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María Inés Pacheco de García. La heroína de esta historia. Foto Nelosi |
Por Nelson Lombana Silva
Capítulo 5 y último
Tres testimonios
No resulta fácil contar uno mismo su propia historia, porque puede caer fácilmente en la exageración o en la superficialidad y restarles importancia a hechos realmente trascendentales. En estos casos, entran a jugar papel importante los testimonios de segundas o terceras personas. Mi vida y obra no es la excepción. Mi historia es larga, dura, emocionante, contradictoria y dramática, que arroja sinnúmero de enseñanzas que el pueblo y la izquierda deberían asimilar dialécticamente, para avanzar en la destrucción de las relaciones capitalistas y en la construcción de las relaciones socialistas. Todo es un proceso, una lucha donde los protagonistas son de carne y hueso. Lo hecho, considero con toda la modestia del mundo, debe alimentar el entusiasmo por el entendimiento histórico de lo sucedido, como única forma de entender el presente y proyectar el futuro. Lo que estamos viviendo hoy, no salió de la nada, ni lo que suceda mañana será fruto del momento, porque todo está concatenado.
Reconociendo el papel del testimonio, traigo a colación tres, los cuales seguramente me ayudarán a fortalecer el relato que he venido contando de la manera más sencilla y honrada. Es nuestra lucha en un período tan duro, violento y contradictorio, no con el fin de ser vanagloriada, sino ayudar a clarificar una partecita mínima de la historia y la lucha revolucionaria del pueblo colombiano. Estos testimonios, me permitirán de alguna manera, fortalecer esta historia.
“Por ella me pensioné”: Samuel Serrano Rubiano
Nací el 27 de junio de 1921, en el municipio de Dolores (Tolima). Estudié hasta el quinto de primaria en la escuela de varones. Mis primeros profesores fueron: Jesús María Ramírez y Laurentino Cardozo. Se castigaba con mucha violencia en la escuela. Se decía que la letra con sangre entra. A uno mismo le tocaba llevar la varita para ser castigado.
Estuve trabajando ocho años en el municipio recogiendo basura, diez años de celador de la escuela de niñas, llamada: Gabriela Mistral.
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Camarada María Inés Pacheco de García, lideresa del suroriente del Tolima. Foto internet |
Inesita fue concejala y dirigente de la Unión Patriótica. Ella defendía los intereses populares, se oponía a todo tipo de injusticia. Vivía en el barrio El Porvenir. Buena persona, siempre estuvo a favor de los pobres, por eso muchos ricos le cogieron odio. Varios alcaldes – por ejemplo – intentaron botarme, porque no era del grupo político de ellos, pero Inesita me defendía.
Cuando entró a la alcaldía Carlos Román, su idea era sacar a todo el mundo, pero las hijas de Inesita se dieron cuenta, le informaron y ella vino y le dijo al alcalde que yo tenía derecho a la pensión. Ella también lo llamó por teléfono y a los ocho días de posesionado, me llamó y me dijo que, al siguiente miércoles, me presentara en su despacho, y, efectivamente, me pensionó. Por eso, siempre le pido a Dios que la proteja, porque por ella, tengo yo la pensión. Ella me ayudó a defenderme de varios alcaldes que intentaron sacarme. Con muchos compañeros hizo lo mismo Inesita.
Cuando intentaron secuestrarla, tenía sesión en el concejo municipal en horas de la mañana. Era domingo. Se le presentó una muchacha y le dijo que un toro había aporreado a su hermano Carlos, a la salida del pueblo. Ella fue a auxiliarlo, pero la estaban esperando dos tipos y una mujer y se la llevaron cafetal abajo. Por allá la tuvieron. Se salvó con el poder de Dios y la Virgen.
Ella cuenta que la arrimaron cerca de unas matas de paja y mientras descansaba, se arrimó una serpiente Cascabel y mordió a un secuestrador. Ella aprovechó la confusión y escapó por un zanjón, pues la mujer la soltó para que le ayudara a conseguir siete yerbas diferentes. El tipo gritaba que no lo dejaran morir, pero finalmente murió. Ella caminó y llegó a la antena, donde fue recogida por su esposo y un grupo de personas. La noticia de la culebra salió hasta en el periódico. Claro, yo era también de la Unión Patriótica, antes había sido de la Unión Nacional de Oposición (UNO).
Ella le tocó irse del pueblo porque la iban a matar. Se fue con su esposo, el que enfermó y murió en Cajamarca. Durante algún tiempo estuvo viviendo en Ibagué. Cuando el secuestro casi todo el pueblo convulsionó y se movilizó, sobre todo, las veredas de San Pedro, El Carmen y demás de este sector.
