Por Nelson Lombana Silva
La libertad seguramente se materializará el próximo martes 20 de junio.
Habrá un homenaje y reconocimiento a Rabelo en el Sexto Congreso
Nacional de la UP que será instalado el jueves 22 de junio.
La expedición en busca de la biblioteca del corregimiento de Villarrestrepo, hermoso cañón del Combeima, municipio de Ibagué (Tolima), comenzó muy temprano, con un clima fresco. La meta propuesta por el grupo era tener contacto directo y real con el santuario natural del conocimiento recóndito de este profundo cañón de singular belleza natural por la espesa vegetación esmeralda vigilada por el imponente nevado del Tolima.
Saber de su estado, sus potencialidades y sus dificultades para establecer un plan que permita que este centro de conocimiento y cultura cumpla con su misión histórica en una sociedad que transita constantemente por allí, sedienta de cambio, convivencia, cultura y paz, embriagada, además, por la fragancia de la espesa vegetación al lado y lado de la estrecha vía en no muy buen estado.
El grupo estaba liderado por la doctora Sandra Cáceres Suárez, tutora departamental de bibliotecas del ministerio de cultura y de la biblioteca Nacional. Una mujer encantadora por sus relaciones humanas, su liderazgo, su trabajo y el amor que le profesa a su actividad. Sabe hacer, sabe mandar.
También hizo parte del grupo Johana, bibliotecaria del barrio Kennedy. También trabajadora, emprendedora y dinámica. Trabajó de principio a fin en toda la expedición conservando siempre un semblante de compromiso con la noble tarea de acercar el lector al libro y viceversa. Más tarde, arribó al corregimiento número 8, Diego Alejandro Ospina, también bibliotecario del barrio La Cima, con el mismo semblante. Había en su rostro ganas de trabajar y profundo espíritu de solidaridad. Tenía el compromiso de jugar dos partido de fútbol, no obstante de cumplir con este compromiso por cuanto reconoce que es su pasatiempo favorito, participó activamente de la expedición jugando papel protagónico de singular valor.
También José Miguel jugó su papel con qué profesionalidad. Se mantuvo al tanto de la odisea siempre con espíritu emprendedor y dinámico. Al frente del volante condujo el vehículo sin ningún contratiempo.
Villarrestrepo es un pulmón de la ciudad
Villarrestrepo es un verdadero pulmón de la ciudad musical de Colombia, Ibagué. La primera impresión es que su población es taciturna. Sin embargo, una vez entabla comunicación con el habitante y logra romper el hielo, se convence fácilmente de todo lo contrario, que es una comunidad alegre, emprendedora y comprometida con su entorno.
Si bien es una región agrícola, se intuye que el principal renglón de la economía es el turismo. El turista va y viene, disfrutando el clima, la vegetación exuberante y la gastronomía
La biblioteca se encuentra ubicada prácticamente en el corazón de este caserío, sobre la principal vía de acceso, al lado del gigantesco parque y del templo donde según la leyenda, se suceden constantemente milagros en cantidades industriales.
No hay colegio, ni escuelas al ser declarada la zona de alto riesgo.
“Eso nos ha perjudicado mucho – dice un habitante – porque de esta
manera el gobierno se quitó su responsabilidad y los niños tienen que
recorrer grandes distancias para estudiar”.
Hallamos el objetivo
convertido en un tesoro escondido entre la polvareda, las telarañas y la
anarquía. Manga por hombro. El grupo aceptó aquello como un desafío, un
reto que templa la voluntad y el compromiso de sacar a flote el
santuario natural del conocimiento puesto al alcance de todos y todas.
Después de hacer algunos contactos con el corregidor Juan Carlos Delgado
Leal vía celular y más tarde personalmente con el presidente de la
junta de acción comunal, Obdulio Garzón Velásquez, la joven funcionaria
de turismo, saborear un par almojábanas y un delicioso café, la jornada
comenzó.
Indudablemente, fue una jornada dura, pero al calor del
compromiso, la fraternidad y el trabajo abnegado del grupo, se pudo
pincelar un nuevo rostro de la biblioteca a las 6:45 de la tarde. Entre
la espesa niebla allá en lo más alto de la cuesta y el nevado que se
dejó ver en toda su plenitud durante algunos minutos, más una llovizna
menuda hacia el mediodía mientras el grupo almorzaba, regresó a la
ciudad rebosante de alegría por la labor cumplida. Uno de sus miembros,
repitió la célebre frase del poeta chileno Pablo Neruda: “Confieso que
he vivido”. También, se dijo: “La biblioteca del Cañón del Combeima ha
nacido para nunca más morir”.
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