La misión de los medios masivos de comunicación es clara y concluyente: El bien común. Eso implica de entrada la defensa de la sociedad en su conjunto, no escenario para dirimir intereses personales, individualistas y particulares.
Su misión de informar, formar, recrear, denunciar y anunciar, coloca naturalmente un código que se debe respetar y cumplir cabalmente, tanto por propietarios como por trabajadores de la comunicación (periodistas).
Algún periodista afirmaba que el periodista debería vivir en cabina de cristal para poder cumplir su noble misión sin presión de ninguna naturaleza, porque el periodista es el heraldo de la vida, la paz con justicia social, la verdad y el desarrollo comunitario. Su mensaje debe ser edificante, constructor de la sociedad con todas sus contradicciones dialécticas que le son inherentes a ésta.
No puede ser neutral, porque el periodista ante todo es un ser humano y como tal tiene unos intereses como cualquier ser humano, sobre todo intereses colectivos, filantrópicos y humanos.
No puede agredir a los demás usando el medio de comunicación, tampoco tergiversar la versión para inclinar la información a favor de intereses mezquinos y grupistas. El interés colectivo debe prevalecer sobre el interés personal. En eso no puede haber vacilación de ninguna naturaleza.
Pero, como el capitalismo todo los destruye, todo lo corrompe y lo mercantiliza, en el caso particular del periodismo infortunadamente no ha sido la excepción. Hoy, los medios masivos de comunicación son máquinas puestas al servicio de la clase dominante. Esa clase dominante moribunda que acude a la mentira, a la corrupción y a la brutal explotación del hombre por el hombre, con el único propósito de continuar ilegal e ilegítimamente en el poder.
La noticia es una mercancía como cualquier mercancía que se vende y se compra al mejor postor y casi siempre el mejor postor es el adinerado, el oligarca. Por estos días me decía un periodista: “Dígale a Aída Avella que cuánto paga por una entrevista en mi programa”.
Como dijera Gabriel García Márquez: “Me puse verde de encabronamiento”. Solo atiné a contestarle: “La izquierda no está en ese plano. Se equivocó de bus estimado colega. Hable con los candidatos de la derecha, especialmente los financiados por el narcotráfico y el paramilitarismo”.
El capitalismo todo lo convierte en mercancía. Por eso aparece a diario en la televisión, en la prensa hablada y escrita los candidatos de la derecha, tienen el dinero suficiente para comprar los publirreportajes, los cuales son presentados como si fueran realmente reportajes.
Un ejemplo nacional, es la campaña mediática contra la hermana república bolivariana de Venezuela. Todos los días es el mismo sonsonete contra esta hermana república que soberanamente está construyendo su destino con aciertos y desaciertos. ¿Quién paga esa publicidad negra presentada falsamente en forma de noticia, todos los días, desde la mañana hasta el último noticiero nacional? Alguien tiene que pagar por eso y son bicocas, seguramente son millonadas escandalosas.
Recordemos la infame campaña mediática contra Gustavo Petro cuando fue alcalde de Bogotá. Qué no dijeron de esta criatura. Casi lo hacen echar a la cárcel porque se atrevió a quitarle el negocio de la basura a los hijos del narcoparamilitar número 82, Álvaro Uribe Vélez, para entregarlo al pueblo.
Cuán campaña mediática contra la guerrilla. Moría un guerrillero y era una fiesta y moría un militar en combate y era un escándalo de padre y señor mío, cuando el guerrillero y el militar tenían o tienen dos características comunes: Ambos eran o son seres humanos y ambos pertenecían o pertenecen a la misma clase social.
Ese odio visceral que un sector de la comunidad siente hacia el Partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), no es suyo, ha sido impuesto a la fuerza bruta y en ese triste papel ha jugado papel protagónico estos medios masivos de comunicación. ¿Quién ha pagado o paga, para que estos medios desarrollen esta infeliz práctica? Los gamonales, los terratenientes, el sector bancario, los grupos Santo Domingo, Carlos Ardila Lule, los cacaos de Medellín, la mafia, etc.
Lo mismo sucede en Ibagué contra el mandatario municipal, médico Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez. Es la misma matriz. Bueno resulta decir con honrosas excepciones. Se manipula la información, dando la impresión que la tarea es desinformar.
Algunos medios hacen rato han dejado a un lado la noble misión del periodismo crítico, analítico y propositivo, periodismo que estimule la vida, la paz con justicia social, los derechos humanos, el medio ambiente, la unidad del pueblo alrededor de grandes iniciativas.
Podría decirse que son verdaderos directorios políticos de la peor calaña para estimular todo lo contrario. Es decir, la mentira, la muerte, la intriga, la desunión, la violencia, la zozobra, la incertidumbre y la politiquería ramplona. La incomunicación es la constante en estos medios. ¿Esa política informativa ayuda al desarrollo de la ciudad musical de Colombia? Ayuda a la putrefacta y vieja clase dirigente que se empecina en continuar en el poder al precio que sea.
Hay que democratizar la prensa. Necesitamos una prensa libre, bien remunerada, bien alimentada, con techo, salud y educación, pero también con el compromiso serio con la verdad, la paz, el interés colectivo. No es una prensa aduladora lo que estamos proponiendo, estamos proponiendo una prensa responsable, bien informada y bien formada intelectual y éticamente.
Recordemos que el periodista no inventa cosas, ni hechos, el periodista simplemente registra, cuenta con objetividad, con veracidad hechos y acontecimientos comprobados y que afectan el interés común. Luchemos por la dignificación del mejor oficio del mundo como consideraba el periodismo, Gabriel García Márquez, empezando por rescatar la independencia y no colocarnos más a favor de intereses oscuros y personalistas del régimen capitalista.
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