martes, 16 de enero de 2018

El debate electoral en Colombia parece más un pulso económico que ideológico

Por Nelson Lombana Silva

La campaña por la presidencia de la república de Colombia y su Parlamento está en todo su furor, dentro fuera del país. La derecha mueve su viejo tinglado con la misma maquinaria espuria que utilizó Francisco de Paula Santander totalmente entregado al naciente imperialismo de los Estados Unidos por allá en 1819, cuando conspiró descaradamente contra el libertador Simón Bolívar.


Mientras tanto, las izquierdas navegan en las oscuras aguas del divisionismo, el anarquismo y el oportunismo. Muchas de ellas como que no se logran sintonizar con el momento histórico que vive este país sudamericano.

Eso permite decir que hay una serie de posibilidades que podrían darse en esta contienda electoral, tan desigual, tan corrupta y tan violenta. Javier Calderón Castillo, investigador de la CELAG, señala tres: “Procesos de cambios, continuidades o regresiones”.

El revolucionario no puede perder el optimismo, pero sí tiene el deber moral y político de examinar los sucesos objetivamente. El debate electoral 2018, está planteado entre lo mismo y lo mismo, para ello la derecha se ha apalancado en la violencia, la corrupción, el clientelismo, la mentira y la desinformación.

No podemos pretender ocultar el sol con un dedo. Tampoco estamos asumiendo la triste postura del pesimismo. Estamos mirando de la mejor manera la forma como la burguesía viene planteando el debate electoral. Esto con el fin de concretar una estrategia desde las izquierdas en el marco de la lucha de clases.

Táctica y estrategia de la derecha

Hace rato la derecha utiliza el mecanismo perverso de polarizar el país entre lo mismo y lo mismo, entre el santismo y el uribismo. Utiliza, además, la descomunal fuerza mediática, la violencia, el clientelismo, la mentira, el miedo, la corrupción y el analfabetismo político, para solo nombrar algunos elementos concretos. Por supuesto, sin abandonar la intriga para mantener a las izquierdas desunidas.

El gobernador del Tolima, Oscar Barreto Quiroga, por ejemplo, anda como loca por todo el departamento ofreciendo obras millonarias como si fuera candidato. Además, estimulando el militarismo como si eso fuera la solución a los graves problemas sociales, económicos y ambientales que vive la región corazón de Colombia, seguramente buscándole votos a su familiar que aspira al senado y de paso apoyar a quienes se han comprometido con él no dejarlo ir a la cárcel por sus acciones públicas de dudosa ortografía.

Por su parte, Edward Osorio, representante a la cámara por el Tolima y aspirante al senado de la república, saca pecho con el nuevo código de policía, presentándolo como su obra cumbre, cuando el pueblo sabe que éste es una medida arbitraria y fascistoide de la burguesía liberal – conservadora que poco y nada resuelve la convivencia ciudadana. Además, junto con todos los parlamentarios de este departamento, aprobó la lesiva reforma tributaria. De eso guarda silencio.

La compra – venta del voto es la constante en Colombia. Claro, el pueblo al no saber el valor del sufragio, lo vende por cualquier cosa, por un tamal, licor, una simple parranda, una fórmula médica, una beca o un contrato.

Según la fundación Paz y Reconciliación, el paramilitarismo se encuentra vivito y coleando en 275 municipios y 27 de los 32 departamentos. Dice el analista Javier Calderón Castillo: “Estos (Paramilitares) han mutado su estrategia, pasando de impulsar las candidaturas por la fuerza – como lo hicieron hasta el 2006 y en las elecciones de 2010, 2011, 2014 y 2015 – a la utilización de grandes sumas de dinero para favorecer a sus candidatos preferidos”.[i]

Recuerda este analista que durante la dictadura fascistoide del presunto presidente narcoparamilitar, Álvaro Uribe Vélez, 44 parlamentarios fueron procesados por la Corte Suprema de Justicia “por su militancia o relación con los grupos paramilitares y, en especial, por la determinación de estos en el triunfo electoral de los congresistas”. 

