jueves, 20 de octubre de 2016

El amor de madre que no pudo matar la violencia en Colombia

 Eunicer Inés Gutiérrez Marín, madre por siempre. Foto Nelosi
Por Nelson Lombana Silva


No hay sobre la tierra hecho más absurdo que la violencia, por cuanto la violencia es la ausencia de humanismo, tolerancia e inteligencia para sortear las contradicciones civilizadamente. Sin embargo, resulta más absurda e ilógica cuando ésta se hace en cuerpo ajeno, tal el caso de Colombia en los últimos 50 años, para solo colocar un período referencial, donde un círculo demasiado pequeño y estrecho que contiene la clase dominante, la burguesía, desata la guerra contra ese círculo grandísimo donde está el pueblo. Ella planea la guerra, la financia, le saca jugosos dividendos pero no va a ella. Hace de la violencia su modus vivendi, apoyo para mantenerse en las alturas del poder sin más mérito que la avaricia y el descorazonamiento para pasar sobre montañas de crímenes horripilantes sin contraer un solo músculo de su rostro.



Qué distinto hubiera sido el destino de Colombia si en 1964 el entonces presidente Guillermo León Valencia hubiera aceptado gustoso la carta que le hicieron llegar 48 campesinos del sur del Tolima liderados por Manuel Marulanda Vélez, en la que le solicitaban su presencia para exponer la problemática socio – económica, los anhelos de tener tierra, caminos, puestos de salud, escuelas, créditos blandos para hacer producir estas ubérrimas e imponentes cordilleras. Si hubiera aceptado la mediación de los sacerdotes Guzmán y el padre Camilo Torres Restrepo o el mismo sociólogo Orlando Fals Borda, quienes se ofrecieron para ir al corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas (Tolima) a cerciorarse de lo que realmente estaba pasando y cuál era el clamoroso llamado que estaban haciendo estos compatriotas metidos en lo más profundo de la selva, distante de la mano del Estado.


No hubo sensatez. No hubo autonomía y soberanía nacional para tomar una decisión sabia y civilizada. Se impuso la doctrina imperial de los Estados Unidos con su siniestra y macabra operación “Latín American Security Operation”, más conocido como “Plan Laso”. Fueron 16 mil hombres, por aire y tierra, armados hasta los dientes, con asesoría norteamericana, que se lanzaron contra esta zona filosofía de “tierra arrasada”, porque, según el entonces senador conservador, Álvaro Gómez Hurtado, había que borrar de la faz  de la tierra las supuestas “repúblicas independientes”. Álvaro Gómez Hurtado, por supuesto que no fue al campo de batalla a pelear, pero sí azuzó la guerra desde el parlamento colombiano.


El baño de sangre desde entonces resulta impresionante. Son verdaderos ríos por las distintas regiones de la patria en la que pueblo pobre se enfrenta a pueblo pobre por la maturranga sin corazón de la clase dominante que hábilmente posa de filántropa y defensora de los intereses del pueblo colombiano. El guerrillero es pueblo, el soldado es pueblo, el policía es pueblo, el paramilitar es pueblo. Ni un solo hijo de la gran burguesía va a pelear por estos andurriales. Sin embargo, azuzan sin pausa la violencia.


Colombia es un campo de batalla. Aún resuena los estallidos de las bombas de arroba, los ametrallamientos indiscriminados desde los helicópteros militares, las torturas más infames, las desapariciones y el llanto de huérfanos, viudas, lisiados, desamparadas, etc. En ese campo desértico, ensangrentado y apocalíptico, encontramos a una madre que ha perdido cinco hijos, han sido asesinados, masacrados por esta cruda violencia que el pueblo pudo haber terminado definitivamente el pasado 2 octubre con el plebiscito, pero que fruto del terrorismo de Estado y el poder demoniaco de los aparatos ideológicos, especialmente los medios masivos de comunicación, las religiones y el pensum académico, se aplazaron este añorado sueño de volver a pescar de noche como diría Darío Echandía o morir de amor contemplando aletargado los viejos atardeceres a la vera del río Atá, en Planadas (Tolima).


Cuatro hijos fueron asesinados por el ejército nacional y el quinto al parecer por un mismo compañero de bando, no se sabe si accidental o a propósito después de la toma guerrillera del municipio de Ataco (Tolima). Dos hijos fueron víctimas de las consabidas ejecuciones extrajudiciales (“Falsos Positivos”), por cuanto no eran guerrilleros, eran campesinos honestos y trabajadores. Los otros dos sí eran guerrilleros pero al parecer no cayeron en combate, fueron asesinados en completo estado de indefensión. Uno de ellos estaba sin calzado, sin camisa, sentado plácidamente conversando con los campesinos, haciendo política. El progenitor de estos campesinos también fue asesinado, apareció en la morgue con un solo tiro en la frente.


Tantas lágrimas derramadas por esta madre, aún conserva una pequeña reserva para derramar al recordar su viacrucis, el dolor del desplazamiento, los fríos muros de la cárcel por siete meses, la pobreza económica, las enfermedades y la misma insolidaridad de una violencia que no da espera, no da espacio al raciocinio humano y la filantropía. Tenía sus esperanzas cifradas en el triunfo del Sí. Por esos los resultados cayeron para ella y para millones de colombianos como un verdadero baldado de agua fría. Sin embargo, invoca la esperanza para que las partes no echen para atrás esta iniciativa y la paz se imponga sobre la violencia.