Yo estoy prácticamente ciego. El médico dice que me tiene que hacer una operación, pero yo digo con sumo realismo: “Ya para qué, si estoy tan cerca del “doctor Hoyo” (cementerio)”.
A Inesita intentaron matarla en varias oportunidades. En el café Popular le hicieron un atentado, cuando un tipo fue y le disparó en varias oportunidades. Sé que algunos malhechores oligarcas, hicieron reunión para recolectar plata y pagar para que la asesinaran. Se reunieron en la hacienda del doctor Rafael Parga Cortés, llamada La Montaña, con el propósito negro de urdir planes siniestros contra la concejala, recolectando dinero para tal fin.
Esta hacienda limita con el perímetro urbano. La vendió el doctor Parga a Ortiz Eduardo Navarro, natural de la vereda Bermejo. Entre los que se hicieron presentes en la tétrica reunión figuran: Navarro y Guillermo Román. En el caso de Navarro era ricachón conservador. Román había sido concejal y luego alcalde. Tuvo serios enfrentamientos con Inesita en el Concejo Municipal.
En el segundo atentado la salvó un perro. Lo último que hicieron fue dejarle una carta negra en la que le decían que se fuera del pueblo, si no quería que le echaran tierra encima.
Fue mucha la gente pobre que Inesita ayudó. Por eso, todavía la echan de menos, por lo menos yo. Sus hijas me siguen ayudando de alguna manera, son gentes muy buenas. Tiene dos hermanos en Dolores, uno se llama Carlos, que es amansador de bestias y el otro tiene el café El Peñón. Se le dice Benjamín, pero su verdadero nombre es Raúl.
“Era una niña atenta”: Campo Elías Castro Másmela
Yo nací el 24 de marzo de 1924, en el municipio de Chaparral (Tolima). Estudié hasta el tercero de primaria. Eran mis padres: David Castro Leal y Marcelina Másmela Méndez. Soy familiar lejano del ex Procurador General de la Nación, Alfonso Gómez Méndez.
Fui concejal en Dolores por el movimiento Unión Nacional de Oposición (UNO), con la suplencia de los compañeros, Eugenio Ríos y Aldemar Mahecha. En su momento, yo era el concejal principal y María Inés, la suplente, pero viendo que era más activa, le propuse que asumiera la principalía y casi le cuesta la vida.
Yo conocí a Inesita antes de casarse. Era una niña muy atenta, tratable y servicial. Además, revolucionaria a morir, desde un principio ella era la abanderada en este municipio. En realidad, ha hecho mucha falta. Era frentera y trabajaba arduamente. Era muy diferente al jefe político liberal de la época llamado: Levis Rodríguez. Este político oportunista solo colocaba oficina en tiempos de elecciones, una vez pasaban, se marchaba y dejaba al pueblo abandonado. En cambio, Inesita estaba siempre pendiente del campesino, del enfermo, del niño, del joven, de la mujer, tanto en campaña como en tiempo de no campaña. Cuando arbitrariamente la policía detenía a una persona, ella se presentaba en el cuartel sin miedo. No se escondía, era muy activa. Lástima que una persona de esas calidades no la dejen trabajar por sus comunidades.
Mi primer voto lo di por Jorge Eliécer Gaitán, y aunque siempre hemos perdido porque nos mantenemos en la izquierda, el Partido Comunista, jamás nos afligimos y seguimos en la lucha. Claro, ya de una forma más calmada por la cruda represión del sistema burgués y el peso de los años.
Inesita y su familia vivieron en el café Popular. Ahora tiene otro nombre. Era un ranchón, me parece propiedad de Calixto Cedeño. Su esposo Cruz lo tomó en arriendo.
Yo hace cincuenta años estoy en Dolores. Me vine porque me sacaron corriendo los Pájaros y la Policía Chulavita liderada por los gobiernos de Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez.
La familia de Inesita ha sido pobre. Tenía una casita que ella misma la levantó en material, la que tuvo que vender a una secta religiosa. Su esposo era carnicero. Él empezó como ayudante y ella ama de casa. Después mataba ganado por su cuenta.
Los barrios El Obrero y el Benjamín Herrera, fueron invasiones que ella lideró. Me parece que intentaron secuestrarla un domingo. Entre los secuestradores, iba una mujer con una cicatriz en la cara. La gente se alarmó mucho al conocer la noticia. Se la llevaron por las veredas de Bermejo y Colopo, por un estrecho camino de herradura.
Los jefes políticos de la época, eran principalmente liberales santofimistas, vale recordar a Guillermo Román, quien fue concejal y posteriormente alcalde. Dolores era de mayoría liberal, un conservador era como caer un venado. Es decir, muy escaso.
