Autoproclamado policía del mundo, Estados Unidos tiene bases militares por distintas regiones del planeta. En Colombia por lo menos hay 21, según se ha venido denunciando. Su dominio imperial se fundamenta en la fuerza bruta de la violencia. Eso explica el crudo armamentismo que le asiste.
El cuento otrora, era la existencia de la Unión Soviética. Ronald Reagan, pésimo cineasta, aireó la idea de instalar armamento de destrucción masiva en el espacio, habló de la “guerra de las galaxias”.
Caída la Unión Soviética, no había una razón de peso para incrementar el armamentismo. El mundo civilizado pensaba que Estados Unidos daría un viraje de 360 grados, invirtiendo estos millones y millones de dólares en ciencia y tecnología, resolviendo los diversos problemas en su país y el resto de países del mundo.
Rápidamente, inventó el nuevo enemigo mundial: El terrorismo. Tumbó las Torres Gemelas, sembró el caos y con esto justificó su política imperialista. George W. Bush, autoproclamándose el paladín del bien, declaró la guerra sin fronteras contra el terrorismo internacional. Automáticamente declaró públicamente que quien le llevara la contraria a Estados Unidos, sería considerado en lo sucesivo terrorista.
Nadie podía reclamar soberanía nacional, ni respeto por los derechos humanos, ni justicia social, ni defensa del medio ambiente, ni respeto a la libre autodeterminación de los pueblos, quien lo hiciera o simplemente lo insinuara, sería catalogado automáticamente de terrorista.
Así fue como todos los países socialistas fueron catalogados de terroristas. No contento con esto, también declaró terrorista a todos los países democráticos y soberanos. Igualmente, a organizaciones y personalidades democráticas y respetuosas de los derechos humanos, incluyendo artistas, cantantes, escritores, poetas, pintores, filántropos, etc.
Toda persona, por el simple hecho de pensar y ser crítica, era suficiente para ser catalogada de terrorista. Para difundir esta malsana ideología empleó fundamentalmente los medios masivos de comunicación, las religiones y el pensum académico.
Invasión militar
Durante las décadas de los 60s y 70s, los Estados Unidos, se especializaron en invadir militarmente a los países cuyos gobiernos no comulgaban con su política imperialista. A sangre y fuego entraron y colocaron sus peleles, caso de Chile en 1973, asesinando al presidente constitucional Salvador Allende, para colocar al criminal Augusto Pinochet Ugarte.
En Panamá apoyó decididamente a Antonio Noriega, mientras asesinaba en un vuelo al general demócrata Omar Torrijos. Lo mismo sucedió en Guatemala, Haití, Uruguay, Paraguay, Argentina, Ecuador, etc. Apoyó abiertamente dictaduras militares, que fueran adictas al imperialismo norteamericano.
Si no ha promovido y apoyado golpes militares en Colombia, es porque no ha habido necesidad. La burguesía liberal-conservadora, se ha mantenido obsecuente a los requerimientos del Tío Sam. Dolorosamente hay que decirlo: El país hace rato está en manos de los Estados Unidos. Nada es nuestro. Ni una sola decisión toma el gobierno nacional sin antes consultar la embajada estadounidense. El gobierno nacional habla español pero piensa en inglés.
Y cuando los países de la CELAC y UNASUR han declarado a América Latina territorio de paz, los Estados Unidos, viene haciendo exactamente lo contrario. A movido sus fichas rastreras para militarizar la región y viene dando pasos de gigante para invadir militarmente a la república bolivariana de Venezuela. En esa aventura criminal, el gobierno colombiano ha cedido el territorio sin chistar una sola palabra, lo que confirma que la autoridad del presidente Iván Duque Márquez es simbólica, no es más que un mayoral de los Estados Unidos.
La invasión militar que proyecta Estados Unidos contra Venezuela es, sin lugar a dudas, un retroceso inmenso. Es volver al oscuro pasado, que tanta lágrimas y sangre inocente significó para estos pueblos latinoamericanos.
No le han sido suficientes los denominados “golpes blandos”. No ha tenido éxito porque este hermoso proceso revolucionario bolivariano que se viene desarrollando en Venezuela, tiene unas bases sólidas, indestructibles. Podrá invadir y asesinar a miles de personas, pero jamás el sueño de libertad, independencia y justicia social que le asiste a este movimiento de masas. El espíritu tutelar de Bolívar, Anzoátegui, Chávez, se convierte en una fuerza formidable e invencible. El pueblo patriota vencerá.
Presupuesto para la muerte
El actual presupuesto de los Estados Unidos para la guerra es asombroso, monstruoso, delirante. Por primera vez, alcanza la astronómica suma de 717 mil millones de dólares. Es decir, mientras el pueblo colombiano habla de paz con el acuerdo de la Habana, vilmente traicionado por el Estado (dicho sea de paso), los halcones de la guerra hablan e invierten millones de dólares en el certamen brutal de la guerra.
“El pentágono avanza hacia la militarización del espacio y se prepara para una guerra espacial. Detener esa amenaza, es una nueva tarea en la agenda de los luchadores por paz en el mundo”, señala el conocido periodista Alberto Acevedo.[i]
Hay que recordar que el general estadounidense retirado, James Mattis, visitó recientemente varios países latinoamericanos, aireando la invasión militar a la hermana república bolivariana de Venezuela.
Por su parte, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, habla de crear una fuerza espacial, constituyéndose en la sexta rama militar del ejército estadounidense. Es decir, reactivar o mejor, profundizar, lo que se conoce eufemísticamente como la “guerra de las galaxias”. Es la cumbre extrema de la locura.
El planeta tierra convertido en un gigantesco arsenal de armamento de destrucción masiva, que por un simple error de cálculo puede eliminar todo rastro de vida en menos de cinco minutos. Pero, no contento con esto, Estados Unidos, emplaza armas mortíferas en el espacio.
La preocupación se acentúa al saber quien ocupa la Casa Blanca. Un mercachifle atolondrado y alocado, que en cualquier momento puede desatar la tercera guerra mundial.
[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición número 2948. Página consultada 17.
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