Tuvo nueve hijos en las condiciones más adversas. Cree ciegamente que es lo más hermoso que la vida le ha deparado. Su compañero no estuvo a la altura, según relata, pero le duele su muerte porque  varias razones: Era el papá de sus hijos, era un ser humano y además un permanente militante de la Unión Patriótica. Según afirma, no supo ser esposo, ni padre, pero sí revolucionario. Qué paradoja. Pide verdad, justicia, reparación y compromiso de no repetición. Apoya la paz porque no quiere que ninguna madre de Colombia sufra lo que ella sufrió. El amor de madre permanece intacto, no pudo acabar esta sórdida violencia orquestada por la oligarquía liberal – conservadora. Hablo de Eunicer Inés Gutiérrez Marín. El relato que contiene este reportaje es espeluznante, pero a su vez, esperanzador. En ella, no hay odio, hay deseos infinitos de justicia y de vivir al lado de sus tres hijas y el hijo, sobrevivientes. El reportaje es el siguiente: 


-          Usted nació en el departamento de Huila. ¿Qué recuerda de su infancia?


Siempre vivimos en el campo, en fincas, ayudándole a mi mamá en los quehaceres de la casa, a mi papá porque como no tenía hermanos varones, a mí me tocaba trabajar desde muy niña como cualquier hombre. No me dieron estudio porque ellos no se preocuparon por educarme.


-          ¿Cuántos hermanos?


Dos hermanas.


-          Usted salió muy niña de su pueblo natal con dirección a Bogotá. ¿Cómo es esta historia?


Debido a una enfermedad que le dio a mi papá. Aún no tenía siete años. Le dio una enfermedad que duró tres años postrado en cama. Entonces, primero la familia de él nos trajo para Playarrica (Tolima) y cuando se alentó volvimos al Huila, entonces un hermano de mi mamá que vivía en Bogotá, nos llevó para esta ciudad y le montó un negocio a mi papá para que lo administrara en compañía.


Cuando fuimos allí yo ya tenía ocho años y vivimos hasta cuando yo tenía 14. Desde la edad que llegué a Bogotá tenía que colaborar en la tienda, me levantaban a las dos de la mañana a moler maíz para las arepas, luego hacer el tinto para vender, abrir a las cuatro y media de la mañana el negocio, a esa hora ya tenía diez termos llenos de tinto listos para la venta.


Era en el barrio San Benito donde quedan todas las curtiembres y las fábricas de balón, entonces los obreros comenzaban a llegar a las cuatro y media a trabajar entonces ellos tomaba tinto; acompañaba a mi papá a la plaza. Cuando eso no era abasto, sino la plaza España. Iba a llevar mercado para la tiendita. Nos íbamos a la una y media de la mañana a la plaza España.


Así fue sucesivamente, hasta cuando él se aburrió porque él no sabía de letras, era solamente mi mamá y yo en la tienda. Yo me enfermé. De tanto madrugar me dio un dolor en las rodillas que estaba quedando tullida y una enfermedad en la vista que se me cayeron las pestañas. Se aburrió y vendió el negocio y regresamos al Huila, a Gigante.


Recibió una hacienda ganadera para administrar, que quedaba en límites entre Algeciras y Gigante, en toda la cordillera. Se llamaba Primavera. Era de una familia muy reconocida en Gigante, los Prada. Allí, nunca estudié, fue trabajar a ayudar a ver el ganado, todos los quehaceres de la finca hasta cuando me casé y seguí por lo mismo.


-          ¿A los cuántos años se casó?


Me faltaban dos meses para los quince años. Jairo Jiménez fue mi esposo, el papá de todos mis hijos, llegó a trabajar a la finca y comenzó a molestarme, pero yo no quería tener novio, quería era que me sacaran a estudiar, porque yo anhelaba mucho estudiar, ser alguien en la vida, a pesar de que nadie me decía eso, pero yo anhelaba ser una contadora o recepcionista, me gustaba mucho eso.


Mis padres insistieron de que le pusiera cuidado y que me casara porque él era muy guapo para el trabajo material. Ese matrimonio fue muy duro, dura la vida que viví con él, fueron 23 años de malos tratos, golpes, pero tuve mis nueve hijos que fue lo más hermoso que la vida me dio.


-          ¿Cómo fue la ceremonia matrimonial?


Eso fue en Gigante, Huila. Fue un 27 de diciembre de 1972.


-          ¿Cómo fue la fiesta?


Fue algo muy sencillo. Solamente yo me casé con un vestido blanco, en ese tiempo se usaba las tabas, las argollas él las buscó prestadas. Fue un matrimonio arreglado entre él y mis papás como a la carrera. Yo no sabía qué era lo que estaba haciendo, mucho menos querer casarme. Tenía en mi mente era estudiar, que de alguna manera me pusieran a estudiar. Pero, me casaron con él y viví 23 años con él, pero fueron 23 años muy amargos, no supe qué era la niñez, qué era la juventud. Siempre fue solamente trabajando y luego con él, pues seguir trabajando. Tuve mis hijos. Siempre tuve que trabajar, arañar para que a mis hijos no les faltara al menos lo necesario. Él era muy irresponsable.


-          Es decir, el matrimonio lo definieron sus padres, usted no tuvo espacio para opinar y decidir. ¿Es así?