Inesita encarnaba la lucha contra la pobreza, abrir fuentes de trabajo y hacer trabajar. Pero, a la oligarquía solo le interesa es tener al pueblo subyugado. Siempre he creído que la agricultura es la que produce dinero, pero, la realidad es que el gobierno nacional tiene abandonado al campesinado, su desprecio hacia él es muy grande. El campesino debería ser libre, pero no es así en Colombia. Vive apretado por el ejército nacional, los paramilitares y la guerrilla. Respira con mucha dificultad.
Por qué me incliné por el comunismo? Por sus ideas y su lucha contra la pobreza. Me daría pena decir que soy liberal o conservador. Yo aprendí el comunismo al lado de Benjamín Mendoza, allá en la vereda Lemayá del municipio de Chaparral (Tolima).
Cuando la oligarquía mató a Jorge Eliécer Gaitán, Benjamín Mendoza, reclutó un poco de gente para atacar a los conservadores del municipio de San Antonio. Las armas eran machetes viejos, garrotes, piedras, muy pocos tenían escopetas de fisto. Yo le dije: “Soy reservista, sé manejar un fusil, consígalo y vamos con toda. Si no es así, somos unos pendejos. Ellos se fueron, yo no fui. Creo que alcanzaron a llegar hasta una vereda llamada: El Cajón. Allí, le quemaron una bomba los conservadores, teniendo que regresar sin plumas y cacareando.
No solo yo hablo bien de Inesita. El concepto del periodista Ricardo Hernández Duarte, es bastante diciente. Dice: “María Inés, fue la mujer más importante de 1985 en este municipio. Fue concejal de la Unión Patriótica. Fue la única concejal que luchó realmente por la gente. No creo que haya habido una mujer tan verraca como Inesita en la región. Decir la verdad en Colombia es un pecado. Creo que Ángel Antonio Penagos fue alcalde en el período 1985 – 1990. Ella enfrentó esta administración con coraje. Yo asistía a sus debates. Era admirable su decisión para denunciar y orientar. Ella merece toda mi admiración”.
“A mi madre la llevo en el corazón”: María Belén García Pacheco
Yo nací el 4 de agosto de 1964, en el municipio de Dolores (Tolima). A mi madre la llevo en el corazón como ejemplo muy grande, porque ha sido la inspiración y la base de superación de todas nosotras, a pesar de las dificultades y de las circunstancias políticas que nos cerraron las puertas de una manera violenta. El ejemplo que ella nos dio, nos ha servido para superarnos, porque mi madre fue una luchadora íntegra por su pueblo, ella se desdeñaba por la gente de bajos recursos económicos, por la gente pobre. No tenía inconveniente en sacarse el bocado de la boca para dárselo a quien lo necesitaba. Se destacó bastante como concejal. Fue tanto su empuje que yo logré salir adelante con dos carreras. Esa es mi madre.
Me fascinaba ir al concejo municipal a escucharla. Era una mujer transparente, se podía subir a una tarima y cantarle a cualquiera sus verdades sin sabores al que fuera, sin miedo y sin de pronto la fueran a criticar por un error que ella hubiera podido cometer. Su vida cristalina era su mejor presentación y mayor fuerza de convicción.
Por varias razones intentaron asesinarla: Porque un alcalde de su época le ofreció plata y ella no aceptó. También porque luchó con firmeza con la Unión Patriótica. Se convirtió en la defensora de Derechos Humanos, nunca estuvo de acuerdo con que se cometieran injusticias con los más pobres del municipio. Eso le costó la salida del pueblo, la muerte de mi papá y el acabose de todo.
El día que intentaron secuestrarla, yo me encontraba en mi casa. Al parecer la llamaron porque la necesitaban para algo, no sé para qué. Mi papá contestó y le dijo que no había llegado a casa. Entonces, fue hasta mi casa y la preguntó. Lo que le pasó a mi mamá, es algo que no se le desea a nadie, así sea por unas cuantas horas, que fue lo que ocurrió con nosotros. Eso es muy duro. Es un sabor amargo que lo marca a uno para toda la vida. Fue un día completo de zozobra, orando, buscando, lagrimeando, soportando una impotencia descomunal donde uno no puede hacer nada.
La comunidad se reunió, se organizó por comisiones, yendo barrio por barrio, casa por casa, preguntándola. Otras comisiones viajaron a Prado, otras a Alpujarra, con resultados negativos. Era como si la tierra se la hubiera tragado sin dejar huellas. Hubo mucha unión, especialmente de aquellas personas que mi mamá les había ayudado de una u otra manera. Eran sus votantes. Ella duró desaparecida un día, prácticamente. Apareció con la ropa hecha una nada, descalza, cansada de caminar, los pies cortados, enferma. La llevamos al médico. Estaba deshidratada.
