viernes, 1 de mayo de 2020

Desafío de la clase obrera en el siglo XXI

Foto: PCC – Nariño @PacocolNario 
Por Nelson Lombana Silva

De una manera suigéneris la clase obrera conmemoró “el día del trabajo”, en homenaje a los mártires de Chicago, que fueron sacrificados por el capitalismo como escarmienta para  que en lo sucesivo no se volviera a presentar un solo reclamo al patrono, en este caso al sistema capitalista y a la clase dominante: La burguesía. No hubo grandes concentraciones y manifestaciones públicas. Sin embargo, desde las casas el obrero se expresó a su manera, utilizando las redes sociales.


Muchos nos quedamos añorando las grandes manifestaciones, llenas de colorido, combatividad y originalidad, en distintos países del mundo. Esos discursos vibrantes, llenos de contenido y de esperanza no aparecieron en esta oportunidad. Tampoco la imponente columna roja del Partido Comunista y su bandera con la estrella iluminadora. Todo fue diferente. El fantasma del coronavirus recorriendo el mundo con ímpetu destructor se impuso, ganando ampliamente la partida.

Sin embargo, este mortal virus no pudo matar la esperanza de la clase obrera, ni el sueño inmaculado de ser clase dominante. Las distintas y diversas manifestaciones expresadas en las redes sociales, así lo demuestran. En cambio, la pandemia ha permitido desnudar completamente el sistema capitalista. Lo ha dejado en “bola”, como se dice popularmente.

Un sistema económico anacrónico, descontinuado y envejecido, sin la menor capacidad de respuesta a las más elementales necesidades de la clase que lo sostiene y le da vida con su trabajo cotidiano: El obrero. La enfermedad de este régimen hace metástasis, su ocaso es inexorable. Su fase imperialista se descompone en sus agudas y crueles contradicciones, cada vez más profundas y sucesivas. Si se pudiera establecer un parangón crítico entre la forma como este sistema económico y el sistema socialista, han venido manejando la infernal pandemia del Covid - 19, se podría ver más claramente, la realidad concreta del capitalismo y, desde luego, del socialismo. Ya no cabría ese vago concepto entre el pueblo analfabeta que dice que uno y otro, son la misma cosa. Sería como comparar la noche con el día o la muerte con la vida… 

Mientras en Estados Unidos, su presidente Donald Trump, centra su preocupación en el sistema económico. Es decir, en cómo proteger el modelo económico e incluso, cómo sacar partida de la pandemia para sus intereses de clase, los países socialistas y democráticos, centran su preocupación en la defensa del pueblo, los obreros y las obreras. Es decir, la vida humana. Los que miraban a este país como el “paraíso terrenal”, “el sueño dorado americano”, seguramente se habrán dado cuenta que todo era fruto de una costosa publicidad, porque la realidad es totalmente diferente. Esa apariencia ha caído estrepitosamente ante la faz del mundo.

Estamos ante un gigante que tambalea peligrosamente. Y, digo peligroso, por las consecuencias que aún puede generar en contra de la humanidad en ese estado terminal del capitalismo. Recordemos – por ejemplo – que el imperialismo norteamericano ha hecho del planeta un verdadero polvorín que por simple error de cálculo podría borrar todo rastro de vida en el planeta en cinco minutos, dijo en su momento Gabriel García Márquez.

Interpretar la realidad

Hay una nueva realidad mundial, continental, nacional y regional, que hay que interpretar correctamente para poderla transformar también correctamente. El análisis concreto del momento concreto, nos permitirá actuar con certeza, claridad y precisión. La izquierda, en esas condiciones, debe plantearse la “nueva” estrategia para la toma del poder. Hay una nueva dinámica, una realidad concreta que hay que asimilar creativa y dialécticamente.

Muchos hoy – por ejemplo – sostienen que la clase obrera no existe o está en vía de extinción, la contratación a término indefinido es historia, la fuerza del sindicalismo conciliador se fortalece y la corrupción en las alturas del poder se generaliza. La era virtual se impone. El régimen sigue utilizando múltiples artilugios para sostenerse, principalmente la violencia, el terrorismo de Estado. Robustece los aparatos ideológicos, concretamente los medios de comunicación, las religiones y el mismo pensum académico. También las guerras convencionales hacen parte de la historia, hoy se impone la denominada guerra de cuarta generación. Hace furor la judicialización con entera libertad. Así destituyen presidentes y son mandados a la cárcel, pero también hace carrera el desprestigio. Se calcula que hay empresas de renombre mundial encargadas exclusivamente en hacer montajes para desprestigiar a determinado dirigente.

Está demostrado – por ejemplo – que el sistema electoral colombiano está diseñado para que la derecha gane siempre las elecciones. Todo el mundo sabe eso, empezando por las autoridades. ¿Quién no sabe que Álvaro Uribe Vélez es el narcotraficante número 82, según la CIA? ¿Y qué pasa? Nada. Se sabe que casi todos los presidentes de la república han sido elegidos con dineros del narcotráfico y distintos procederes irregulares. ¿Y qué ha pasado? Nada.

Hay que estudiar estrategias que posibiliten una nueva realidad, porque lo cierto es que la izquierda avanza en Colombia, pero a un precio muy alto. ¿Cómo es posible que las Farc – Ep haya cumplido su palabra cabalmente, mientras el Estado no? Van casi 200 ex combatientes asesinados, crímenes en la completa impunidad y ya prácticamente, en el olvido. Todavía siguen presos decenas y decenas de ex guerrilleros farianos, como el comandante Simón Trinidad en Estados Unidos. Y no pasa nada.

Hay una realidad distinta que puede caracterizarse como el recrudecimiento criminal del régimen en su ocaso. Un régimen potencialmente muy peligroso todavía, para la preservación de la paz internacional y la libre auto determinación de los pueblos. La clase obrera, muchas veces despolitizada, tiene un desafío muy grande. Se trata de mirarse críticamente hacia adentro y hacia afuera para avanzar. No hay otra alternativa posible. Es un desafío oceánico y emocionante que los comunistas tenemos que leer con calma, profundidad y decisión. Solo así sería posible definir orientaciones precisas y concretas en el siglo XXI.

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