miércoles, 16 de abril de 2025

Tiempo de Vivir Novela Nelson Lombana Silva Capítulo 2

Foto: Jean François Millet


El tenue sol comenzaba a morir en el ocaso. Balvin caminaba sin rumbo fijo. Sabía de dónde venía, pero no hacia dónde iba. Cansado vio a lo lejos, a las afueras del caserío una pequeña y vetusta posada. Caminó en dirección y al llegar se detuvo inseguro. Una mujer adusta y desgreñada salió a su encuentro ofreciendo los servicios. “¿Cuánto vale la noche?”, preguntó con timidez. Yake, lo miró de un extremo al otro, pensando que esa criatura no tenía un solo céntimo. “¿De dónde vienes?”, dijo silenciosa. “Vengo del otro lado del río, señora”. “La mujer se sobresaltó y dando varios pasos atrás, preguntó iracunda qué buscaba. “¿Acaso no sabes que este pueblo es collarejo?” Se volvió y entró a la posada sin dar ningún tipo de explicación. Balvin quedó ensimismado. “¡Dios Santo!”, dijo en voz baja. Se reacomodó la caja de cartón y siguió, consciente que el camino era infinito. La noche se iba apoderando de la región, era un manto negro sin estrellas.

Balvin había nacido en la década del 40 en una casa de madera sin pulir, rodeada de espesa vegetación, distante del pueblo por un camino escabroso y empinado. Cada ocho días, su madre lo llevaba a misa, recorriendo la distancia después de las cuatro de la mañana. Guiado por la luz de la esperma metida en un tarro de avena, recorrían la enorme distancia. Su madre lo animaba diciéndole que, si Jesús se había sacrificado en la cruz por nosotros, por qué nosotros no hacíamos el esfuerzo de ir al templo a escuchar su palabra en un acto de gratitud. No entendía muy bien lo que su madre le decía como ejemplo, pero sentía el interés de no contradecirla. Tenía claro que la mamá era portadora de la verdad revelada, no se podía contradecir porque no había argumento válido; además, se decía que era pecado mortal, se podía condenar, ir a los infiernos a ser consumido por el fuego eterno.

Desde muy niño, le impresionó la solemnidad con que los creyentes entraban al templo, dizque llamado la Casa de Dios. La fastuosidad como el cura vestía y la solemnidad disimulada como el cura le sacaba los céntimos al feligrés. La primera vez que asistió a misa, al salir llenó de interrogantes a su madre, quien atónita sin saber qué contestar, solo atinó a decirle que dejara de preguntar porque era pecado. “¿Qué es el pecado?”, preguntó alguna vez. Titubeando su madre le dijo que el pecado era una ofensa al Señor. “Mami, pero, ¿Cómo puedo ofender al Señor sin conocerlo, ni tratarlo? “No sé hijo, pero eso dice el sacerdote y el cura es el representante de Jesús en la comarca”.

Balvin no quedaba satisfecho del todo con las explicaciones de su madre. No obstante, no la cuestionaba porque era su madre que todo lo sabía. “El verdadero pecado – pensaba de niño – era contradecir a los padres”. Su infancia se caracterizó por la humildad y sencillez. Todo le era negado, la situación económica de sus padres era apretada. Hasta los trece años caminó descalzo, pudo disfrutar tenis Croydon, cuando halló en el busto de San Martín cincuenta pesos. Al entregarle el dineral a su madre, ella no dudó en decir que era obra del santo San Martín por la fe con que le rezaba. La compra del tenis más económico que ofreció la señora Marina Gallego, se constituyó en un acontecimiento para Balvin. A partir de la fecha pudo asistir a misa con calzado.

Durante las festividades de la patrona, la virgen del perpetuo socorro, una fiesta memorable con músicos del vecino municipio, la quema del castillo, juegos pirotécnicos y la vaca loca, su hermana mayor lo acompañaba. Veía con ansiedad cómo los niños de su edad degustaban deliciosas paletas, mientras él tenía que contentarse con mirarlos. En el fondo de su corazoncito arrugado por la frustración, se preguntaba por qué la desigualdad. Lo animaba solamente pensar que el Niño Dios había sido tan pobre como él. “Yo me parezco al Niño Dios”, pensaba para sus adentros.