El reencuentro fue posible porque ella salió por el lado de la antena, límites con el municipio de Alpujarra. Un señor la vio caminar, pero no la conoció. Ella le rogó que la arrimara a la emisora Altamizal. Ahí, le dieron agua, le dieron calambres de lo cansada que venía. Llamaron a la casa y le dijeron a mi papá que fuera por ella. Mi papá fue. El reencuentro fue increíble. Todos querían abrazarla, saludarla, expresarle de alguna manera su preocupación y la alegría de su retorno. Para nosotras eso parecía una mentira.
El relato de mi mamá fue que, saliendo de la casa con destino al concejo municipal, la abordó una mujer joven y le dijo que Carlos se había accidentado, un toro lo había aporreado. Dijo que mi tío estaba muy grave y estaba cerca del basurero municipal, a la salida del pueblo. Ella arrancó a correr con ella y una hija de mi tío, al pasar por el basurero mi mamá se detuvo con la idea de regresarse a conseguir un carro, pero dos tipos salieron, la detuvieron y la echaron a rodar por el basurero. Una pareja la estaba esperando y después de amarrarle los brazos atrás, se la llevaron por el cafetal, después por potreros y montes.
Empezaron a caminar. Ella llevaba zapatos altos. Era caminar, caminar y caminar. Llegó un momento en que mi mamá se resistió, pero siguieron hasta una especie de monte, donde había bastante maleza. Se sentaron a descansar. Uno de ellos, se quedó medio dormido y una culebra lo mordió. Mi mamá se acordó que, con siete cogollos de diferentes plantas, machacadas y escupidas, el zumo era el salvavidas. Pero, el veneno fue mortal, rápido y efectivo. Al ver que el secuestrador comenzaba a echar babaza y su compinche trataba de reanimarlo, ella escapó.
Ella no sabía para dónde coger. A eso de las cuatro o cinco de la tarde nos informaron que mi mamá había aparecido y que estaba cerca del pueblo. No sé por qué veredas cruzó ella, pero ella sí tiene bien claro la región recorrida.
Ella también fue víctima en el bar. No estaba mi papá, creo que había salido a comprar algunas cosas o estaba viajando, no recuerdo bien. Mi mamá aprendió a defenderse sola, a disparar un arma de fuego. Vio que un hombre alto se encaminaba a su alcoba, exactamente vio su sombra a través de la claraboya. Se asomó por el ladito de la puerta, viendo la silueta del tipo que iba para su alcoba. Ella cogió el revolver y le disparó en varias veces. El sicario salió corriendo, subió al segundo piso y cogiendo una sábana, se envolvió porque iba herido, dejó el reguero de sangre y se tiró por la parte del poste. Seguramente, se bajó por él. No supimos nada más de él. Fue el segundo atentado.
El tercer atentado, fue que entraron y le dispararon hiriéndola en un brazo y también hirieron un perro que la acompañaba. No recuerdo el nombre del animal, pero era de color cafecito. Andaba mucho con mi papá en las actividades de la ganadería. Cuidaba también mucho a mi mamá, porque cuando ella iba a las sesiones del concejo municipal, el perrito la acompañaba y le hacía pasar vergüenza, pues tenía que regañarlo para que se devolviera para la casa. Ese perro al ver que le disparaban a mi mamá, se le lanzó al sicario y fue cuando le disparó al perrito. Lo hirió, pero no lo mató. Esa acción del animal, salvó a mi mamá. Era un perro de raza cruzada. No era muy fino. Era pequeño. Ese perro se lo había regalado a mi mamá una vecina, bien pequeñito. De por sí, nosotros hemos sido muy querendones de los perros. En la casa siempre había tres y cuatro. Mi papá trabajaba en ganadería y estos animales siempre lo acompañaban. Uno de ellos, murió de viejo al lado de nosotros. Se llamaba: Liverpool.
El día del atentado había dos perros. Pero, uno al escuchar el primer disparo salió corriendo. El otro, en cambio, se le abalanzó al tipo que le estaba disparando a mi mamá. Mi mamá no conoció al sicario. Nosotras no estábamos en esos momentos. Ella estaba sola.
Después de eso, lamentablemente tuvieron que dejar todo lo poco que teníamos y salir del municipio. Eso le dio muy duro a mi papá, porque era nacido, criado y con casita en el municipio. Es muy duro el desplazamiento, porque le tocaba que salir a la ciudad a mendigar, a ver cuál de sus amigos o compañeros, nos ayudaba. Recuerdo mucho que fueron don Raúl Mahecha con Aldemar Mahecha y doña Rita Torres, los que le abrieron sus puertas a mis viejos.