No tuve opinión, ni consentimiento. Hice lo que ellos querían, lo que mis papás querían. Mi esposo cuando se emborrachaba me decía que no me quería, que era una venganza, porque yo no le ponía atención. Creo que sí porque nunca me trató como a una persona, siempre era con palabras ofensivas, palabras soeces. Cuando estaba en embarazo me trataba muy mal. No me arrepiento de haber tenido a mis hijos a pesar de que ya no están todos a mi lado, pero era la bendición más grande que la vida me daba el hecho de tener esos hijos, él ni siquiera los anhelaba que llegara, sino por el machismo nunca me dejó planificar. La consigna era que tuviera hijos.


-          Es decir, ¿Nunca pudo decidir usted sobre su propio cuerpo?


No señor. Nunca.


-          ¿En dónde más estuvieron viviendo?


Con él siempre vivimos por los lados de Gigante, también por lados de Ibagué y el corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas (Tolima). En Gaitania vivimos harto.


-          ¿Cuáles son los nombres de sus nueve hijos?


El mayor era Dairo Domingo, que él nació el 16 de octubre de 1973; le seguía Ismael, que nació el 25 de marzo de 1976; le seguía Wilson Libardo, que nació el primero de septiembre de 1977; luego, seguía Gildamer que nació el 21 de agosto de 1979; luego, le seguía Marlén Rocío, que nació el 10 de junio de 1981; luego, Geison, que fue el último que me mataron, que él nació el 7 de abril 1983; luego, Lina Mayovi, que nació el 12 de octubre de 1985; Luego, Fabián Mauricio que nació el 7 de julio de 1990; luego, Nury Patricia, la menor, nació el 21 de noviembre de 1991.


-          ¿Cómo hizo usted para levantar esta cristiandad?


Yo trabajaba donde yo llegaba en las fincas. Lavaba ropa, vendía alimentación, arañaba como fuera, mis hijitos nunca se acostaron sin comer, nunca anduvieron descalzos. La crianza para los mayores fue muy dura porque fue al lado de él y él no quiso que estudiaran. Desde muy niños les tocó ir a coger café con él para él jugar gallos. Fue muy dura la crianza de ellos.


-          ¿Usted se separó de él en qué año?


Nosotros nos separamos en el 96. ¿Por qué? Porque cuando a mí me faltaban tres días para tener mi hija menor, que vivíamos por el cañón de Cocora, en Ibagué, él llegó borracho y se volvió loco. Casi me mata a patadas. Mi niña nació a los tres días toda morada de los golpes que él me dio a mí. Debido a eso tuve un tumor canceroso en el seno izquierdo.


Era mucho el resentimiento que yo tenía hacia él, las cosas ya no eran iguales. Él era cada día más rebelde, más irresponsable, más grosero conmigo, con mis hijos. Tuve una enfermedad que duré un año en Ibagué, diariamente enferma, él se consiguió otra persona y cuando volví me dijo que no quería vivir más conmigo y así nos separamos. De ahí para acá, yo seguí con la obligación todavía con cuatro menores de edad. Recibí un billar en arriendo en la vereda San Miguel, corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas (Tolima), mi hijo Ismael entre semana se iba a trabajar a las fincas que requerían de su concurso, los viernes llegaba a casa.


Yo me iba entresemana a trabajar a un restaurante a Gaitania y también subía los viernes y hacía tamales para vender y él administraba el billar y yo hacía comida para vender. El lunes él volvía y se iba a trabajar y yo me bajaba para Gaitania a ayudarle a mis familiares en el restaurante, hasta que me salió la finca por el INCORA, fue muy bendecía porque me hice a la finca, los dueños eran personas muy generosas de apellido Puján, don Martín Puján me regaló cuatro vacas, cuando se dio cuenta cómo era mi situación.


Al principio eran bastantes vacas las que se ordeñaban, era un ordeño global, porque no habíamos negociado el ganado. Yo era la tesorera y era la presidenta del comité negociador de ganado. Entonces, cuando fuimos a negociar el ganado él me llamó a solas y me dijo: “Yo te tengo una sorpresa, pero no vas a decir”. Yo le dije: “Qué será don Martín”. Me dijo: “Yo te voy a regalar cuatro vacas de las mejores que hayan allá; ya tú conoces bien el ganado, sé que eres una persona muy echada para adelante, que tiene cuatro hijos menores de edad, tienes una obligación muy grande. Escójalas. Dime cuáles y yo le digo al resto de personas que hay ahí de los parceleros que yo negocié cuatro vacas contigo y que tú me la vas a pagar por aparte”. Yo le dije cuáles vacas. Las escogí y se negoció el ganado. También fui muy bendecida porque se jugó con pimpones y el lote que a mí me tocó fue uno de los mejores.


Duré nueve años con mi finca. Nunca se me enfermaba el ganado. Mejoró mi calidad de vida y también la de mis hijos porque yo ya no tenía que matarme tanto. Sí, limpiaba los potreros, porque yo limpiaba todo lo que era cerquita de la casa. Mis niños llegaban a las dos de estudiar de la escuela y pequeñitos me los llevaba a arrancar chilca, mora. Paramos la finca. Ya era la calidad de vida muchísimo mejor, tanto para mí como para ellos, porque ya estaba más tiempo con ellos y no les faltaba nada hasta cuando fue mi desplazamiento el 27 de julio de 2004.