También recuerda que de este listado hicieron parte gobernadores, alcaldes, diputados, concejales, etc. Además, “Los partidos más investigados por su relación con la violencia paramilitar  fueron Cambio Radical, el Partido de la U (En ese momento el partido de Uribe), el Partido Liberal y el Partido Conservador”.

Lo grave de cara al debate electoral que se desarrolla en Colombia en estos momentos, lo plantea sin ambages Calderón Castillo, así: “Cerca de 67 familiares de congresistas, gobernadores y alcaldes sentenciados por paramilitarismo, asesinato y otros delitos conexos aspiran a estar en el congreso, movilizando cuantiosas sumas de dinero para lograrlo. Se habla de que diez “clanes” podrían controlar el 35 por ciento del congreso, la mayoría liderados por “parapolíticos”.

¿Y qué decir en relación con el clientelismo y la corrupción galopante? Los medios de comunicación han manipulado una vez más al pueblo para presentar estos desafueros como algo “normal” en Colombia. Entonces, Odebrecht, Reficar, El Grupo Nule, las avenidas fantasmas, los desvíos de los recursos de educación, etc, etc, etc, son hechos pintorescos de gente que sí sabe para qué es el poder. Y es tal la presión mediática que el común del pueblo termina totalmente alienado identificándose con estos vulgares pillos de cuello blanco.

Y, ¿Por qué los medios masivos actúan más para desinformar y desorientar al pueblo, que informar y educar? La respuesta la tiene Javier Calderón Castillo: “Tan solo ocho grupos mediáticos con asiento en el país concentran el 78 por ciento de la audiencia en radio, prensa escrita y televisión. Los grupos empresariales más grandes, que concentran cerca de 50 por ciento de los medios, son la organización Ardila Lulle (28,7 por ciento) y el grupo económico Santo Domingo (19 por ciento)”.

Estos gremios económicos avalan candidatos de derecha, sea azul o rojo, colocan sus medios a su disposición y se lucran de la pauta publicitaria que el Estado a diario genera. Negocio redondo.

Así las cosas, entre la derecha no hay disputa ideológica, hay disputa económica. La campaña es quien gasta menos dinero, por cuanto al no tener discurso, ni legitimidad, no tiene otra alternativa que comprar votos a diestra y siniestra, atemorizar y aprovechar el analfabetismo político. Como diría Nicolás Maquiavelo de manera perversa: “El fin justifica los medios”.

En ese ambiente denso, descompuesto y putrefacto, las izquierdas se abren camino con miles de dificultades, entre ellas, la desunión. Sin embargo, encarnan la esperanza para millones y millones de seres humanos, también encarnan la paz con justicia social, el cambio de fondo, la democracia y la vida.

Luego, son razones de peso para no caer en el pesimismo y en la anarquía. Se presenta como reto fundamental construir colectivamente una táctica y una estrategia para ganar ese pulso y construir colectivamente un país saludable al alcance de todos y todas. La táctica y la estrategia, lo dijo Ernesto Che Guevara, es la unidad. Una unidad fortalecida por la voluntad política y la conciencia de clase para abordar las contradicciones con madurez y sensatez pasando a ser opción de poder.

Depurando las izquierdas. Desenmascarando a esos oportunistas que no aceptan el centralismo democrático conscientemente y acudiendo a la mentira y el oportunismo desvían la lucha popular y debilitan el avance de la nueva ideología que, a pesar de todo, se abre camino.

No es una exageración decir que en este debate electoral la pugna mayor es entre la guerra y la paz. Es decir, entre la muerte y la vida. Mientras la derecha persiste en la guerra, la izquierda persiste en la paz con justicia social.

Otra razón más para salir y participar del debate. Sería un craso error asumir una postura contemplativa. Dejar que otros decidan por nosotros. La pelea es peleando. A las calles, barrios y veredas, a la disputa por el poder, bajo el flamear impoluto de la bandera de la unidad. La decencia debe brillar. 

[i] Artículo escrito por Javier Calderón Castillo y publicado en la página web: www.rebelion.org, el 15 de enero de 2018

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