Mi papá comenzó a enfermar. Se le quemaron las neuronas, seguramente de tanto pensar y entró en shock de que lo iban a matar y que tenían que abandonar el pueblo donde habían nacido. Rápidamente perdió la memoria y murió en Cajamarca.
Mi mamá, nunca renunció y nunca renunciará de la Unión Patriótica y del Partido Comunista. Ella seguirá firme hasta su muerte. La política la lleva en la sangre. Esa nos la ha transmitido un poquito. Quizás, por eso estoy en el pueblo trabajando e intentando ayudar a la gente en lo que más se pueda.
La vida diaria de mi mamá era estar pendiente de sus hijas, de su esposo. Con mucho sacrificio corría a hacer los quehaceres de la casa. Luego, se sentaba en una mesa grande que servía de comedor y preparaba su sesión del concejo municipal. Se preocupaba por la argumentación, tener bases sólidas para discutir y presentar iniciativas. No improvisaba. Buscaba argumentos contundentes al plantear sus iniciativas. Sus debates eran bien argumentados.
Mi mamá no sufre de miedo. Tiene fuerza para decir la verdad. Es directa. No se va con rodeos. De vez en cuando iba a misa. Su entretenimiento los domingos era coser el vestuario de nosotras. Era feliz confeccionando la ropa de nosotras. Somos cinco mujeres, no tuvimos hermanos hombres. Ella compraba la tela y los domingos los dedicaba a confeccionar nuestra ropa.
Se levantaba muy temprano a despachar a mis hermanas para la escuela o el colegio. Se acostaba tarde. Llevaba una vida bastante agitada. De las sesiones muchas veces salía tarde. Mi papá la acompañaba de ida y vuelta. La esperaba.
A pesar de las continuas amenazas, ella se mantenía serena, tranquila. Mantenía rodeada de la comunidad, unos pidiendo ayuda, otros contándole algún problema, pidiéndole un consejo. Ella escuchaba atenta, al calor de un tinto, un jugo o un plato de comida. Casi siempre el visitante salía contento y agradecido.
El espíritu de lucha de mi mamá era fuerte e inclaudicable. No se daba por vencida en la adversidad. Sus convicciones ideológicas y políticas eran inexpugnables. Recuerdo cuando ella salió a las nueve de la noche a invadir unos terrenos del municipio, en desarrollo de un plan debidamente organizado y estudiado. Se trataba de construir dos barrios en menos de doce horas. Así se hizo. Quién lo creyera. El plan era tomar posesión, sembrar unas matas de plátano, de café, para que la policía no los pudiera sacar y levantar chocitas en guadua con tejas de cartón Parodi. Lo lograron. Los barrios existen y sus moradores guardan eterna gratitud. Han añorado que regrese y se lance a la alcaldía. Ellos la apoyarían.
Esa actividad audaz y consecuente con los más humildes del pueblo, le generó su desplazamiento, porque los gamonales no estaban dispuestos a compartir parte de sus tierras con la gente humilde de Dolores.
Claro, hubo otras razones para su salida intempestiva del pueblo: Ella estaba pendiente del presupuesto municipal para que se distribuyera de la manera más equitativa y justa. Mantenía pendiente de los dineros que le llegaban al municipio, sobre todo, las transferencias de la nación para que llegara al barrio o a la vereda sin recorte. Ella era intransigente con la corrupción y la malversación de los recursos de todos. Eso le costó su violento desplazamiento.
Nosotras éramos muy pequeñas. Quizás, por eso nunca nos comentaba de su riesgo personal, supongo para no asustarnos. Sin embargo, yo escuché que ella le decía a mi papá que su cabeza tenía precio. Pero, nunca la vi asustada. Actuaba normal con plena conciencia social y amplio espíritu de solidaridad.
Era una mujer organizada. Planificaba muy bien su tiempo. No tenía inconveniente en desarrollar sus responsabilidades como madre, esposa y dirigente política. Cuando no tenía guisandera, se levantaba muy temprano a preparar los alimentos, dejaba todo listo y se dedicaba a la actividad política. Ella solía decir: “Primero muerta que dejar la política”. Todavía conserva esa verraquera. Me apoya y piensa que yo en el futuro pueda continuar con la lucha. Yo, le respondo: “De pronto mami un día decido ponerme sus zapatos, pero no con la misma verraquera que lo hace usted, porque yo soy muy miedosa”.
