sábado, 27 de enero de 2018

La disputa electoral entre la decencia y la indecencia nos debe unir alrededor de objetivos claros

Por Nelson Lombana Silva

La disputa electoral entre la decencia y la indecencia, es decir, entre la izquierda y la derecha está al rojo vivo en Colombia y como lo pronosticó Gustavo Petro ésta se hace violenta por cuanto elementos de la derecha hacen presencia con la corrupción, la compra de votos, el trasfuguismo electoral, el accionar del paramilitarismo en 275 municipios de 27 departamentos, entre ellos Tolima, la promesa y la compra descarada de los medios de comunicación para pasar solamente una versión, la versión de la derecha putrefacta.


Los aparatos ideológicos y represivos se articulan magistralmente para que sigan en el congreso de la república y en la presidencia los mismos con las mismas. En el caso particular del Tolima, la maquinaria del cuestionado gobernador Oscar Barreto Quiroga, está al servicio de su familiar Miguel Ángel Barreto que aspira llegar al senado.

Pierre García, hijo de Carlos Armando García, quien estuvo en la cárcel por parapolítica, también aspira al senado. Son los pequeños delfines al ataque.

Carlos Edward Osorio, godo cuando le conviene, cercano al instinto Luis Humberto Gómez Gallo, al parecer emparentado con la mafia de la costa, quiere pasar de la cámara al senado, colocando como su obra cumbre el fascistoide código de policía.

¿Qué se puede decir por las toldas del Centro Democrático? Dinero a dos manos. El Tolima ya está inundado de vallas a diestra y siniestra, todas con la sombra tutelar del narcoparamilitar número 82 Álvaro Uribe Vélez, para traducir claramente que estos candidatos son idiotas útiles por cuanto el único que tiene derecho y capacidad para pensar es el padre del paramilitarismo en Colombia en las últimas décadas.

Es por eso que en los continuos publirreportajes solo se limitan a repetir el mismo libreto uribista, no le cambian una coma para tratar de ser originales, aunque sea en algo mínimo. Son autómatas del gran capital y del confeso narcotraficante amigo de Pablo Escobar Gaviria y primo de la “eminencia gris” José Obdulio Gaviria.

“Es una mafia”, dijo Gustavo Petro, donde las ideas, la dialéctica de la política no existe, no hay argumento, ni comunicación para convencer a la muchedumbre. Esta mafia impone sus apetitos de clase sobre la mentira, la promesa, el miedo y el terrorismo de Estado.

El estribillo vulgar del “castrochavismo” es repetido hasta la saciedad por estos medios de comunicación sin ningún respeto por las más elementales normas éticas que cobijan el periodismo. Al parecer el dinero del narcotráfico los obnubila y les hace perder la razón, la dignidad humana y la ética profesional, naturalmente con honrosas excepciones.

Un conocido periodista se reía cínicamente en su medio diciendo que había colocado a Petro contra las cuerdas. “Lo hicimos hasta toser”, dijo con sevicia, demostrando que su tarea no es informar, sino colocarse al lado de lo más atrasado que hay en política actualmente en Colombia: El Centro Democrático. ¿Dónde está la imparcialidad? Para este “personaje” no existe.

La decencia es izquierda

En el otro extremo está la decencia que significa izquierda. Una propuesta real y que existe con perspectivas importantes. La decencia, es decir, la izquierda, significa vida, esperanza y cambio.

Es una propuesta que surge de las entrañas más ignotas del pueblo cansado de tanta injusticia social y humillación. Un sueño en el horizonte que se abre camino contraviento y marea, en condiciones difíciles y adversas, pero muy digna y revolucionaria.

Mientras la derecha dice no piense pueblo que nosotros pensamos por usted, la izquierda afirma exactamente lo contrario: Piense porque los cambios los hacen los pueblos debidamente organizados y politizados. Es un discurso diametralmente opuesto.

La derecha considera al pueblo objeto, la izquierda lo considera sujeto. Por eso en campaña, la derecha promete el oro y el moro con la consigna que el pueblo no tiene derecho a pensar. Así es que los candidatos le suelen decir al pueblo analfabeta político y atemorizado: “No piense, nosotros pensamos por usted”; “No haga, nosotros hacemos por usted”; “No busque empleo, nosotros le buscamos empleo”, etc.

Con ese cuentico tramposo y mentiroso hace más de 200 años esta oligarquía está en el poder. Son promesas y más promesas. Incluso, le han robado la bandera de la oposición a la izquierda. Hoy se presenta el Centro Democrático con esta bandera polarizando el país entre lo mismo y lo mismo. Eso de hacer creer que el bueno es Uribe y el malo es Santos, no deja de ser un chiste de bajísima calidad, por cuanto Santos y Uribe son la misma cosa, pues tanto uno como el otro pertenecen a la rancia y corrupta oligarquía colombiana.

Se hablaba de enfrentamientos entre Uribe y Germán Vargas Lleras. Resulta que esta semana se encontraron en Manizales en el mismo hotel, compartieron desayuno de la manera más afable posible. Los medios adictos al régimen no dudaron en calificar el encuentro de “histórico”.

¿Por qué la izquierda no se une? Porque en la izquierda hay ideas, hay discusión dialéctica y todavía no hay una maduración para entender que la única forma de ser poder es haciendo unidad alrededor de un programa mínimo, unos candidatos y unas reglas claras de juego.

Así, no debemos desesperarnos, pero sí insistir y persistir en la unidad. Entre otras cosas porque en estas elecciones de congreso y de presidente se juegan cosas demasiado importantes. Realmente nos estamos jugando la vida, porque la derecha quiere hacer trizas el acuerdo de paz con las Farc para que Colombia se siga desangrando.

Y lo hacen, porque la guerra para la oligarquía es un negocio inmenso, toda vez que ganan dinero y sus hijos no van a la guerra; mientras tanto para el pueblo como usted y yo, la guerra es una tragedia y la paz una posibilidad de vivir y convivir sanamente.

Estar con la paz es admitir el discurso de Jesús cuando dijo: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. La paz es el camino. Y la paz está en disputa en esta campaña electoral.

Por lo tanto, la tarea de los decentes es multiplicarnos en el barrio y la vereda del país para intentar hacer caer en razón al pueblo salvajemente incomunicado y dominado por el infame analfabetismo político.

Por estos días, abrimos la conversa con una tendera del barrio sobre el tema. Su conclusión inmodificable fue la siguiente: “Todos son iguales”. A pesar que le planteamos diversas alternativas se sostuvo en ese concepto. Resultó inmodificable. La disputa es intensa. Hay que persistir apoyando los candidatos de la decencia por el Tolima a la cámara y la candidata al senado Aida Avella Esquivel. El árbol no puede impedir ver el bosque.

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