Se entretenía cargándoles leña a los perros, haciendo muñecos y templos de barro, carreteras para los carritos que el Niño Dios le traía en navidad. Fue decepcionante cuando se dio cuenta que no era el Niño Dios el que le traía el regalo sino su hermana mayor. Balvin comenzó a regar el cuento por la vereda de que el Niño Dios era pura mentira de sus padres, no existía, era ellos los que compraban el regalo y lo colocaban debajo de la cabecera el 24 de diciembre por la noche cuando uno dormía plácidamente.

Los padres fueron regañados públicamente por el cura acusados de pervertir la inocencia de los niños. Durante un año no pudieron asistir a la misa, solamente enviar la ofrenda por intermedio de terceras personas. Fue un castigo que sirvió como escarnio público de toda la feligresía de la comarca. El cura pensaba que, con el descubrimiento público del niño, su negocio se venía a pique, pero no fue así, porque esa versión impuesta a la fuerza durante tantos siglos, no cedería por lo dicho por un niño pueblerino y para más señas, campesino.

De todas maneras, la iglesia ejercía autoridad tan fuerte como en los tiempos de la “santa inquisición”, en que todo tenía que pasar por las manos de la alta clerecía. Hasta para leer un libro, el interesado tenía que ir a la casa cural y preguntarle al cura si ese libro se podía leer. Todo era frío y turbulento en nombre de Dios.

Ir a la escuela se constituyó en una batalla que perdió con sus padres. Consideraba que era imposible aprender a leer y a escribir, pensaba que era exclusividad de los ricos. Según él, solo los niños riquitos tenían la obligación de estudiar, los niños pobres no, porque aquellos estaban predestinados a mandar y éstos a obedecer ciegamente. ¡Para qué estudiar entonces! En un mar de lágrimas durante su primer día de clase el director se le acercó y colocándole una mano en su cabecita le preguntó por qué lloraba. Sollozando le contestó que no quería estudiar porque tenía bajo su responsabilidad el cuido de una burrita. El director sonrió, proponiéndole que la llevara y la dejara amarrada frente a la escuela. Ante esta ocurrencia del director, Balvin dibujó una pálida risita y mirándolo pasó a la formación de bienvenida. La profesora, hermosa como una rosa, les dijo el primer día que ellos iban a estudiar para dejar de ser animalitos. Eso le llamó poderosamente la atención al niño grande que ya frisaba los trece años. “La profesora dijo que uno iba a la escuela a dejar de ser animalito”, comentó Balvin a su madre. Su madre sonrió sin hacer ningún comentario.

Durante la secundaria, Balvin se convirtió en líder estudiantil, se apropió de la problemática del colegio y de sus compañeros que eran sancionados por los docentes. Refundó el movimiento estudiantil y durante varios años fue elegido y reelegido presidente. Enseñaba con el ejemplo. Siempre estaba al frente de las protestas y dispuesto a rechazar las injusticias. Cierto día, una compañera de un grado superior le comentó que era víctima de acoso sexual por parte del docente de mecanotaquigrafía. “¿Estás en condiciones de confrontar el victimario?”, le preguntó Balvin. La joven dijo que sí. Entonces le dijo que escribiera la queja, la firmara y se la entregara al otro día. Mientras tanto, Balvin reunió la directiva en pleno para socializar el tema. Si la niña ratificaba la denuncia por escrito al otro día, el comité estudiantil actuaría y pediría la destitución del docente. Dicho y hecho. Muy temprano, la joven entregó el documento a Balvin, quien lo leyó y dio su aprobación. Esa tarde, volvió a reunirse el comité, elaborando un plan de acción. El primer paso, era escuchar al docente. No quiso asistir argumentando que era bobadas sin importancia. El siguiente paso, fue informar al rector, quien lo defendió, afirmando que era uno de los mejores profesores de la institución. El tercer paso, fue socializar la problemática con los estudiantes, yendo salón por salón, explicando el tema y proponiendo huelga. También el comité hizo un extenso documento que hizo llegar a la secretaria departamental de educación, explicando la problemática y exigiendo la destitución del docente.

La lucha fue dura. El docente pertenecía al mismo partido político del gobernador, lo que lo hacía prácticamente invulnerable. Al declararse en huelga todos los estudiantes, el rector ironizó la protesta afirmando que era como la “rebelión de las ratas”. Durante la noche un grupo de estudiantes pegó afiches por todo el colegio, exigiendo justicia y destitución del profesor por cuanto el acoso sexual era un delito repudiable. Al tercer día de paro, el comité orientó una movilización por las calles céntricas del poblado y después bloqueo de la principal vía de acceso al pueblito. “Carajo, dijo el rector, esto es serio”. Se metió en su oficina y convocó el comité de paro para conversar. La comisión recortada que asistió, porque la rectoría era pequeña, explicó la gravedad del hecho. El rector buscó por todos los medios convencer a la comisión, afirmando que aquello era “normal”, que no había violación porque no había habido fuerza, era consentimiento mutuo. La reunión duró más de dos horas terminando sin acuerdo.