Ella nos castigaba duro, muy duro. Quería que fuéramos luchadoras, honestas y personas de bien. Nos inculcó el amor por la comunidad, especialmente por los ancianos y los niños. Nos castigaba para que aprendiéramos. El castigo, muchas veces consistía, en no dejarnos ver las telenovelas. No teníamos televisor y nos tocaba ir donde la vecina. O las radionovelas. Apagaba la radio. Esos eran algunos de sus castigos.
¿Qué fue lo poco que ellos dejaron abandonados con el desplazamiento? El bar, el billar, la casa, reses en compañía. El ganado se lo negaron. La casa tuvo que venderla cuando papá enfermó y muchas cositas más. Hasta unos caballos tuvo que vender por unos precios irrisorios, con la única esperanza de aliviar a mi papá. Fue al Huila, a Bogotá, al Valle, pero todo resultó infructuoso. Mi papá duró año y medio paralítico. Eso fue otro golpe muy duro.
Nosotras, algunas nos casamos, otras no. La menor sufrió la desestabilización, porque ella estaba estudiando en el colegio y le tocó quedarse sola en Dolores, estudiando con una hermana. Cuando mis padres se pudieron radicar en Cajamarca, ella se fue para allá y terminó el bachillerato.
La amistad es incalculable, no tiene precio. Debo decir que cuando a mi mamá le pasó todo eso, la dejaron sola. Prácticamente, la abandonaron a su suerte. Cuando eso no tuvimos amistades, realmente no tuvo una voz de aliento. Ella luchó contra la misma ingratitud, estando pendiente de mi papá y sacándonos a nosotras adelante.
Fue tanto su compromiso con mi papá, que en Cajamarca alquiló una finca y se enclaustró con mi papá allí, con la esperanza de estar nuevamente en su mundo campesino, recuperara su memoria, su conocimiento. No fue posible. Tuvo que lidiarlo como a un niño. Durante año y medio que estuvo en cama, no le salieron llagas. Era tan cuidadosa que conseguía greda de la usada en la cancha de tejo y le ponía emplastos con hojas de plátano en la espalda, en la cadera, para no dejarlo ampollar. Los médicos se aterraron que mi papá murió sin ninguna peladura.
Me parece que mi papá murió el 14 de noviembre o el 6 de noviembre, no lo tengo muy claro. En esa fecha hubo una toma guerrillera en el municipio de Dolores. Él había insistido en que por ningún motivo lo fueran a enterrar en otra parte, que no fuera su Dolores del alma, porque consideraba que aquí estaban sus amigos y sus padres enterrados.
Él murió en Cajamarca. Como pudimos hicimos el traslado de su cuerpo a Dolores. Nos tocó esperar día y medio, porque unas hermanas de él no aparecían. El señor de la funeraria dijo que no se podía esperar más y decidimos enterrarlo a las cuatro de la tarde. La misa se hizo en el templo de Dolores y lo llevamos al cementerio. De allí, salimos como a las 5:45. Fuimos a casa de mi hermana ubicada frente del club social y del banco cafetero.
Creo que Dios es grande y poderoso. Ese día, íbamos a mirar a mi papá en un DVD que se encontraba en el entierro de mi abuelo, que, para mirarlo por última vez, pero el aparato de mi hermana no sirvió. Mi hermana, que es profesora, dijo: Caminen para la casa de nosotros que el de allá sí funciona. Todos nos fuimos para allá. Terminamos de ver el video a las 8:45 y comenzamos a ver un documental sobre las pirámides de Egipto, cuando escuchamos la primera explosión. Esa noche se nos olvidó que mi papá había muerto. Todos nos encerramos en una habitación. Fue tanto el susto esa noche, que no nos acordamos más de mi papá. No recuerdo exactamente la fecha.
Mi papá era un esposo excelente con mi mamá. La apoyaba en su actividad política. Corría con ella a todas partes. Alguna vez le pregunté a mi mamá que cuándo, en qué momento se había metido en la política. Ella me decía: “Mijita, agradézcale a su papá”.
Ella se casó con él, cuando ella tenía trece años y él 23. Contaba mi mamá que cuando tenía 16 años, mi papá comenzó a meterla en la política. La llevaba a reuniones. Ella no sabía qué tipo de política era, pero a ella le gustó y se metió con toda. Mi papá era muy consecuente. Fue excelente padre, excelente esposo y excelente hijo. Nunca los vi peleando o discutiendo por algo, menos ser grosero. Jamás. Nunca. Era muy trabajador y la quería muchísimo y la comprendía. Mi mamá también lo quería mucho, muchísimo, porque esta es la fecha y ella sigue sola, no ha conseguido compañero. Ella dice que no puede olvidar a mi papá: Amor eterno.
El nombre de mi papá era Cruz García Yanguma. García porque mi abuelo se llamaba Comel García y mi abuela descendiente de Natagaima, Salvadora Yanguma. Mi descendencia es indígena a mucho honor. La etnia indígena de Natagaima era Yanguma.
