domingo, 3 de junio de 2018

“En Villarrica el conflicto no era por colores partidistas”

Por Nelson Lombana Silva

El libro: “Torturas, lágrimas y sangre, las guerras campesinas de Villarrica”, del poeta y escritor, Edison Peralta González, levanta polvareda, colocando al desnudo la falacia histórica de la clase dominante. El escritor poeta logra desentrañar la historia de los vencidos con sencillez, arrojo y conciencia de clase en este libro que apenas comienza a salir de la imprenta.


El otro aspecto que llama poderosamente la atención, es que no se queda exclusivamente en el pasado, sino que establece de alguna manera relación con el momento histórico que vive Colombia. Antes eran los verdugos y criminales del pueblo: Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez, Urdaneta, la familia Lleras. Hoy, son entre otros: Álvaro Uribe Vélez, el narcotraficante número 82, según la CIA; Juan Manuel Santos, Andrés Pastrana Arango, Cesar Gaviria Trujillo y, desde luego, la familia Lleras.

De igual manera, antes encabezaban la lucha popular por la justicia y la restauración moral, hombres de la talla de Jorge Eliécer Gaitán, el Partido Comunista de Colombia, el sindicalismo. Hoy, lideran este noble ideal, Gustavo Petro Urrego, el Partido Comunista, un sector del sindicalismo y otros movimientos sociales, populares, campesinos, indígenas y políticos. Eso trata de reflejar este libro, cuyo autor no hace parte de la gran academia burgués, sino de la entraña del pueblo. Es un libro que habla como hombre, según decía Víctor Hugo, si no me equivoco. Es decir, es directo. No usa lenguaje rimbombante, ni grandes y olorosas metáforas, que suelen utilizar los historiadores de la oligarquía para despistar y ocultar la verdad.

La burguesía no cumple

El libro advierte acertadamente que la burguesía colombiana es más falsa que una moneda de cuero, no cumple lo pactado. Prueba de ello es la amnistía del dictador Gustavo Rojas Pinilla. Una vez la guerrilla entrega sus armas comienza su asesinato selectivo con qué crueldad. Lo mismo que sucede hoy, cerca de un centenar de ex combatientes han sido asesinados y todo indica que la masacre sigue común y silvestre.

Dice el libro referenciado: “Después de entregar sus fistos en 1953 los campesinos regresaron a rehacer sus parcelas desoladas con un salvoconducto otorgado por las fuerzas militares pero semana tras semana fueron cayendo masacrados en calles y veredas estigmatizados de ser chusmeros, comunistas y liberales ateos a quienes había que desaparecer de la faz de la tierra como en la época del terror y la santa inquisición. Sus pequeñas fincas y fundos las encontraron ocupadas por otros, acreditados en documentos ficticios y tristemente apoyados por las fuerzas militares. Los tinterillos y comerciantes de la guerra habían hecho su agosto. Los campesinos perdieron sus tierras”[i] Lo mismo viene sucediendo actualmente. La historia se repite.

El mismo general, Alberto Ruiz Novoa, responsabiliza a la clase política de la violencia que vivía el país. Al hablar en el congreso de la república, señala: “…Todos sabemos que no fueron las fuerzas armadas las que dijeron a los campesinos que se fueran a matar unos contra otros para ganar las elecciones; si sabemos que no fueron las fuerzas armadas las que dijeron a los campesinos que asesinaran a los hombres, a las mujeres y a los niños para acabar con la semilla de sus adversarios políticos, sino los representantes y los senadores, los políticos colombianos”.[ii]

El autor de esta obra señala con suma crudeza que no fue el pueblo el que azuzó y promovió la violencia, fue la clase dominante en defensa de sus intereses de clase. Esos intereses de clase que hoy defiende con patas y manos, al unirse totalmente contra Gustavo Petro Urrego y su proyecto de Colombia Humana. A un lado los colores, sus peleas intestinas, lo predominante es el interés económico. Cada vez que esta oligarquía ve peligrar su ilegítimo poder, se une. Recordemos el Frente Nacional, por ejemplo o lo que estamos viendo actualmente.

El interés en Villarrica era la tierra

Con suma claridad el libro en mención señala que más que el interés partidista, los gamonales se ensañaron contra el pueblo de Villarrica (Tolima), por sus propiedades, especialmente la tierra.

“En Villarrica el conflicto no era por los colores partidistas. Los campesinos vivían en paz con sus vecinos y amigos conservadores. La lucha era contra los colonialistas del café y su cuadrilla de criminales y ahora contra los chulavitas al servicio del gobierno conservador que se sumaban al vandalismo para desplazarlos, asesinarlos y robarles sus parcelas. Es a partir de 1948 cuando los vándalos al servicio del estado arrecian sus fechorías y matanzas con la bendición de la iglesia y sus pastores. Iban a matar comunistas, campesinos ateos y liberales y eso no era pecado dijeron los frailes (curas) En Andalucía (Cunday) no había ninguna revolución ni comunistas. Los campesinos solo luchaban por defender sus parcelas  y no dejarse asesinar de la policía chulavita “Popol”.[iii]

Después del alevoso crimen de Jorge Eliécer Gaitán, los “neofalangistas criollos”, enviaron al barranquillero Eduardo Gerleyn a este municipio a conservatizarlo a sangre y fuego. “Los neofalangistas criollos resolvieron enviar al barranquillero Eduardo Gerleyn, ascendiente del hoy senador cuasi-vitalicio y dormilón del congreso de Colombia a conservatizar a Villarrica y el oriente del Tolima. Una horda de chulavitas a caballo recorrían los atajos de los Cuindes escoltando al macabro director de la Colonia que optó por ensañarse contra unos indefensos campesinos que se negaron a abandonar sus pequeños fundos o venderlos a precios irrisorios a los vándalos escogidos por los nacientes escuadrones de la muerte. En su misión macabra recorrían las veredas violando mujeres, destruyendo viviendas y cultivos”.[iv] ¿Qué hace hoy el paramilitarismo? Lo mismo. Uribe para apoderarse de miles y miles de hectáreas de tierra en Antioquia y en varias regiones del país, utilizó estas criaturas inventadas por el mismo con resultados dolorosos para los colombianos, especialmente para los campesinos e indígenas.

Queda claro el origen de la violencia en Colombia, las causas y los verdaderos responsables. De igual manera, el momento histórico que estamos viviendo con la candidatura presidencial de Gustavo Petro. El Gaitán de hoy, está enfrentado a la criminalidad de la oligarquía, al fraude y a un posible asesinato, más que a una criatura como Iván Duque que no tiene valor para pensar por sí misma, siendo entonces, una dócil marioneta al servicio del criminal Álvaro Uribe Vélez y la burguesía colombiana descompuesta y putrefacta.

El libro de Edison Peralta González ofrece elementos históricos críticos importantes para entender el presente y proyectar el futuro. Coloca en evidencia la importancia de la campaña política presidencial que se viene desarrollando y lo que significa votar por Gustavo Petro Urrego. La burguesía liberal – conservadora se ha unido como durante el Frente Nacional, para que el reinado de injusticia y corrupción siga intacto. Se hace necesario que el pueblo se una y vote copiosamente para comenzar a construir una verdadera era de paz con justicia social, sin corrupción

[i] Ibíd. Página consultada 68.
[ii] PERALTA GONZÁLEZ, Edison. Torturas, lágrimas y sangre, las guerras campesinas de Villarrica. Primera edición diciembre 1917. Impreso Dannyprintediciones, Ibagué. Página consultada 48
[iii] Ibíd. Página consultada 59.
[iv] Ibíd. Página consultada 59

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