El comité convocó reunión general con los padres de familia. El aula máxima se llenó y los padres se mostraron receptivos al informe del comité. Balvin explicó detalles del incidente y pidió la solidaridad. Solo una madre, se puso en pie y dijo sin rodeos que esa muchacha era muy sinvergüenza, no había por qué apoyarla y menos solidarizarse con ella. La asamblea reaccionó con virulencia rechazando la opinión de la señora. “No hay que criticar la vida privada de las personas, ni levantar testimonios injuriosos. La niña puede ser lo que sea, pero lo que se está condenando es el método del docente de obligarla, presionarla. Eso no es correcto. Pido también destitución del docente”, dijo un miembro de la asociación de padres de familia. La discusión fue agria e intensa. Al pedir consenso para seguir con la protesta, el 98 por ciento la apoyó. Era viernes.

El lunes, muy temprano, arribó una comisión de supervisores de la secretaria departamental de educación. Todas las partes involucradas participaron de la reunión, extendiéndose el evento hasta después del mediodía. Cada quien tuvo el espacio para argumentar. Entre las inconsistencias del docente estuvo la afirmación de que el presidente del comité estudiantil estaba molesto porque era gay, no le gustaba las mujeres. Balvin no perdió la calma y cuando intervino fue claro y contundente. “No soy gay, profesor. Tampoco estoy en desacuerdo que tú tengas sexo con las muchachas del colegio. Estoy en desacuerdo es en la forma de lograr su objetivo. Obligándola a la fuerza por una nota, por no perder el año. Es una intimidación cobarde. Convenza no obligue, profesor”.

La timorata comisión de la secretaria, fingió tomar atenta nota de las partes y comprometiéndose a dar solución en el transcurso de la semana, pidió que se levantara el paro. Balvin, tomó la palabra para agradecer la visita y el desarrollo de la reunión, afirmando que el paro continuaría hasta tanto hubiera una solución de fondo. ¿Cuál fue la solución del fondo? El docente fue mejorado, fue trasladado para la capital de departamento. Se cumplió la sentencia de Darío Echandía: “El poder, ¿Para qué”

Mortificado por la conducta del comité estudiantil, principalmente, por su presidente, el rector montó tremenda perseguidora y con el transcurrir de los días decretó expulsión. Balvin se defendió argumentando el buen nivel académico y la disciplina. No obstante, terminó el bachillerato con matrícula condicional. La fuerza de la represión se notó en esta institución de educación pública, regentada por el crudo régimen conservador.

Con el cartón de bachiller bajo el brazo, Balvin buscó espacios para seguir los estudios universitarios, pero no fue posible. No tuvo suerte. Durante el período electoral todas las fuerzas políticas en contienda, le ofrecían apoyo, pero una vez pasaba el debate y se conocían los resultados, los jefes desaparecían como por encanto y todo se convertía en una promesa más. Cansado de pasar horas y horas en los directorios, aguantando sed y hambre, un día marchó a la capital de la república contactándose con un primo quien le dio posada una noche alegando que no tenía espacio. Gracias a un compañero de estudio que laboraba allí, en un restaurante, pudo permanecer en la gélida ciudad durante cinco años, trabajando como celador. Una bomba de dos libras aproximadamente, por poco lo elimina de un séptimo piso. Intentó sindicalizarse y sindicalizar a los compañeros, pero uno de ellos lo aventó y fue despedido, regresando a su entraña, donde fue concejal y después bibliotecario. Fue expulsado del cargo porque denunció corrupción del alcalde en un contrato leonino en contra de los campesinos. Con el transcurrir de los años se convirtió en lector empedernido. Siempre llevaba consigo libros. Al decir, era su principal amigo y salvador. “Un libro – decía – me salvó la vida”.

Apesadumbrado por la forma de pensar la comunidad en este pueblo, se dispuso a caminar durante la noche. Era una noche clara y taciturna. Confiado en que la luna saldría más tarde, caminó como el caracol con su casa encima. El ruido monótono de los animales nocturnos acompañaba su recorrido por un camino estrecho y quebrado. Fatigado, con sed y hambre, a ratos se detenía, descansaba y continuaba su recorrido. La jornada fue extenuante.