Recuerdo muy bien a mi papá, porque fui una de sus hijas que más compaginé con él. Mi mamá no podía brindarme mucho por sus ocupaciones de la política, entonces yo me refugiaba en mi papá, me regocijaba con él. Los problemas de la escuela, el colegio, yo se los contaba a él. Incluso, mi noviazgo, lo supo primero mi papá. Me adoraba. Yo lo que comiera le guardaba bocado. Mis hermanas decían que mi papá me prefería, pero en realidad no era cierto, porque él era muy cariñoso con todas. Lo que pasa es que él me llevaba a todas partes.
Le dio muy duro cuando supo que me iba a casar. Duró tres días y tres noches tomando. Se casó la primera, luego la segunda, luego la cuarta, yo soy la tercera de todas las cinco. Quedaba yo y la hermana menor. A la menor le llevo seis años. Le dio muy duro que me hubiera casado. Él me entregó en el templo. Antes de salir para allí, ya vestía de novia, me arrodillé para que me diera su bendición, pero se quedó mudo, no pronunció una palabra, apenas hizo la señal de la cruz. Sus lágrimas rodaron por sus mejillas.
Yo cogí el vestido de cola larga y salí corriendo para donde el abuelo, el papá de mi mamá, Pedro Pacheco, me le arrodillé y le dije que también me echara su bendición y también lo vi llorar, me paré y salí corriendo para donde mi mamá y mi mamá fue muy verraca, porque en el momento que iba echando la bendición me iba diciendo: “Hija, que sea muy feliz, ojalá pueda conformar un hogar como yo he conformado el hogar con su papá”. Eso hace 19 años. Tengo una niña de quince años y un niño de ocho.
Me casé a las seis de la mañana. Más que fiesta, fue una reunión familiar. A las diez de la mañana salimos para Melgar (Tolima). Ellos se quedaron en la partida de la torta y la repartición de la lechona. Mi mamá me llamaba que mi papá seguía tomando. Regresé y me aparté de la casa. Mi papá tomaba de vez en cuando. Por eso, me sorprendió que hubiera tomado tres días y tres noches. Yo me fui de la casa a los 16 años.
La discriminación por el hecho de ser de la Unión Patriótica, era grande. Mi padre padeció esa discriminación en el municipio de Dolores. No podía conseguir uno puesto en el gobierno. Era vetado. Salí del pueblo a esa edad, o sea, a los 16 años y comencé a trabajar. Visitaba a mis padres y les traía vestuario a ambos, les daba para el mercado, medicamentos cuando se enfermaban. Ayudé a sacar adelante a mis hermanas. Yo fui la primera que salí de bachiller. Por eso, quizás le dio muy duro que yo me casara.
La enfermedad la comenzó a sentir mi papá, desde que secuestraron a mi mamá. Comenzó como a estar ido, pensar y pensar mucho, era frecuente encontrarlo ensimismado, meditabundo y solitario. Vinieron los dos atentados y su desplazamiento violento del pueblo. En Ibagué, le vino shock cerebral, perdiéndose todo un día. Al caer la tarde fue llegando sonámbulo a la casa, con los zapatos en la mano y los pies llenos de llagas de tanto caminar sin rumbo fijo. Alcanzó a decirle a mamá que se había ido, que se le había borrado el cerebro, que no sabía dónde estaba, cómo era y quién era su familia. Vivían en el barro Jordán III etapa, en la casa de los Mahecha.
Ahí comenzó el calvario para todos, pero muy especialmente para mi mamá. Fue su retroceso y la lucha de mi mamá. Lo poquito que teníamos lo vendió. Pero, el esfuerzo resultó infructuoso. Un neurólogo le dijo que no luchara más, porque él no volvería a ser el mismo. Las neuronas al quemarse, no se pueden recuperar, dijo.
Fue cuando mamá tomó la decisión de irse para Cajamarca y arrendar una finca, con la única esperanza de que el medio ayudara en su recuperación. Temerosa que el frío lo tullera, lo sacó para el perímetro urbano y allí, murió. Murió en casa que yo tenía arrendada. Murió en mis brazos.
