Niños y niñas escuela Nicolás Esguerra en Pastales, hablando sobre el impacto de la COP16 |
Por Nelson Lombana Silva
Todo lo que permea el sistema capitalista lo convierte automáticamente en mercancía. El considerado “Día de los niños”, no es la excepción. Las multinacionales dedicadas a producir dulces están a la expectativa, es su día, su “agosto”. Pero, también están los trajes conocidos popularmente como el disfraz.
Los padres se ven en calzas prietas para adquirir el disfraz, sobre todo competir con los adinerados que no tienen problemas en entregar a sus hijos los más costosos. La madre de familia muchas veces tiene que vender la gallinita, los huevitos o sacar prestado a la comadre o al compadre para adquirir el traje medianamente aceptado por la alta sociedad.
No contenta la sociedad de consumo con esto, ahora “obliga” a los adultos, especialmente a los padres de familia, a comprar y lucir el disfraz. Así, el costo aumenta y se hace más complejo para el pueblo obrero – trabajador y desempleado participar del denominado: “Día de los niños y las niñas”.
Esta sociedad consumista ordena que haya que inundar a los pequeños y las pequeñas de dulces y golosinas, ojalá de los más costosos para que sea más meritorio la celebración. No importa que al otro día el papá o la mamá tenga que llevar al niño o la niña de urgencia al hospital y el médico diagnostique generalmente: “Rebote de parásitos”.
Por supuesto, que para la sociedad de consumo no le importa lo dañino del dulce, del azúcar. Sepa del veneno que representa este producto para el organismo humano, especialmente infantil. Nade de eso le interesa a esta sociedad de consumo. Su única preocupación es simplemente vender y nada más. Su celebración no es más que una imitación de lo que hace el imperio, es decir, Estados Unidos. Es decir, ni siquiera tenemos derecho a conmemorar esta fecha con base a los rasgos culturales que nos dan identidad, o sea, la cultura popular, indígena y afrodescendiente. Nada de eso. La sociedad de consumo nos lo impide y no de cualquier de cualquier manera, lo hace con agresividad, con violencia.
Con estos procederes, dicha sociedad de consumo va colonizando la mente de cada niño, volviéndolo adicto a ciertos productos, logrando su objetivo: Tener compradores para sus dañinos productos. Todo sucede tan fríamente calculado que nadie o muy pocas personas lo advierten y más bien no dudan en irse lanza en ristre contra quienes llamamos a liberarnos de esa sociedad maligna, que nos impide pensar por sí mismo.
Un momento de reflexión
El 20 de noviembre, se celebra el día internacional del niño, también conocido como el día mundial de la infancia, toda vez que en esa fecha fue proclamada por las Naciones Unidas los Derechos de los Niños, en 1989. La fiesta de los niños en Colombia se celebró por primera en 1999. En el 2001, mediante ley 724 de diciembre 27, el congreso nacional institucionalizó la celebración del día de la niñez y la recreación, buscando que durante el mes de abril se sensibilice sobre la familia, la sociedad y el Estado, en la obligación de asistir y proteger al menor. Según la ley, se celebra el último sábado del mes de abril.
De otra parte, la Constitución Nacional de 1991, en el artículo 44, destaca los derechos fundamentales de los niños y las niñas. Dice: “La vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia”.
El mismo artículo señala en otro acápite: “La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores. Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”.
Una Constitución romántica que dista mucho de la realidad, por cuanto los niños y las niñas, vienen siendo víctimas del sistema económico, la violencia, la miseria, etc. Una sociedad enferma y en decadencia se ensaña contra la esperanza y la alegría de una sociedad como son los niños y las niñas. Qué tal que en vez de una lluvia de dulces, se produjera una lluvia de libros infantiles, padres leyendo con sus niños, soñando y recreando en la calle, en el parque, en la vereda, en el camino, en todas partes. Sería esta una sociedad más sana, libre y feliz, dueña de su propio destino.
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