Mientras caminaba divagaba. Hacia conjeturas necias. Se cuestionaba sobre la brevedad de la vida, el hombre convertido en lobo del hombre mismo, la sociedad de consumo, la explotación del hombre por el hombre en todas sus formas y manifestaciones. Pensaba en las guerras mundiales, en las guerras santas, en la conquista del espacio y de las profundidades del mar. Cavilaba y cavilaba, mientras se desplazaba por el estrecho camino cascajoso. No poco tiempo le dedicó al filósofo. Había salido del colegio con la idea de que el filósofo era un loco que se había especializado en llevarle la contraria al otro. Uno dice sí, el otro dice no, uno dice arriba y el otro dice abajo. Tal pensamiento perduró en su mente hasta que su hermano le regaló un librito de pasta negra intitulado: “Fundamentos de Filosofía” de un ruso llamado Afanasiev. Ese libro lo sacó del laberinto. Balvin pudo colocar la filosofía en su justa proporción y significación. No era tema de locos, era tema de pensadores agudos que interpretaban el origen de la vida, el pensamiento y la naturaleza. Cada filósofo aportaba, enriqueciendo el pensamiento, el conocimiento humano. Pudo entender que la humanidad hasta ahora se ha movido en dos grandes teorías: Idealista y Materialista. La primera se fundamenta en la fe, considerando que todo cuanto existe es fruto de la creación de un ser llamado Dios. Su base fundamental es la fe, la que consiste en creer en algo que no se puede demostrar en la práctica.

Mientras tanto la segunda, se fundamenta en la ciencia, partiendo del criterio elaborado por Lavoisier que señala que “nada se crea, nada se acaba, todo se transforma”. En esta teoría todo resulta válido solo si se puede demostrar en la praxis. Su base es la materia, la cual ha ido evolucionando a través del tiempo. No ha sido creada. Balvin pudo estudiar varios pensadores de una y otra teoría, llegando a la conclusión que las categorías materialistas se ajustan más a la realidad concreta del ser humano y su entorno. El concepto sobrenatural lo concibe como una creación humana, de tal manera, que considera que Dios no lo ha creado a su imagen y semejanza, sino al contrario: Es el hombre que ha creado a Dios a su imagen y semejanza.

Ese nuevo pensamiento le trajo muchos sinsabores. Fue atacado y vilipendiado hasta por su propia familia, tuvo que soportar enconados debates con los profesores y qué decir del pueblo. Durante un buen tiempo, Balvin fue mirado con miedo, con pánico. Fue considerado el anticristo, un bicho raro que merecía el odio visceral de todos y todas. Su madre se lamentaba diciendo que la persona entre más estudiaba era más ignorante queriendo ser más que Dios. Balvin se sobreponía a toda esa andanada de calumnias e insultos con la fuerza que le daba el conocimiento científico.

Siempre llevaba consigo un libro. No desaprovechaba oportunidad para leer. Lo hacía antes de comenzar la clase, en la fila para pagar los servicios públicos, en el balneario, en el vehículo, en la fiesta, a la vera del río de aguas cristalinas, bajo la sombra del pino y de los guayabos, durante el día, en la noche, en el avión, en el barco, en la oficina del burócrata. En todas partes. Algunos lo admiraban, lo envidiaban, otros lo odiaban, lo consideraban torpe, amargado y ensimismado en sí mismo. Balvin ni se amilanaba con la mordaz crítica, ni se crecía con los elogios que lo consideraban ejemplo de superación y gran inteligencia en toda la región. Observaba una conducta sosegada y sencilla. Nada de traumatizarse por las sandeces y exageraciones al referirse a él. “Nada de ceder ante el elogio o la crítica”, solía decir.

Desde que aprendió a leer y a escribir no paró de leer y de escribir. Le parecía fantástico el océano de conocimientos que hay en los libros. En alguna oportunidad se atrevió a decir que no sabía que era mejor, si leer un texto o hacer el amor. La afirmación causó revuelo en la región y muchos consideraron que Balvin se había deschavetado por completo. También se deleitaba escribiendo, era una manera de sintetizar el contenido de los textos, tomar la almendra de cada lectura para robustecer sus conocimientos y la manera de mirar el mundo al derecho y al revés. Recordaba el planteamiento de Platón al decir: “El que lee y lee y no practica, es como el ara y ara pero nunca siembra”. Pensaba que leer y escribir era una unidad dialéctica, imposible de separar. Después de leer el libro, se sentaba a escribir lo que él consideraba el resumen, la almendra del texto, lo que le habría de servir para crecer como persona.