-          ¿Cómo se llamaba la finca?


Las fincas que parcelaron se llamaban Zuima y Bárbara. Eran dos haciendas grandes ganaderas que quedaban entre la vereda Rioclaro y Puerto Tolima. Pero la mía quedó en la mitad de las dos divisiones de los dos caseríos. La mía se llamaba: Villa Patricia. Duré – como ya le dije – nueve años.


-          Además de ganado, ¿Qué más tenía?


El ganado porque la tierra no era buena para los cultivos. Mis hijos sembraron papa y no se dio. Entonces, el ganado. Claro, también se tenían algunas maticas de cebolla y los programas que llegaban del macizo colombiano  y de CORPOICA, pues yo los cogía como por ejemplo, sembrar un cuarto de hectárea de árboles, pastos para el ganado, etc. Todos los programas que llegaban yo los cogía. La finca estaba muy bonita. Todo en lo limpio. Bien cercado. La casa estaba con piso de tierra, pero bien ubicada, con buenas aguas.


-          Vivía sabroso con sus hijos…


Sí señor.


-          Recordemos la fecha del desplazamiento y por qué…


El desplazamiento se debe a que el 22 de julio de 2004, fueron vilmente asesinados mis dos hijos mayores en un “falso positivo” por parte del Ejército Nacional, pertenecientes a la Sexta Brigada con sede en Neiva (Huila). Además, vinieron represalias porque el ejército me tildaba a mí de guerrillera, lo cual era una infamia. Yo vivía en una zona “roja”, dominada por la guerrilla, pero no era guerrillera. Realmente vivía entre dos fuegos. La gente comenzó a decirme que me saliera porque el ejército venía diciendo eso y los encontraban posteándome a ver cuándo llegaba. Serían tan ocurrentes y tan ignorantes que yo tenía una yegua para sacar la leche a la carretera y para cargar la leña, que se la llevaron y duraron meses con ella. Realmente se la robaron. La mantenían al borde de la carretera. El ejército paraba a los viajeros para preguntarles si ellos conocían la dueña de esa yegua. Que ellos me estaban esperando para asesinarme o para echarme en un helicóptero. Debido a eso fue mi desplazamiento.


Mis dos hijos mayores, fueron asesinados el mismo día, pero en diferentes sitios.


-          ¿Cómo sucedieron estos hechos?


El mayor ya no vivía conmigo. Él había tenido la parcela. Se llamaba Dairo Domingo. Tenía su esposa y cuatro niños. Él ya no vivía allá, se aburrió porque una vez por unas mentiras de unas personas envidiosas e irresponsables, unos guerrilleros se llevaron a mis dos hijos amarrados, en presencia de toda la comunidad que había en el caserío jugando fútbol un domingo. ¿Qué pasó? Esas personas le habían cogido rabia a mi hijo mayor porque tenía una moto y cogieron que a toda hora tenía que prestarla y la dejaban por allá botada vuelta nada y él arréglela. Un día la negó y por eso se lo llevaron a los dos hijos amarrados. La comunidad se movilizó inmediatamente. Habló con la guerrilla y los hicieron soltar. Dijo la comunidad que mis hijos eran unos muchachos honrados, trabajadores, que no hacían sino trabajar.


A mi hijo le entró mucho aburrimiento eso. Él tenía la parcela. La vendió muy barata con ganado y todo y a muchos contados. Le dieron 2 millones de pesos. La vendió en 10 millones pero con varios plazos. Se salió para Rivera (Huila) y puso los 2 millones para comprar con un señor una panadería en Rivera (Huila), ese señor era compañero de Amparo García, la ex esposa de Pocholo, tan nombrado comerciante de Planadas. Sé que se llama Arcesio, pero le decían por apodo “mantequillo”, me parece que era Arcesio Durán. Luego, pusieron verduras. Les estaba yendo muy bien.


Pero, ¿Qué pasó? Él como era tan noble lo traicionó el que manejaba la plata, y de la noche a la mañana, cuando se dio cuenta, cerraron por la noche y al otro día, los lunes no abrían. Todo cerrado. No lo encontrábamos. Vendió, se voló y lo robó. Lo dejó con los brazos cruzados con esa familia.


Entonces, yo me llevé la esposa de él y los niños para la parcela mía, para la vereda Rioclaro otra vez y él se quedó trabajando en una discoteca en Rivera que había montado un hermano del pícaro, se llamaba Harvey y la discoteca se llamaba: La Roca. Él se quedó trabajando ahí y yo me llevé a ellos, para que no pagaran arriendo y comida. Él vivía en esas circunstancias.


Cuando lo mataron, la discoteca la habían cerrado porque no les estaba siendo rentable. Por esos días había venido a visitar a mi hija mayor que vivía en el Valle de San Juan (Tolima), él vino y se estuvo un semana ahí, muy aburrido. Dijo que habían acabado con la discoteca y que entonces se iba a ir para mi finca a ver a la esposa y los niños y que el otro hijo que mantenía allá, Ismael, que era el que le seguía a él, tenía que ver de la parcela y estaba trabajando haciendo unas alcantarillas, unos tubos para alcantarillas para el municipio de Santamaría (Huila), en la vía que queda entre Puerto Tolima y Santamaría por la vereda Jerusalén. Dijo: Yo voy y le colaboro a él. Se fue.


