lunes, 18 de junio de 2018

¿Quiénes ganaron con la elección de Iván Duque Márquez?

Por Nelson Lombana Silva

Superado el estado de ensoñación de la fluida y dinámica publicidad de los aspirantes a la presidencia de la república, con la elección de Iván Duque Márquez, del Centro Democrático y la monumental votación por el candidato de la Colombia Humana, Gustavo Francisco Petro Urrego, surge la pregunta elemental: ¿Quiénes ganaron y quiénes perdieron en esta contienda electoral?


Realmente no es fácil contestar la pregunta, por cuanto todos se abrogan de una u otra manera el triunfo y nadie acepta que fue derrotado. Las cifras son elocuentes: Duque Márquez obtuvo 10.373.080 sufragios, mientras Gustavo Petro conquistó en franca lid, sin mermelada la astronómica suma de 8.034.189 votos.

Así las cosas, el muerto no hay que buscarlo río arriba. Tampoco darle tantas vueltas para decir que el verdadero perdedor es Colombia, sobre todo el país nacional del cual hablara con elocuencia Jorge Eliécer Gaitán.

Parece ilógico pero el pueblo que votó por Duque Márquez se clavó el puñal acosado por el miedo, la desinformación y el analfabetismo político. No votó libremente como dicen escandalosa y mentirosamente los medios de comunicación del establecimiento, votó presionado y amenazado de que, si no lo hacía, el ateísmo se tomaría el país, 1500 religiones saldrían de circulación, Colombia sería Venezuela, la expropiación sería la nota predominante y la lucha de clases se fortalecería dramáticamente en un país tradicionalmente religioso, conservador y ahistórico.

Así las cosas, esta es una victoria pírrica, indecorosa, que ciertamente no genera confianza y sobre todo futuro para los que corrieron sumisos y “convencidos” que había que detener el comunismo, pero no como tal, sino como lo sustenta la clase burguesa dominante. El dicho dice que cae más fácil un mentiroso que un cojo.  Iván Duque Márquez ganó a punta de mentira. Es un castillo que se puede venir al piso en cualquier momento. Su fragilidad es extrema.

Por eso, en su discurso del supuesto “triunfo transparente”, llama a la unidad nacional. “Unir un país con todos y para todos”. Los diez millones que votaron por esta propuesta con toda seguridad no saben qué quiso decir el presidente electo. En cambio, los ocho millones sí saben que significa tal afirmación, o por lo menos sospechan. Sería el retorno del espurio y viejo Frente Nacional para reorganizar el dominio oligarca ante el avance histórico de la izquierda colombiana.

Suena a chiste cuando dice que unidad contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo, si se tiene en cuenta que estos tres fenómenos fueron los que se concatenaron para llevarlo a la presidencia de la república. O, ¿Será que pretende apartarse de la égida imperial del narcoparamilitar número 82, Álvaro Uribe Vélez, según CIA?

Habló también de irse lanza en ristre contra la mafia de la corruptela que hay en las empresas prestadoras de salud (EPS), eso implicaría irse contra la esposa del narcoparamilitar número 82, y sus directos amigos de clase que han pelechado con la sangre y el dolor del pueblo. ¿Será capaz de hacerlo?

Las puñaladas traperas

El discurso florido y aplaudido por los palaciegos rápidamente se perderá en la neblina de las acciones que seguramente tomará el presidente electo en los meses venideros. Todo será efímero. Fugaz. Ni una sola medida será tomada pensando en el pueblo, ni siquiera pensando en los 10 millones de sumisos que corrieron como dóciles rebaños a hundirse el cuchillo en sus escuálidos cuerpos. Toda decisión será tomada con el siguiente orden jerárquico: Estados Unidos, Álvaro Uribe Vélez y su cúpula. Los diez millones no contarán en esta y en las siguientes etapas. Seguramente volverán a contar cuando se presente la figura de la reelección. Volverán a ser importantes, fundamentales e históricos. Nuevamente con nuevos miedos moverán esa masa amorfa, sobre todo los que suelen decir tétricamente: “Yo voto por el que diga Uribe”.

No se ha posesionado y ya está en marcha las acciones para torpedear el proceso de paz firmado en la Habana (Cuba) entre la guerrilla y el estado colombiano. Ayer, el parlamento se abstuvo de tramitar estas leyes para la paz. Eso es sintomático y muy diciente. Sin entrar y ya está mostrando el cobre.

Recordemos que el desfalcador de Invercolsa, Fernando Londoño, dijo que el acuerdo de la Habana había que hacerlo trizas. Iván Duque dijo lo mismo, pero, con otras palabras: Reformar o reformular el acuerdo en temas nodales como la justicia y la participación política del movimiento insurgente sin armas.

Apunta a borrar de un brochazo la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), para que el señor Uribe, los terratenientes, banqueros y capitalistas, que financiaron la violencia y las masacres de campesinos no respondan y todo siga en el anonimato. La verdad no se sepa. No haya ni verdad, ni justicia, ni reparación, ni compromiso de no repetición.

En esa dinámica, la propuesta de reformar la justicia, no propiamente para hacerla más efectiva, sino para hacerla más exclusiva de la alta élite y más fácil de manejar a los togados. Habla de unir las altas cortes. Hacer un solo tribunal que reúna a las cinco cortes existentes, desapareciendo la corte constitucional y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

También ha expresado su expreso interés de sabotear el proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), a partir de propuestas seguramente imposibles de acoger por el movimiento insurgente, por cuanto sería una especie de ultimátum.

Reducir el tamaño del Congreso a 100 representantes a la cámara y 50 senadores, considerando que los primeros serían reelegidos solamente una vez. Una forma sutil de cerrarle el paso a los candidatos populares, para que solo asistan los hijos de la clase dominante. Reforma tributaria, reforma pensional. Bajarle impuestos a los ricos (empresarios) y subírselos al pueblo. ¡Qué verraquera!

Adelantar reformitas de pacotillas a las EPS para que se sigan lucrando con el dolor del pueblo colombiano, incluyendo a los diez millones que solícitos estuvieron en las urnas apoyándolo. Así paga el diablo quien bien le sirve.

Lanza en ristre contra la comunidad LGTBI, en relación con eliminar el matrimonio y la adopción de niños. En vez de avanzar, retroceder.

Coger los 300.000 millones de pesos que viene de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para supervisar los acuerdos con las Farc, supuestamente para utilizarlos en la atención humanitaria en la zona de frontera. ¿No será mejor para ayudar a agredir a la hermana república bolivariana de Venezuela?

Qué horror: El dinero que debería ir a las universidades públicas irían a las universidades privadas mediante la engañifa de “Ser pilo paga”. Son los ricos financiando a los ricos, en detrimento de los intereses del pueblo.

Todo esto, y mucho más, tiene en mente Uribe desarrollar utilizando al señor Iván Duque Márquez en la presidencia de la república. Imagínese usted, Duque presidente del país y Uribe presidente del senado. ¡Que viva la democracia!

Todo esto lo dijo en campaña. O sea, no es un invento, ni una calumnia, ni una forma de llorar la derrota. Nada de eso. Es la cruda realidad que los diez millones de prosélitos no advirtieron, por cuanto estaban preocupados porque si ganaba Petro, Colombia sería una nueva Venezuela, pero no como es realmente, sino como la dibuja Estados Unidos. 

Así resultaría más fácil comprender quiénes ganaron y quiénes perdieron con la elección presidencial de Iván Duque Márquez. Perdió el pueblo y ganó la oligarquía. El país siguió su recorrido melancólico hacia el pasado, cuando la mayoría de naciones del mundo van para adelante.

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