Pensaba que la política era problema exclusivamente de los políticos. Así pensó durante un buen trecho de su anónima existencia. Cada que alguien le planteaba o le insinuaba el tema, lo eludía con destreza, unas veces usando la diplomacia y en otras con extrema virulencia. “No soy político”, solía decir verde de encabronamiento. Pensaba que la política tenía relación únicamente con la política, nada tenía que ver con la economía, con la cultura, el ecologismo, la religiosidad, el hambre, la violencia y la felicidad de los pueblos.

Tal era su parecer que consideraba la política un embeleco para dividir, enfrentar y confrontar las comunidades entre sí. “La política – decía – hace al hombre inhumano”. Romper con todos esos prejuicios no fue tarea fácil, ni corta. Fue todo un proceso largo y doloroso con avances y retrocesos. En realidad, tuvo que prodigarse a fondo para descubrir el tejemaneje de la política. Comenzó por apartarse de la animadversión hacia ella. En su comarca la opinión era generalizada: “Odio la política”, “No vivo de la política”.

En esas condiciones, la comunidad no hablaba de política, convencida que ésta no tenía nada que ver con la problemática socio económica cultural y ambiental. Las discusiones se centraban en lamentarse de fenómenos que todos los días iba en crecimiento desbocado dejando graves secuelas en la comunidad: El desempleo, el hambre, la carestía, la violencia y la inseguridad. Balvin consideraba que estas desgracias eran fruto del ateísmo y el poco interés de la misma comunidad.

Así pensaba y pensó hasta cuando encontró un hermoso poema de Bertoldt Brecht, dramaturgo y poeta alemán, uno de los más influyentes en el siglo XX, creador del teatro épico, también conocido como teatro dialéctico. Había nacido el 10 de febrero de 1898 y fallecido el 14 de agosto de 1956. Marxista había colocado todo su talento al servicio de la revolución y la lucha contra el fascismo. El poema le llegó al alma, lo memorizó y lo regó como pólvora por toda la comarca. Fue punto de partida para incursionar en los avatares de la política y del pensamiento crítico. Balvin sintió que se había quitado una gran venda de sus ojos, permitiéndole mirar un poco más allá de la nariz; comenzando a decir que había causa y efecto, que nada se sucedía por casualidad y que todo tenía que ver con la política. Fue tal el ímpetu que llegó a la conclusión que la política era el tronco y las demás ciencias las ramas. Así demostraba que la política era el centro, lo más importante.

La primera vez que tuvo contacto con este poema, fue en su desvencijado cuarto hacia las dos de la mañana. Revisaba selección de textos poéticos a la luz de la esperma. El viento afuera silbaba y los árboles se estremecían generando una melodía espléndida. Primero, fue una lectura exploratoria. Pasó sus cansados ojos con rapidez quedando flechado. Se incorporó sirvió café en la taza esmaltada y tomándose un sorbo caliente, comenzó la lectura pausada, analizando cada verso con infinita emotividad. Le impresionó la forma y el fondo. Era fácil de digerir no así el fondo, porque siempre se había mantenido distante de la alteridad política.

Este poema fue definitivo para Balvin interesarse por la política. Fue el punto de partida. En adelante, concentró su esfuerzo intelectual en este ramo. Pensadores antiguos como Aristóteles, Platón y Sócrates devoró con avidez. De cada uno extrajo la esencia y fue armando el discurso que más tarde nutrió con otros pensadores políticos y filósofos, como el más grande de todos los tiempos: Carlos Marx. De Marx, le llamó poderosamente la atención la práctica. Esa tesis: “No se trata únicamente de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”, le permitió entender muchas cosas, las cuales planteó a las comunidades con dedicación, abnegación y conciencia social y de clase, durante su existencia.

Pensaba ciegamente que el problema fundamental era dividir la humanidad entre creyentes y no creyentes. Es decir, entre Teos y Ateos. Gracias a este poema que le permitió estudiar grandes pensadores, pudo llegar a la conclusión de que creer o no creer no es problema, por cuanto cada quien es libre para escoger una opción o la otra. Importante es la unidad de creyentes y no creyentes para transformar la realidad y construir un mundo sin clases sociales antagónicas. Eso es lo central, concluyó Balvin después de un largo análisis y de devorar cualquier cantidad de textos.