Se fue de Ibagué, el lunes, el martes me llamó a las diez de la mañana del terminal y me dijo: “Mami, ya me voy para la finca”. Yo le dije que iba a finales del siguiente mes, porque la niña menor me había resultado con un “soplo” y tenía que llevarla al cardiólogo antes de ir. La cita era creo el 25 de agosto. Nos despedimos.


El jueves, el hermano se fue a trabajar y entonces él dizque dijo que iba a mirar a lucho a ver qué es lo que está haciendo. Y cuando él subía, subía con un amigo que se llama: Helver Alvis. Ellos subían y entonces se encontraron un muchacho, un guerrillero. Ese muchacho le dijo a mi hijo que tenía que hablar con él, porque la ley que tenían era que la gente que se salía no podía volver y eso de ir y volver generaba mucha desconfianza. No se sabe qué era lo que le iba a decir. Él se subió a un potrero de una finca, que era una hacienda en Puerto Tolima, la que era administrada por los hermanos Rocha y mi hijo se sentó y el otro se le sentó al pie. Se acababan de sentar, porque había muchos testigos que vieron, cuando el ejército salió de un caño boscoso que había y salieron y los mataron sentados. Luego, lo cogieron en rastra por el potrero. Se le arrancaron pedazos de carne de los brazos, las orejas. Había una orejita despedazada con las cuerdas del alambre, en la alambraba se encontraron pedazos de carne de él. Ahí, lo mataron a él.


Luego, cogieron las volquetas del municipio de Santamaría (Huila) que estaban cargando piedra para tapar huecos, solicitud que había formulado la comunidad y el alcalde había mandado cuatro volquetas. El ejército nacional le quitó las llaves a los conductores y se llevaron las volquetas. Ahí, llevaban a mi hijo Dairo Domingo muerto y el hermano estaba más allá, en la vereda Jerusalén. Él le había dicho a una señora que tenía pereza de venir a almorzar a la casa porque era una hora de camino a pie. Entonces, dizque ella le dijo: “Usted no me dijo y yo le hubiera vendido el almuerzo. Yo le di a los chinos pura leche con panela”. Entonces, él fue hacia la otra casita y compró una gaseosa y un paquete de galletas y él entró donde ella comiéndose eso y cantando, cuando el ejército nacional iba, unos a pie y los otros en las volquetas. Mi hijo estaba recostado en la chambrana hablando con ella, ya el ejército iba pasando cuando apareció por ahí un miliciano llamado Agustín, alias “el indio”, dizque estaba esperando a unos comerciantes de Santamaría. Estaba por ahí echado y salió y le disparó al ejército con una pistola, la botó junto con una agenda. Entonces, el ejército nacional se devolvió disparando indiscriminadamente. Incluso, le dieron plomo a las mismas volquetas del municipio. Mi hijo Lucho se metió para la cocina y cuando vio que llegaron ahí, él salió por una puertica que tenía la cocina hacia la huerta. Esa huerta estaba encerrada en malla. Él se cayó y ahí lo mataron. Fue lo que la señora de la casa me dijo, que cuando lo habían sacado en rastra, él dejaba los charcos de sangre y se estaba muriendo porque él abría los ojos y los cerraba y que le brincaba la carne de la cara. Eso es un falso positivo. El ejército nacional lo hizo pasar por guerrillero. No lo uniformaron pero igualmente lo hicieron pasar por guerrillero. Al indio lo capturaron.


Para que me entregaran los cuerpos, me tocó poner abogado en Neiva, porque no los querían entregar. Los tenían en Neiva, en la brigada, pero no los querían entregar con el cuento que allá no tenían civiles. El abogado le tocó llamar a la Procuraduría General de la Nación para que interviniera y los entregara para darles cristiana sepultura.


-          Ese par de hijos villanamente asesinados por el ejército nacional, ¿En dónde fueron sepultados?


Ellos fueron enterrados en el corregimiento de Gaitania. Mi hija mayor, Marlén Rocío, ella los reclamó, ella hizo las vueltas con el abogado y los llevaron a los dos para Gaitania.


-          Después de este horrendo crimen, se vinieron cascadas de amenazas contra usted. ¿De parte de quién?


De parte del Ejército Nacional.


-          ¿Cómo se expresaban estas amenazas?


Las amenazas contra mi persona. La gente me dijo que era mejor que me saliera porque ellos estaban esperando la oportunidad para asesinarme, prácticamente.


-          ¿Usted sale cuándo?


Yo salí el 27 de julio de 2004.


-          ¿Para dónde salió?


Yo salí para el Valle de San Juan (Tolima), donde vivía mi hija mayor, salí con mis hijos menores y la nuera, la esposa del hijo mayor con cuatro niños y la del otro, la de Ismael con un niño.


-          ¿Qué se dedicó usted a hacer en el Valle de San Juan?


Pues al comienzo era tanto el dolor, la desesperación, que yo me puse fue como a hacer vueltas a haber cómo nos ubicábamos como desplazados. Lo único que nos dieron fue un mercado y de a dos colchonetas. Luego, empecé a buscar trabajo. Mi hija Marlén Rocío, pues ya ella se separó, ella trabajaba y nos daba la comida. De ahí para acá, cuando he podido he trabajado, sino que siempre cuando no es una cosa es otra, como cosas familiares. Entonces, he tenido que dejar de trabajar. 


