La iniciativa que viene cocinando el Centro Democrático a pasos acelerados y animados ahora con la victoria de Iván Duque Márquez, como presidente de la república a partir del 7 de agosto, permite determinar que el país camina rápidamente hacia una dictadura fascistoide. No es una exageración, tampoco la idea de generar pánico, simplemente una advertencia que se puede perfectamente tomar, descartar o ignorar.
Mire usted lo que viene tramando este partido de extrema derecha: Cerrar las altas cortes de justicia, elegir Fiscal General de la Nación subordinado completamente al presidente de la república y eliminar la tutela. Para ello, el Centro Democrático se ha aliado con toda la podredumbre de la clase política tradicional de todos los partidos de derecha y organizaciones políticas de esta catadura.
Iván Duque Márquez, expresó durante la campaña sin sonrojarse la intención de eliminar la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia, aniquilando su independencia, creando Cortes con menos magistrados, elegidos también por el poder ejecutivo. O sea, nuevos magistrados sin independencia judicial.
No somos abogados, ni leguleyos, pero intuimos que algo muy grave se cierne sobre la maltrecha democracia colombiana. Pensamos que el trotar del pensamiento fascistoide camina inexorable en esta república sudamericana que se ha jactado de ser supuestamente la democracia más antigua del continente.
Al respecto, ha dicho la senadora comunista, militante de la Unión Patriótica, Aida Avella Esquivel: “No nos parece que una reforma a la justicia pretenda restringir el derecho a la justicia, arrodillar el poder judicial al ejecutivo y modificar asuntos sustanciales de nuestro estado como el acceso a los derechos fundamentales por medio de instrumentos jurídicos como la tutela. Una reforma constitucional que pretende cooptar el poder judicial por el ejecutivo se llama dictadura”.[i]
¿Por qué y para qué estas iniciativas de la extrema derecha personificada en el Centro Democrático? Espíritu revanchista contra la Corte Suprema de Justicia al pronunciarse recientemente decretando crímenes de lesa humanidad masacres como las del Aro, en la que está untado de pies a cabeza el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, según la CIA.
Todo el aparataje del Estado en manos de Iván Duque Márquez estará en función de impedir que emerja la verdad, la justicia, la reparación y el compromiso de no repetición, acerca del agudo conflicto social y armado que vive Colombia hace más de 50 años. Todo porque el señor Uribe está comprometido y la mayoría de los jefes del Centro Democrático. Sus relaciones con el paramilitarismo, el militarismo, el narcotráfico y la corrupción al parecer son evidentes y contundentes. Duque llega a la presidencia a tapar la verdad de tal manera que siga reinando la impunidad. Esa es su principal y real tarea que le ha impuesto la otoñal clase oligárquica y el imperialismo norteamericano.
Se trata de ignorar los escándalos de corrupción que rodean a todos los partidos de derecha, como Cambio Radical, Partido de la U, Partido Liberal, Partido Conservador, Centro Democrático, etc. Que no se indague sobre Odebrecht, Reficar, el Cartel de la Toga, etc. “Lo que el viento se llevó”, como diría Bárbara Mitchell.
Para algunos, Álvaro Uribe Vélez, tiene más de trescientos procesos en su contra, los cuales caminan lentos, pero caminan. Con estas medidas antidemocráticas se pretende colocar punto final a todas estas investigaciones.
Todo indicaría que el electo presidente con tal de salvar a su jefe, estaría dispuesto a llevarse enredado en los cuernos el supuesto estado democrático, colocar de rodillas los poderes públicos alrededor del poder ejecutivo. Eso es dictadura. Eso es fascismo.
Gustavo Petro Urrego, dijo oportunamente sobre el particular: “Lo único que buscan con esa propuesta es frenar los procesos contra Álvaro Uribe…cerrar cortes es viable por el Centro Democrático ya que tienen el control del congreso y eso se llama una dictadura”.[ii]
Todo sucede en un país carcomido por el terrorismo de estado, el analfabetismo político y el escepticismo de diez millones de colombianos y colombianas que corrieron atemorizados y atemorizadas a votar por el que dijo Uribe.
Un país que ha cosechado producto de este terrorismo de estado y del para estado, más de ocho millones de víctimas, desplazamiento forzado del 50 por ciento de la población campesina hacia las grandes urbes, generalmente para engrosar los miserables cinturones de miseria y recibir con frecuencia gases lacrimógenos.
Una clase dominante que odia la paz y venera la violencia, por cuanto se ha convertido ésta en su principal aliciente para hacerse más poderosa y más obedecida. Por eso viene saboteando descaradamente el acuerdo de paz suscrito en la Habana (Cuba), entre las Farc – Ep y el Estado. De una y otra manera, persiste en empujar al movimiento ex guerrillero a la retoma de las armas, para que la zozobra siga y se justifique así el alza del presupuesto para la guerra y las distintas gabelas que hoy se le ofrece al militarismo en momento de guerra. La oligarquía necesita la guerra, como el ser humano el aire para respirar.
Por eso Duque y su patota están dispuestos a prestar su territorio para agredir desde aquí a la hermana república bolivariana de Venezuela. Ya Uribe permitió la instalación de nueve bases norteamericanas en Colombia. Los militares gringos se mueven por el territorio nacional como pedro por su casa, hacen y deshacen, violan, transportan alucinógenos libremente y no pasa nada. Sobre esto nos puede orientar mejor Germán Castro Caicedo con su libro: “Nuestra guerra ajena”.
[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición número 2936, semana del 13 al 19 de junio de 2018. Pagina consultada 10.
[ii] Ibíd. Página 10.
Fiscalía revela corrupción electoral en los comicios para el Congreso
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