Mi mamá le estaba dando de comer, cuando me gritó que se estaba poniendo pálido y se estaba desmayando. Yo estaba viendo las noticias de televisión, y salí corriendo y le dije a mi mamá: Mami, sería que se le atoró. Ella me contestó que no. Él empezó blanco a mirarme y a mirarme y a que le pasara mi mano. Mi mamá se la pasó y la estrujó duro. No dijo más nada, solo le escurría lágrimas. Saquémoslo de la silla de ruedas y coloquémoslo en la cama, dije. Empezó a írsele la respiración. Le dije a mi mamá que le diera respiración boca a boca. Ella lo hizo. Cuando vi que mi papá exhaló su último suspiro. Fue tanta mi angustia, que lo levanté sola, no sé cómo, gritando como una loca. Solo atinaba a decirle: Papá, papito, no me deje sola. Creía que con gritar él volvía nuevamente en sí. En menos de cinco segundos mi papá abrió los ojos, miró a mi mamá, me miró a mí, me cogió la mano, me la apretó y con la cabeza me hizo señas de que ya nada se podía hacer. Y murió en mis brazos, a las nueve de la noche. Sinceramente no me acuerdo la fecha exacta en que murió mi papá. Mi hijo tenía tres meses de nacido cuando él murió y el niño nació el 23 de junio de 1996. Mi papá creo que murió en noviembre de 1996.
Mi padre fue una persona humilde, honrada y trabajadora. Él comenzó comprando y vendiendo ganado para sacrificar. Después compró fama, dedicándose de lleno al expendio de carne.
A manera de anécdota recuerdo que en cierta oportunidad apareció envenenada una res y los carniceros más pudientes responsabilizaron a los menos pudientes, entre ellos a mi papá. Todos fueron a la cárcel. Mi papá no estaba. Llegó después de las ocho de la noche y se quedó en mi casa, mandando las bestias para el potrero. El juez dijo que no era prueba suficiente y también lo metió a la cárcel. Mi mamá se puso al frente, exigiendo la libertad de mi papá y los demás carniceros. El juez se negó. Entonces, mi mamá solicitó la ayuda del abogado Rafael Aguja Sanabria, quien viajó rápidamente y se puso al frente. Sacó a todos de la cárcel. Nos ayudó mucho el compañero Rafael Aguja Sanabria. Más o menos duraron dos días y el juez decía que tenían que estar presos varios meses. Mi mamá había dicho: Me dejo de llamar María Inés Pacheco Montilla de García, si no saco de la cárcel a estos carniceros. El abogado Aguja Sanabria le solicitó al juez pruebas y como no tenía no tuvo más remedio que ponerlos en libertad. El envenenamiento nunca se esclareció. Al parecer, por envidia del dueño la había envenenado.
Algunas de las amigas más allegadas de mi mamá fueron: María de Novoa y su esposo; Mariela, esposa de Guillermo, un zapatero; estas personas les colaboraban para que ella hiciera política. Ellas tomaban los quehaceres de la casa y mi mamá a redactar los discursos o revisar el borrador del acta anterior, estudiar lo que ella tenía que decir y organizar los documentos que tenía que presentar en el concejo o en cualquier otra oficina, o preparar el debate.
Lo que más admiro de mi mamá es su valentía y verraquera para luchar por los demás, por los humildes. Es una mujer echada para adelante. Ella fue para nosotros a la final, padre y madre a la vez. Su principal defecto: El pensar que nosotras teníamos que ser exactamente igual a ella. Aunque yo le decía que eso era imposible, ella insistía con vehemencia. Era una mujer sin agüero, no le daba miedo de nada. Ellos se reunían de noche, cuando la UNO, tenían que reunirse clandestinamente alumbrados por una vela o a oscuras muchas veces.
Recuerdo que no había libertad para reunirse como lo podían hacer los conservadores y los liberales. Colocaban un punto de encuentro, a altas horas de la noche. De allí, salían para otro sitio a hacer sus reuniones. Ella era la lideresa, la Policarpa Salavarrieta de nuestro tiempo, que levantaba la bandera y orientaba el camino a seguir en Dolores. Recuerdo los compañeros que visitaron el municipio: Armando Echeverri, José Antequera, Bernardo Jaramillo Osa, entre otros.
Las manifestaciones eran combativas y vistosas. Los niños de la Unión Patriótica eran unos setenta, aproximadamente. Con pañoleta roja y la banderita de la Unión Patriótica en las manos, formaban casi dos cuadras, en dos filas, con mucho entusiasmo y organización. La gente salía a escuchar a mi mamá, mucha gente sin tener en cuenta el color político. Ella estudiaba muy bien su discurso, pero nunca lo leía, siempre lo memorizaba.
Creo que no se conserva discursos de mi mamá, pero fotos sí. Conserva el periódico que publicó sobre la culebra que la salvó. Ese periódico es Voz Proletaria. Este periódico tocaba mantenerlo guardado, porque era prohibido mostrarlo abiertamente.
(Este reportaje con María Belén García Pacheco, fue realizado en Dolores (Tolima), el miércoles 27 de mayo de 2008)
Fin
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