El poema no solo lo memorizó, sino que acudiendo a la hermenéutica, lo ajustó a la realidad concreta del momento concreto que estaba viviendo él y su comunidad. Lo consideró un misil contra el fascismo y más tarde, contra el capitalismo. Lo divulgó por los cuatro costados de la región con alegría y convicción. Este poema, dice:    


«AHORA VIENEN POR MI, PERO ES DEMASIADO TARDE»


«Primero se llevaron a los judíos,

Pero, como yo no era judío, no me importó.

Después se llevaron a los comunistas,

Pero, como yo no era comunista, tampoco me importó.

Luego se llevaron a los obreros,

Pero, como yo no era obrero, tampoco me importó.

Más tarde se llevaron a los intelectuales,

Pero, como yo no era intelectual, tampoco me importó.

Después siguieron con los curas,

Pero, como yo no era cura, tampoco me importó.

Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde.»


Bertolt Brecht.

Sofocado de caminar por la región montañosa, cruzando riachuelos, subidas y bajadas, lo sorprendió el canto del gallo anunciando el advenimiento del nuevo día. Se detuvo para tomar agua de la pequeña quebrada. Una vez sació la sed, reposó unos minutos, reanudando la penosa marcha. Tejiendo pensamientos avanzó convencido que la aurora era inminente, el relámpago y después el trueno lo sacó de sus meditaciones. “Va a llover”, dijo apurando el paso. El frío mañanero se hizo más intenso. La bruma se fue apoderando del camino, cada vez se complicaba el recorrido. Sin embargo, Balvin no se amilanaba, porque la aurora se anunciaba cada vez más.

Al cruzar la pequeña hondonada, Balvin sintió los primeros goterones sobre su cabeza y espalda. Eran goterones que bien parecían pedazos de hielo. Se apuró a colocarse el plástico en su espalda y protegiendo la caja de cartón, donde llevaba sus cachivaches, caminó con más dificultad. Poco a poco, el nuevo día se iba haciendo realidad. La neblina era densa y negruzca, impedía ver la vegetación. Solo se escuchaba el cantío de los gallos. Seguro que encontraría alguna vivienda, redobló el esfuerzo para avanzar. No perdía la esperanza de hallar alguna samaritana en ese pueblo collarejo, afianzaba sus esperanzas al pensar que todos los dedos de la mano no eran iguales.

Escuchó cerca el ladrido de perros y el bramar del ganado vacuno. Se detuvo un momento para orientarse mejor. En la pequeña explanada el camino se bifurcaba. Agudizó el oído y convencido que los perros ladraban cerca y el ganado bramaba, tomó el sendero de la izquierda. Avanzó con dificultad. Cansado, sentía que sus piernas no resistían más. La lluvia aumentaba. Del monte había salido al verdoso cafetal recientemente desyerbado con platanera en producción. La cerca de alambre de púa estaba bien templada. Apoyado en un madero utilizado como bastón, Balvin caminó con dificultad. La lluvia arreciaba. Entre la espesa neblina vio la casucha de madera sin pulir a la vera del camino. Pronto se dio cuenta que era larga y enchambranada con largos corredores. Sacando bríos a la fuerza avanzó, varios perros ladraban en coro, amenazando con saltar la chambrana. “Son varios”, pesó sin dejar de caminar.

El labriego que tomaba tinto recostado en la chambrana esperando que escampara para salir a labrar el surco, detuvo la mirada en el caminante y en un acto de solidaridad le hizo señas que entrara a escamparse y tomar tinto. Camilo era alto, huesudo y barbado. Era creyente. Vino a su memoria la parábola bíblica del caminante. “He ahí la imagen de Jesús”, pensó. Casi sin alientos, Balvin entró al corredor entre el escándalo de los perros que amenazaban con morderlo. Él se defendía con el improvisado bastón de madera sin pulir. Alisaid, metida en la cocina, observó por la ventana la escena y sin pensarlo sirvió el humeante tinto en un pocillo esmaltado. Acomodándose el delantal de tafetán, cruzó la distancia caminando despacio. Era morena, alta y acuerpada.

Camilo habilitó el taburete de cuero lampiño e indicándole, se acomodó a su lado. Balvin se despojó del plástico y colocando la caja de cartón en la pequeña mesa de madera de forma rectangular, se acomodó en el taburete. Desalentado, estuvo a punto de perder el conocimiento, con la mirada vidriosa y el rostro macilento, dibujó una leve y pálida risita en señal de agradecimiento. Camilo le correspondió y moviendo sus brazos como remos le dijo que callara y tomara el tinto, la bebía le caería bien. “Pobre peregrino”, dijo volviendo a la cocina, atizando el fogón con más esmero para que el caldo estuviera rápido.

