Una escultura del arriero y su mula rinde homenaje al caficultor anzoateguense. |
Un campesino del municipio de Anzoátegui (Tolima), expresó de la manera más sencilla y espontánea su desagrado de la candidatura presidencial de Álvaro Uribe Vélez en cuerpo de Iván Duque. “Jamás votaré por el mozo de Uribe”, dijo.
Dentro del diálogo informal con su contertulio, éste le preguntó por qué esa afirmación tan ofensiva y el labriego le contestó: “Ambos mantienen para todas partes y Uribe le dice lo que tiene que decir, hasta en fotos salen juntos. Eso dice mucho”.
Todo transcurrió durante la discusión empírica, con soberana carcajada ante suigéneris ocurrencia del campesino anzoateguiense. En medio de la neblina política, el hombre del agro intuye lo perjudicial que sería para Colombia una remota administración de Iván Duque o Germán Vargas Lleras.
Duque es violencia y pobreza
Si el pueblo colombiano tuviera la oportunidad de leer y entender las propuestas de la ficha del narcoparamilitar número 82, Álvaro Uribe Vélez y el criminal ideario que le ha trazado el padre del paramilitarismo en Colombia a su pupilo, caería usted desilusionado e indignado, pero sucede que la población no tiene acceso a ese programa y solo debe contentarse con la supuesta cara positiva.
Duque encarna la violencia y la pobreza para el pueblo y, tranquilidad y
opulencia para la gran oligarquía liberal – conservadora. No hay que
ser muy experimentado en las lides políticas para no entender esta cruda
realidad.
Él representa la clase rica, la clase opulenta.
Incluso, el sector más degenerado y atrasado de la oligarquía. ¿Por qué?
Porque su mentor para ingresar a este club tan selecto, tuvo que
apoyarse en el paramilitarismo y en el narcotráfico. Es por eso que un
sector de esa clase oligarca se siente incómodo con el señor Álvaro
Uribe Vélez, pues huele a coca, marihuana y heroína.
En vez de
anunciar que va a acabar con las EPS y las ARL, como lo ha dicho sin
rodeos Gustavo Petro, propone mejorarlas. Es decir, darles más gabelas
para que sus propietarios llenen más sus alforjas. Al fin y al cabo la
mujer de Uribe, doña Lina, es propietaria de una de ellas.
También
propone mejorar el suculento negocio privado de los fondos de pensiones
y descargar más sacrificio sobre los hombros del pueblo; simplificar el
sistema tributario con la dinámica de que los grandes tributen menos y
el pueblo más; facturación electrónica; racionalizar el gasto público,
lo que equivale a decir: Menos dinero para salud, educación, bienestar
social, etc; ajuste a la regla fiscal, es una forma de evadir la ley y
sus compromisos con las promesas hechas. “Yo me comprometí a hacer
puente, pero no hay dinero”; habrá aumento del mercado de capitales.
Espacio para que las multinacionales y transnacionales hagan su agoto.
En
síntesis, las propuestas de Iván Duque son fortalecer el descompuesto
sistema capitalista, en detrimento del pueblo, y evitar que su “amante”,
según el campesino anzoateguiense, sea llevado a las Cortes a
responder por sus crímenes horripilantes en el marco de la mal llamada:
“Seguridad Democrática”.
Así las cosas, el desconocido señorito
que Uribe presenta como un “Prohombre”, en modo alguno es la esperanza
para todos, es esperanza solamente para el reducido club de magnates que
se nutre a diario de la “sangre” del pueblo colombiano.
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