-          ¿Usted volvió después de su desplazamiento al corregimiento de Gaitania?


Nunca más volví. Yo subí una vez a las carreras. Tenía un ganado que un señor de Gaitania me había dado en aumento. Liquidamos. Él me compró mi parte. Esos pocos ahorros se fueron yendo en mercado, en arriendo, la separación de mi hija. No volví a la zona por miedo. La parcela está allá. Me hice inscribir para el tema de restitución de tierras. Esperaba que ganara el Sí en el plebiscito para tener la seguridad de las personas que van, pero no fue posible. Hoy tenemos una gran incertidumbre.


Sería muy duro para mí regresar a esa parcela. La abogada me explicaba que ellos van, miran, miden y me llaman y me dejan la opción de regresar lo podría hacer, entre otras cosas porque hay un proyecto para mejoramiento de vivienda, las cercas, las aguas, con lo que quiera uno empezar, pero si uno pide que le den en otro lado, pues le dan en otro lado. Es más, si uno no quiere tierra ya pues le dan la plata mediante avalúo. Eso fue lo que me explicó la abogada hace tres meses.


-          ¿La finca en manos de quién está actualmente?


No sé quién la tiene. No sé pero yo aparezco en los papeles porque por ahí tengo incluso un papel que mi hija sacó del instituto Agustín Codazzi y ahí aparezco todavía yo. No tengo escritura es como unas fotocopias. Todavía no nos habían hecho escritura. Teníamos escritura global.


-          ¿Qué pasó con sus demás hijos?


El primero fue muerto en septiembre de 1996, que fue Wilson Libardo. Cuando eso también hubo mucha represalia, pero duré un tiempo por allá, trabajando con un hijo en una finca y ahí volvimos a salir al caserío y volví a salir a Gaitania, claro con mucho temor, pero salía. Lo mató también el ejército nacional.


-          ¿Cómo fue asesinado por el ejército nacional?


Él había ingresado a las filas de la guerrilla cuando iba a cumplir 18 años.


-          ¿Fue obligado por la guerrilla a hacer parte del movimiento revolucionario?


Se lo “combambiaron”. Sí, por “combambería” con ellos se fue y al año siguiente lo mató el ejército. Nunca tuvo entrenamiento tenaz sino que era solamente “razonero”, mandadero a Planadas. Los asaltaron estando en la vereda San Miguel hacia arriba en la finca de don Moisés Enciso. Según información recibida, él estaba sentado en una piedra, descalzo. Cuando llegaron y los prendieron a plomo. Los demás compañeros salieron por el río Atá arriba y él se fue a cruzar el puente y ahí lo mataron. Cayó al río Atá. Ellos lo sacaron y lo bajaron a Planadas. Allí, lo reclamó una familiar y mi cuñado y le dimos sepultura en Gaitania.


-          ¿No fue en combate, propiamente dicho?


No señor. Le comenzaron a disparar estando sentado y luego lo mataron cruzando el puente. Se llamaba Wilson Libardo Jiménez Gutiérrez.


-          El asesinato de su otro hijo, ¿Cómo fue?


Gildamer me lo mataron estando yo en la cárcel. Él fue muerto en una toma en el municipio de Ataco (Tolima). Lo que escuché después rumores entre ellos mismos, fue que un mismo compañero lo había matado, porque le tenía mucha envidia. Le pegó un tiro por detrás, le destruyó el cráneo. Yo estaba en la cárcel.


-          ¿Cuándo fue a la cárcel usted y por qué?


Yo fui capturada el 12 de febrero de 2001, me acusaban de guerrillera, me acusaban de testaferro de las Farc. Duré siete meses. Cuando estaba allá fue la muerte de Gildamer.


-          ¿En qué cárcel estuvo usted recluida?


En la Distrital  que estaba sobre la calle 10, barrio Belén, en la ciudad de Ibagué (Tolima).


-          ¿Cómo fue su detención?


Yo había venido a Ibagué a sacarme unos exámenes médicos. Fui a quedarme en la casita de don Raúl Rojas González y María Oliva. Ellos me dijeron que fuera a quedarme en su vivienda. Llegué el domingo por la noche para irme el lunes en la buseta de nueve de la mañana. Estando ahí en la mañana, cuando un allanamiento de la Fiscalía. Primero, me hicieron a un lado de doña Oliva, la esposa de don Raúl Rojas, pero como a las dos horas dijeron que yo también tenía orden de captura. Duró desde las 6:30 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Luego, nos llevaron para el Gaula donde nos tuvieron dos días. Del Gaula nos llevaron para la cárcel a doña Oliva y a mí.


-          ¿Cómo fueron esos siete meses en la cárcel?


Fueron muy duros, porque mis hijos menores sufrían mucho. La hija tenía seis años y el niño siete y medio. Mi hija mayor le tocó hacerse cargo de ellos. La otra tenía catorce años, el otro lo tenía estudiando interno en la granja agrícola de Planadas. Fueron siete meses muy duros de pensar en ellos. Estando en la cárcel, se presenta la muerte de mi hijo Gildamer. No me dijeron enseguida, me di cuenta cuando él ya tenía dos meses de muerto. Fue algo muy duro y algo inesperado. Yo pensaba que el día que saliera iba, veía a los niños y arrancaba a buscarlo a él.


-          ¿Qué hacía usted en la cárcel?