La lluvia se transformó en tormenta. Descargas eléctricas se escuchaban alrededor de la modesta casita. El viento huracanado amenazaba con tumbar los árboles. “Parece la tormenta de mayo”, dijo Camilo santiguándose. Balvin apretujado en el asiento, levantó levemente el rostro y mirando a Camilo, se congració con él. Los arroyos amenazaban con entrarse, el viento se llevaba la neblina de un lado para otro, parecía el juicio final.

Camilo se acercó más a Balvin, preguntando: “Buen hombre, ¿De dónde vienes, para dónde vas, ¿Qué buscas? Un tanto repuesto, Balvin se estiró para acomodarse mejor en el asiento. Pensó en mentir y negar su procedencia. Quiso decir que venía de un pueblo liberal, pero se contuvo y después de divagar confesó de dónde procedía.  Camilo frunció el ceño, la situación le resultaba embarazosa. “¿Un godo en mi casa, en mi nariz?, qué pruebas le pone Dios a uno”, pensó.  Lo miró serio, pero sin ninguna muestra de odio visceral. “¿Por qué no desvió su peregrinar por regiones godas?, preguntó al ponerse en pie a alcanzar de la repisa una cajetilla de cigarros aromatizados. Le alcanzó la cajetilla, pero Balvin no la recibió, agradeciendo su amabilidad. “No soy chimenea”, dijo.

Mientras encendía el cigarro y aspiraba la primera bocarada, se incorporó y recostándose en la chambrana, le volvió a preguntar qué buscaba y para dónde iba. “Busco trabajo”, dijo con sequedad. “Nunca conseguirá trabajo un godo en un pueblo collarejo; como tampoco nunca conseguirá trabajo un collarejo en un pueblo godo. Ello es casi una ley divina”, dijo.

La severidad y convicción de decirlo sin roburarse, generó en Balvin un estremecimiento general. Si bien se lo dijo con decencia era indudable que lo afirmaba con firme convicción. Lo animó pensar que con el labriego se podía conversar, quizás discutir. Por eso, se acomodó mejor en el asiento y más repuesto pudo entablar la conversación, mientras seguía lloviendo a cántaros:

-          ¿Qué es ser collarejo? ¿Qué es ser godo?, preguntó.

-          No es fácil contestar estos interrogantes, porque los jefes no dejan que el populacho aprenda. Aprender es exclusividad de los de arriba. Los de abajo tenemos que contentarnos con saber firmar y escribir e identificar la O por lo redonda. Nada de pensar.


-          Yo opino lo contrario. Es una necesidad que el pueblo piense. Solo así será posible entender de dónde viene, qué hace y para dónde va.

-          Imposible. Dios creó a unos para mandar y a otros para obedecer. Qué tal todos mandando o todos obedeciendo. Sería la locura.

-          Un momento, vamos por partes: Dios nada tiene que ver con el tema que estamos tratando. ¿Acaso Jesús fue collarejo o godo? Jesús centró su discurso en el amor, la fraternidad y la unidad. Por eso, no tiene ninguna relación con la división odiosa y violenta que encarnan los collarejos y los godos. Dios es amor. No recuerdas lo que dice la biblia: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Más claro no canta el gallo, dijo Balvin.

-          Los godos son amantes de Jesús, los collarejos del diablo. Nadie puede controvertir la realidad mi estimado Balvin. La vida es así y qué le vamos a hacer.

-          Eso, mi estimado Camilo, es una gran mentira. No hay mentira más grande que decir que los godos son seguidores de Jesús y los collarejos seguidores de Satanás. Pura mentira. Dime una cosa: Si los godos son cristianos, ¿Por qué matan a sus propios hermanos? ¿Por qué odian al prójimo? ¿Por qué son avaros y hurtan los bienes de los demás? ¿Por qué mienten, engañan y explotan? Resulta vano buscar el cadáver río arriba, don Camilo.

-          ¿Quién eres tú realmente? Su forma de expresarse no es la de un godo feroz. Diría francamente que ni de un collarejo confeso. Mi padre decía que quien hablara así, no era de un bando ni del otro, era comunista. ¡Qué horror! Dinos la verdad, por favor.

