sábado, 10 de junio de 2017

Represión brutal del Estado contra el magisterio colombiano



Por Nelson Lombana Silva

Todo indicaría que el gobierno nacional sí tiene dinero para estimular el terrorismo de Estado y no para resolver los sentidos requerimientos del magisterio y los trabajadores estatales.


Durante el transcurso del actual paro nacional del magisterio han sido asesinados tres docentes, se encuentra uno más desaparecido en el departamento de Cundinamarca y todo el comité ejecutivo de la Federación Colombiana de Educadores (FECODE), al parecer estaría amenazado de muerte por los “muchachos” como Uribe Vélez suele llamar al paramilitarismo. Hay dinero en Colombia para estimular la muerte y no para estimular la vida y la sabiduría que implica el conocimiento.

Y para completar el mapa deprimente del momento que vive el país, el proceso de paz con los movimientos insurgentes se complejiza cada vez más. Basta con leer las recientes declaraciones del comandante fariano, Jesús Santrich, concedidas al periodista Dick Thomás Emanuelsson, en el que señala que no se estaría implementado los acuerdos suscritos en la Habana y firmados en el teatro Colón en Bogotá, sino renegociando. Estaría entre bambalinas en marcha un acuerdo totalmente diferente a lo acordado, solamente partiendo de la versión del gobierno nacional. El comandante guerrillero le advierte al ELN para que no caiga en ingenuidad. Eso dice mucho. ¿Fue víctima las Farc – Ep de una  “emboscada” por parte del Estado capitalista liderado por Juan Manuel Santos?

 Plata no hay, represión sí





El presidente dice que no hay plata para atender los justos reclamos de los docentes y los trabajadores estatales, pero en cambio, sí hay de sobra para estimular la represión y de paso cumplirle cabalmente al Fondo Monetario Internacional, a la banca mundial, mejor dicho a los ricos (capitalistas).

Francisco Maltes, miembro directivo de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), muestra con cifras claras que sí hay dinero, lo que sucede es que el gobierno nacional prefiere sostenerles las gabelas a los capitalistas, sacrificando a los trabajadores. “El presupuesto de rentas bajó cerca de 3.7 por ciento, lo que significa que este año las grandes empresas dejan de tributar 7 billones de pesos”, señala.[i]

Pero como si esto fuera poco, el estado capitalista les devuelve el IVA dejando de recibir cerca de 4 billones de pesos. En las zonas francas hay empresas unipersonales, lo que significa evasión de impuestos a granel. A esto habría que sumarle, según el compañero Maltes, que el 70 por ciento de los grandes predios no pagan impuestos predial y en el sector rural es del 90 por ciento.

Así las cosas, en Colombia, sí hay plata para los ricos y para los trabajadores solo hay represión como viene sucediendo con los docentes y los trabajadores estatales. Amenazas a granel. También hechos criminales como los que venimos denunciando. Sin embargo, el gobierno nacional habla cínicamente que estamos dizque en postconflicto. Que el país está disparado.

Los medios masivos de comunicación, cumpliendo la misión diseñada por la clase dominante, desinforman, minimizan, tergiversan e ignoran. Mientras hablan sandeces con hipérboles del proceso revolucionario que se viene desarrollando en la hermana república bolivariana de Venezuela, callan deliberadamente sobre los hechos concretos que vienen sucediendo en el país, como la racha de asesinatos de maestros y líderes populares comprometidos con la paz con justicia social.

El pueblo colombiano en su conjunto debe asumir una postura crítica, consecuente con su clase social. Romper el cerco mediático e interpretar correctamente el momento político que vive Colombia. Hay una disputa violenta entre la paz y la guerra. El Centro Democrático – por ejemplo – persiste en la idea de romper el acuerdo de la Habana. En esa misma dinámica camina el gobierno nacional con su incumplimiento y ambivalencia dubitativa. Mientras tanto, el movimiento guerrillero le apuesta a la paz con justicia social, sencillamente a lo acordado. También le apuesta a la paz el pueblo campesino e indígena porque ha vivido con suma crudeza los estragos de la guerra durante más 53 años. De pronto el pueblo citadino no tiene esas mismas expectativas, quizás porque tiene la versión mediática. Alguien dijo: “Vimos la violencia por televisión”.

Hay inconformismo generalizado en el país. El gran desafío es cómo unificarlo y darle contenido social y político. Los maestros – por ejemplo – deben mejorar su concepción política, analizar que lo que viene sucediendo en Colombia es ni más ni menos que la lucha de clases. Un maestro no es capitalista porque tiene un sueldo, dos o tres pensiones, carro, casa y cuenta bancaria. Es un asalariado “afortunado”, para decirlo de alguna manera. Luego, debe pensar como pueblo y no como oligarca como viene sucediendo con tantos y tantos. Es deprimente cuando el docente solo piensa en sus intereses personales. Hay que pensar como clase social.

Hay que seguir madurando las condiciones objetivas y subjetivas para un paro cívico nacional, mejor o superior al ocurrido en 1977. El paro se forja en la calle, en la movilización, no solamente recetando desde una oficina. Unir las rebeldías como plantea teóricamente la Marcha Patriótica. Apoyar el paro de los maestros y estales con decisión y denunciar la ola criminal desatada por el gobierno nacional. Los maestros y líderes populares no tienen por qué seguir siendo asesinados, ni los asesinados quedar en la impunidad. Hay que hacer justicia. Santos está comprometido a desmontar la política militar – paramilitar. Debe cumplir el premio nobel de paz.

[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo edición 2887. Página consultada 6.






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