En la cárcel aprendí manualidades, a bordar en cinta. Me cogió mucha confianza la guardia y me ponían a trabajar también en las cabinas telefónicas que había, a hacerles turnos, a administrarles eso. A veces los sábados y los domingos me ponían a anotar las visitas de cada persona. Nombre, número de cédula. En eso colaboraba.


-          ¿Exactamente cuántos hijos ha perdido usted en esta guerra absurda inventada por la clase dirigente con el aval de los Estados Unidos?


Cinco. Cinco hijos y mi esposo, el papá de mis hijos.


-          Ustedes se separaron. Pero, ¿Qué pasó con él?


Nosotros nos separamos y él siguió por ahí trabajando y de pronto le dio por estar con la guerrilla, pero él no era guerrillero ni nada, él siempre fue militante de la Unión Patriótica, fue militante de la Up toda la vida. Un día hubo un asalto a un campamento y los muchachos que quedaron vivos dicen que él ya había salido, pero apareció en la morgue del hospital de Neiva (Huila), con tiro en la frente, solamente un solo tiro. Entonces no se sabe. Los documentos de identidad de él no aparecieron. Se presume que el ejército lo capturó y lo mató en estado de indefensión, porque él no tenía sino un solo tiro en la frente.


Mi hija le ha tocado recogerlos a todos. Fue al reconocimiento, pero ya lo habían enterrado como NN. Ella hizo vueltas y lo trajo para Ibagué, quedando uno encima del otro con el hijo de él, el último que mataron.


-          ¿Recuerda la fecha en que fue asesinado su ex esposo?


El 12 de septiembre de 2007.


-          ¿Cómo puede sobrevivir una mamá a tanto dolor, a una tragedia tras de otra?


Hoy en día, ni yo misma entiendo como mi Dios me ha tenido en pie, cómo he sobrevivido a tanta cosa.


-          ¿Por qué cree usted que se dan todos estos hechos tan dolorosos, lamentables y repudiables?


¿Por qué creo? Por la desigualdad, por los gobiernos. Casi todos mis muertos fueron en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Él le exigía a las fuerzas militares resultados a como diera lugar y los militares para entregar resultados mataban al que se les atravesara, porque mis dos hijos mayores nunca fueron guerrilleros, nunca fueron malas personas. Eso fue injusto, muy injusto.


-          ¿Qué gestiones ha hecho para que los crímenes contra sus hijos no queden en la impunidad?


Colocar abogado. Porque en el caso de mis dos hijos mayores yo lo tildo como un “falso positivo”. El abogado puso la demanda, pero dejó vencer unos términos que es el caso de Dairo Domingo e Ismael. Cuando citaron a los testigos a Planadas, él no se dio cuenta. Yo esperé y esperé y cuando volvieron a citar a los testigos, ya la mayoría de gente que conocía a mis hijos y que estaban dispuestos a declarar para que hubiera justicia, se habían ido aterrorizados por la muerte de mi hijo; al cual más vendió y se fue. Entonces, yo conocí a un abogado Pedro Pérez que es chaparraluno y tiene la oficina en Bogotá, le comenté mi caso, él averiguó si eso se podía. Fui a Neiva y saqué todas las copias del proceso, él fue y averiguó en una embajada si eso se podía poner ante el Derecho Internacional Humanitario, le dijeron que sí; entonces yo le firmé un poder a él en junio de 2008, mejor dicho, todos les firmamos un poder y él puso eso ante la Comisión Interamericana del Derecho Humanitario. Siempre él mandaba derechos de petición y le contestaban que por favor no mandara que eran miles de casos y que el caso mío estaba en estado de admisibilidad, pero hace cuatro meses aceptaron allá 37 casos y entre los 37 casos está el mío, pero falta el resto. Está aceptado allá en los Estados Unidos, en Washington. Falta esperar el resto. Los demás casos me he quedado callada por temor, me da miedo con mi familia. Hemos sido muy perseguidas. Sé que mi celular mantiene interceptado. Siempre hemos sido perseguidas por la ley. Por temor me he quedado quieta. Se da usted cuenta la humildad con que vivimos. Los otros casos están ahí quietos. El papá de mis hijos, yo lo puse ante la unidad de víctimas. Fue reconocido como víctima hace tres años, pero nunca me han pagado, lo mismo igual que los desplazados nada de ayudas humanitarias. He mandado derechos de petición, pero nunca me llega una ayuda. Lo único fue esta casita que tenemos en obra negra. De resto nada. No tengo ninguna ayuda del Estado.


-          ¿Qué espera usted realmente del Estado?


Mira, Nelson: Sé que con plata no me van a reponer a mis hijos. Uno de mamá no tiene hijos para negocio. Pero, al menos que reparen el daño que me han hecho para vivir dignamente con mis tres hijas y mi hijo y que mis nietos que quedaron huérfanos y los que hay, también tengan una calidad de vida buena, no vivir en las condiciones que nosotros vivimos todos, pasando necesidades. Vea, mi hija menor, es una niña que va a cumplir 25 años, pero qué pasó con los sueños de estudiar. Por el desplazamiento no le pude dar estudio, se casó con un policía, de esa unión tiene una niña, ha sufrido, le aguantó a ese tipo hasta donde no más, está sin trabajo, con los sueños de estudiar, pero nunca ha podido hacer nada, las demás lo mismo. Me destruyeron totalmente, tanto moral como física, económicamente el Estado me destruyó.


-          ¿Estaría usted de acuerdo con que hubiera en Colombia verdad, justicia, reparación y no repetición?


Sí señor. Sí señor. A mí a toda hora, por decir, ese único varón que me queda, es un muchacho que le gusta el fútbol. Él se va a jugar y es ese miedo que a él me le va a pasar algo, lo mismo con mis tres muchachas que me quedaron, lo mismo con mis nietos. Es un temor permanente, es una sugestión de que algo malo va a pasar. Yo misma me doy valor de que no debo pensar en eso, pero es por todo lo que a mí me ha pasado.


-          ¿Cómo hace para subsistir ante todos estos dramáticos y dolorosos sucesos?


Es muy duro. Por decir, ahoritica solo tiene trabajo mi hija mayor que es separada, no tiene esposo, tiene una niña de dos años y medio; ahora vino una nieta que vive por allá en Bogotá, se vino y comenzó a trabajar para medio conseguir, porque yo en estos momentos no estoy trabajando, la hija menor está sin trabajo. Es muy duro. Ni siquiera he podido legalizar esta casita, aparece como lote, me llegó un predial carísimo, no he podido legalizar el gas, no he podido legalizar la luz, el agua, nada, porque no hay dinero.


A comienzos de este año me dio una diabetes que duré casi dos meses en clínica y de ahí para acá he estado muy delicada. No he podido ponerme a hacer nada. Eso es muy duro, es muy duro uno viendo que tiene tantas necesidades y que uno no puede aportar, no puede dar, a uno por la edad lo desconocen, que no le dan trabajo por la edad. Es una situación muy, pero muy dura.


-          ¿Por qué esa persecución del Estado contra usted?


Cuando me cogieron presa yo les dije en la indagatoria y le dije nuevamente al Fiscal porque a mí me hicieron ampliación de indagatoria. Le dije: “Uno vive entre dos fuegos”, yo viví en sitios donde llegaba el ejército nacional, me pedía favores y yo les hacía favores, que véndame, que regáleme, que prepáreme. Yo les hacía. Y llegaba los otros e igualmente. El ejército nacional preguntaba y yo no les decía mentiras: “Sí pasaron hartos”. Entonces, me preguntaban: “¿Por qué sabe usted que era guerrilla?” les contestaba: “Porque iban muchachas”. Y cuando la guerrilla preguntaba, pues también les decía lo mismo, si me preguntaban que si el ejército nacional había pasado, pues yo les decía que sí. ¿Por qué lo hacía? Porque nunca deseaba que se agarraran cerca de la finca, por el peligro que eso representaba. Yo tenía mis niños. Era punto de llegada de todas maneras, porque siempre tenía aunque fuera una venta de gaseosa, galletas, de lo que yo pudiera, para tener algunos centavitos y a mis hijos no les faltara nada o al menos tuvieran lo elemental: La comida y la ropita. En el campo siempre vive uno en medio de dos fuegos. A nivel mundial se sabe que Planadas es zona “roja” y si uno quiere vivir bien pues tiene que agachar la oreja. Debido a eso fue la persecución contra mí y mi familia. Creo que estoy viva porque me salí de esa zona. Hasta los demás niños me lo hubieran matado. Cuando me desplace el niño tenía 14 y la niña 12, los menores y mis nietos. El día que mataron a ellos, el nieto mayor de los cuatro de mi hijo tenía siete años, y ese niño arriando los becerros de la casa para arriba y le llovían las balas al niño. La mamá no hizo sino gritarle que se acostara.


-          ¿Qué espera usted de este proceso de paz entre la insurgencia de las Farc – Ep y el gobierno nacional?


Yo esperaba que ganara el SÍ, esperaba que el SÍ ganara porque lo que se necesita es que haya paz. No quiero que otras mamás sufran lo que yo he sufrido, que paguen con sangre lo que yo he pagado sin deber nada, que mis hijas y sus hijos crezcan en un país diferente, todos esos nietos que están creciendo, que crezcan en un país diferente, que haya una igualdad, que puedan ser educados, que no se críen como ellos: Sin estudio, pasando necesidades, corriendo de aquí para allá. Aún acá mantengo con miedo acá por cosas. A veces me da nervios. No sé si será por tanta cosa que he vivido, pero hay veces que a mí me da nervios, cuando empiezo a sentir que el celular está chuzado, a mí me da nervios. Me han dicho que me cuide. Incluso, el abogado que me tiene el caso de los dos mayores, me dijo que yo tenía que cuidarme porque el gobierno era traicionero y uno no sabía qué podía pasar.


-          En medio de tanta adversidad, dolor y zozobra que ha rodeado su existencia. ¿Se atrevería a enviar un mensaje de paz y de reconciliación para todos y todas, los colombianos y las colombianas?


Pues yo lo que quisiera decir es que sigan con los diálogos, pero que la guerrilla haga valer los derechos de la gente que puso el pecho por la causa, por ellos, que no se les olvide que hay una “mamá fariana” que ha sufrido todos los golpes del conflicto, que tengo tres hijos y unos nietos que necesitamos el apoyo de ellos y también el presidente que siga adelante con los diálogos, que no le ponga cuidado a Uribe Vélez, sino que ambas partes sigan adelante para que haya paz, porque eso es lo que se necesita para mis nietos y toda la niñez que está creciendo.



Ibagué, octubre 17 de 2016




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