Para comprender cabalmente la bella Colombia hay que conocer su historia, pero no la historia oficial sino la historia real que han ido elaborando tesoneramente millones de seres humanos con todas sus emocionantes contradicciones, durante largos y angustiantes milenios.
La historia que ha venido forjando la Colombia profunda que se agita permanentemente sin rostro, mucho menos nombres y apellidos rimbombantes, solamente seres humanos de carne y hueso que no han tenido una sola oportunidad de vivir y convivir dignamente.
Colombia está pletórica de males, quizás lo sabemos pero no asumimos una posición crítica y consecuente. Dice Gabriel García Márquez: “Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan”.[i]
El nobel de literatura se levanta contra el historicismo de la clase dominante que no tiene empacho en invertir los valores y presentar a las víctimas como victimarios y a los victimarios como víctimas.
Señala nitidez espléndida: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita”.[ii]
Por eso señala sin ambages: “Pues somos dos países a la vez: Uno en el papel y el otro en la realidad”.[iii] En esa compleja dinámica se mueve Colombia. Son contrastes de una mezcla no muy fácil de entender pero sobre todo asimilar. Las consecuencias de un régimen antidemocrático que desconoce la mayoría y decide la minoría a las anchas.
Esta minoría se concentra básicamente en Bogotá y en esta ciudad en la parte norte y en la parte norte solo en un par de barrios exclusivos. Se subvalora que Colombia realmente es un país de regiones. Si se comprende así crítica y autocríticamente se llega a la conclusión obvia de que Bogotá no es el ombligo del país, así lo pontifique la derecha e incluso, personajillos que se camuflan de izquierda.
Colombia se ve reflejada claramente en cinco regiones, todas importantes, hermosas y fundamentales. Región Andina, Región Pacífica, Región Llanera, región insular y región fronteriza.
Si bien se habla el mismo idioma, se profesa la misma religión y se padece la misma explotación capitalista, hay singularidades o particularidades en cada una de estas regiones. Imaginémonos un conversatorio entre un costeño, un pastuso, un antioqueño, un isleño y un fronterizo, por ejemplo. La historia, la cultura, las expectativas, la problemática y las utopías no serán exactamente las mismas, seguramente llegarían a ser muy parecidas, pero no las mismas exactamente.
Desde esa perspectiva, resulta craso error persistir en la idea de que el ombligo es Bogotá y que las demás regiones están condenadas solo en escuchar y repetir maquinalmente el discurso de la metrópoli. Partido u organización que piense así está condenado de antemano al fracaso. Somos una mezcla, pero sobre todo, somos regiones con potencial envidiable quizás no para competir, pero sí para compartir.
Partido que se respete en todo encuentro nacional comienza por los informes regionales, es el momento más importante de la reunión, es la verdadera síntesis producto de la discusión democrática y participativa. Empezar al revés es prepotencia, es considerarse superior a los demás con la supuesta verdad revelada. No tiene sentido un encuentro así, porque no habrá síntesis democrática, pluralista e incluyente, habrá imposición, monopolización, lo cual riñe con la democracia y con cualquier proyecto revolucionario.
Abolir o suplantar la región va en contravía del marxismo, por cuanto el marxismo es ciencia y la ciencia nos demuestra claramente que Colombia es un país de regiones. Ojo con el liberalismo disfrazado de socialista, ojo con el oportunismo, ojo con la socialdemocracia o mejor, “socialbacanería”.
Se dice con insistencia que la unidad se construye en la diversidad y la pluralidad. Eso es cierto, como es cierto que el mejor camino para lograrlo es el diálogo horizontal, de doble vía, escuchándonos mutuamente con interés y honradez. Mientras se pretenda utilizar el esquema del que dice y el que escucha en una sola dirección, las posibilidades de unidad serán mínimas, solo habrá la imposición del más fuerte. Eso no es democracia, eso no es socialismo.
Hay pues un gran desafío: Luchar por el reconocimiento de un país diverso, de un país de regiones con sus características particulares, particularidades importantes que hay que ser oídas con atención y espíritu democrático y unitario. Para dimensionar esto hay que tener muy clara la máxima de José Martí cuando dice: “Toda la gloria del mundo cabe perfectamente en un grado de maíz”. ¿Qué significa esto? Apartarnos del personalismo, la soberbia individualista, la ceguera política y asumir con humanismo y conciencia de clase la responsabilidad histórica. No hay otro camino correcto.
_____________________________________
[i] Colombia al filo de la oportunidad. Informe conjunto. Misión de ciencia, educación y desarrollo. Mesa redonda magisterio. Conaced. 1997. Página consultada 20.
[ii] Ibíd. Página consultada 20.
[iii] Ibíd. Página consultada 21.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario