.  Primera edición agosto 2011. Impreso por Nomos Impresores. Página consultada 203.
[ii] Ibíd. Página consultada 204.
[iii] Ibíd. Página consultada 201.
Ibíd. Página consultada. 197. 
[v] Ibíd. Página consultada 191.
[vi] Ibíd. Página consultada 188.

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