Mientras la izquierda le hace una propuesta concreta al país enmarcado en la paz, el cambio, la reconciliación y la justicia social, la contraparte, insiste en los mismos viejos métodos, inspirados estos en la violencia, el miedo, la represión, la corrupción y la mentira.
Se coloca en evidencia la contradicción entre la decencia y la indecencia, entre la verdad y la falsedad, que refleja de alguna manera la realidad histórica entre la clase caduca que perece y la clase promisoria que va naciendo poco a poco con todas sus emocionantes contradicciones.
Eso se ve reflejado en la campaña electoral que se viene desarrollando en Colombia para elegir Parlamento y Presidente de la República. Son dos campañas totalmente diferentes en su metodología y en su alcance.
Mientras la lista de la decencia, de la izquierda en términos generales, expone con alegría y entusiasmo ideas, iniciativas, consulta las bases y les brinda el espacio dialéctico para la discusión, el análisis y la proposición, en la derecha se intensifica el miedo, la mentira, la corruptela y la cizaña para dividir y así seguir gobernando los mismos con las mismas.
El Centro Democrático, el Partido de la U, Cambio Radical y otros, se han ido a la extrema derecha haciendo toda clase de apología a la violencia y a la intolerancia. Los hechos bochornosos que obligaron al Partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), a suspender su campaña en el contexto nacional, colocan en evidencia una vez más la falta de democracia y tolerancia en Colombia. Refleja, igualmente, la criminalidad de una clase dirigente caduca, dogmática y sectaria, que persiste en el poder sin el querer de la inmensa mayoría.
Álvaro Uribe Vélez, mientras se le cierra el círculo y le llega la hora de responder por sus crímenes horripilantes, desata odio en todas direcciones, realmente se porta como un esquizofrénico imposible de vivir sin las mieses del poder. Por eso, se hace fotografiar con toda su pandilla como para recordarle que él es el jefe único, el mandamás, el mesías, el imprescindible, el todopoderoso. Así actúan los enfermos mentales, no hay duda.
Claro, que Uribe Vélez no ha sido el único. Recordemos a Miguel Abadía Méndez y la masacre de las bananeras; el general Gustavo Rojas Pinilla y la masacre de estudiantes; Mariano Ospina Pérez y el Bogotazo; Julio Cesar Turbay Ayala y el tenebroso Estatuto de Seguridad; Guillermo León Valencia y el infame plan Laso; Virgilio Barco Vargas y el genocidio contra la Unión Patriótica, etc, etc.
Se puede concluir, entonces, que el problema no es de personas, es de sistema. Por lo tanto, se debe apuntar a eso, a destruir las relaciones capitalistas y a su vez, a construir las relaciones socialistas. Un elemento claro es la violencia, elemento que lo usa la clase dominante. La contrapropuesta es la paz con justicia social, propuesta decente y esperanzadora que debe apoyar y defender el pueblo colombiano, por cuanto es él el que sufre a diario los rigores de la violencia y la injusticia social.
Así es que a pesar de la incomunicación mediática de la campaña de la izquierda, ésta se abre camino y a pasos agigantados en todo el territorio nacional. Va por buen camino con su concurso. No podemos aflojar. Por el contrario. Hay que meterle el acelerador en estos cortos días que quedan aún de campaña. Además, ir alertando a la comunidad sobre posible fraude como ha sido la constante en Colombia. Ojo pelado para defender las urnas en un plan que debe concretarse desde ahora y no esperar para el último día. Pilas: Todos y todas.
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