-          No soy ni lo uno ni lo otro, simplemente soy un estudioso y prueba de ello es que siempre llevo conmigo un libro. La lectura me ha enseñado a pensar por sí mismo, a ser crítico y analítico. Como decía mi padre: A no tragar entero. Mi desafío de estar en tierra collareja, es precisamente, para discutir sobre el tema. Pero, me he llevado la sorpresa de que los collarejos no discuten, son agresivos y violentos. Su verdad es un dogma inmodificable. No me quisieron dar posada en el pueblo simplemente porque dije que venía de un pueblo godo. El comandante de policía me propuso que me convirtiera en matón de liberales, dizque porque el presidente Laureano Gómez había ordenado conservatizar el país. Una cuchita de nombre Clementina, me negó un mendrugo de pan. A excepción de tú, hay un sectarismo visceral en este pueblo. Contigo por lo menos se puede conversar y compartir un alimento. Tú estás seguro que tanto tú como yo, somos seres humanos, lo cual debería primar sobre cualquier ideología.

-          De todas maneras, pienso que tu pueblo es más sectario que el mío, más atrasado políticamente y más religioso. ¿Acaso, me equivoco?

-          No se equivoca. Diría que, si acá son godos en la forma de pensar, en mi pueblo son regodos, se consideran que orinan azul de metileno y se han apropiado con más vehemencia de la religiosidad. Pero, es una vehemencia de dientes para afuera, porque también matan a sus hermanos de clase, roban sus pertenencias y cometen a diario infinidad de fechorías en nombre de Cristo Rey. El sicario se santigua antes de oprimir el gatillo para cegar una vida. Se confiesa y comulga. Los curas dicen en sus sermones que matar collarejos no es pecado. Como dice la biblia: Si la sal se corrompe, ¿Con qué salaremos?

-          El camino es largo y culebrero. De todas maneras, el mundo está establecido tal cual, ninguna persona está en capacidad de contradecir el rumbo, escrito está que uno viene a este mundo con los polvos contados, ni uno más, ni uno menos. La lucha por el yo es la única realidad concreta, mi estimado peregrino.

-          Quisiera estar de acuerdo contigo, pero no puedo. Siento que estás mal informado. Incluso, le agregaría una palabreja más, que no sé si sepas su significado justo: Alienado. No es cierto que todo está dado de una vez y para siempre. Heráclito dijo que uno no se baña dos veces en el mismo río. Albert Einstein planteó la relatividad. Alguien que no recuerdo ahora, afirmó que lo único absoluto era el movimiento. Si tú no me crees, solamente pienses que estuviste nueve meses en el vientre materno, naciste y no paraste de crecer física, espiritual e intelectualmente. ¿No es cierto? ¿No lo percibes señor Camilo? Bien, gracias por permitir el diálogo. Es hora de partir, ha dejado de llover. Gracias por el desayuno y las excelentes atenciones.

-          Debo reconocer su capacidad para argumentar caminante Balvin, eres una persona muy capaz. Desde luego, muchos de sus planteamientos no me convencen, pero los respeto, porque como cristiano que soy, practico la tolerancia. No lo niego, soy collarejo, pero no masón, soy creyente. Qué gusto sería tenerlo en mi pequeña chacra arando la tierra, sembrando ilusiones y construyendo paz. Aunque pienso que tú debes ser un agente del gobierno, un detective.

-          Sería muy placentero trabajar contigo. Ante todo, yo también soy campesino, me he comido las verdes y las maduras, quizás la única diferencia es mi vocación por la lectura, ésta me ha servido para entender que somos humanos y hermanos que solo podemos existir en comunidad. No hay una sola persona que se pueda dar el lujo de decir que puede vivir sola, sea rico, pobre, alto, bajo, gordo, flaco, negro, blanco, etc.

-          Entonces que no se hable más. Allá, al fondo, está el cuarto. Deje sus cachivaches y vamos a limpiar la maicera. Es un trabajo suave, pero dispendioso, porque hay que ir aporcando. ¿Entiendes? Te pagaré a 25 pesos el día. ¿De acuerdo?

-          De acuerdo. Con la buena confianza que me ha generado, trabajaría hasta gratis don Camilo. Tú has plasmado la primera gran verdad: Las necesidades económicas y de trabajo, no tienen color político.

-          Lo único que te pediría sería mantener en secreto su procedencia y su forma de pensar. Este camino es obligado de los muchachos. No quiero imaginarme qué pasaría que se llegaran a dar cuenta de sus verdaderas capacidades y de su procedencia.

-          Por el momento, trato hecho. Manos a la obra. 


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