sábado, 24 de febrero de 2018

¡La historia dirá la última palabra!

Por Nelson Lombana Silva

Reportaje con el ex comandante fariano Jaime Guaraca

Convencidos de la importancia de los planteamientos históricos y políticos del ex comandante de las Farc – Ep, Jaime Guaraca en los actuales momentos de grandes definiciones, ofrecemos a nuestros lectores el reportaje completo concedido en la Habana (Cuba), el pasado 15 de octubre de 2017.


Durante cuatro horas, el ex comandante fariano haciendo alarde de una memoria realmente prodigiosa nos relató parte de su vida, parte de su lucha y parte de su aporte en la construcción de un país al alcance de todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza.

Este reportaje se convierte en una verdadera página de la auténtica historia colombiana, historia que ha permanecido oculta e ignorada por obra y gracia de la rancia oligarquía colombiana con el aval de los Estados Unidos.

Se publicará en tres entregas. La primera parte incluye un prólogo a manera de presentación. Se publicará oficialmente en la página web: www.pacocol.org los días 25, 26 y 27 de febrero de 2018.

1 Prólogo

La historia colombiana hasta ahora se ha venido escribiendo al revés. Patas arriba. Y de lo que se trata es de escribirla tal como ha sucedido. Es la única manera de interpretar correctamente el presente y proyectar el futuro. Mientras esto no suceda, el pueblo continuará divagando en la niebla densa del analfabetismo político, adulando a los verdugos y subvalorando su potencial transformador.

Producto de ese historicismo fatuo contado desde la clase dominante la masa transita en el piélago de la incertidumbre, padeciendo el látigo de la explotación del hombre por el hombre, la injusticia social y la desunión, teniendo como consecuencia la dura pobreza, la violencia y el desprecio por parte de la clase dominante, la clase burguesa.

En esa dura disputa, enmarcada en la lucha de clases, las fuerzas militares y paramilitares son el ejército de la burguesía liberal – conservadora, mientras que la guerrilla, en este caso las Farc – Ep, resultaba ser el ejército del pueblo, del proletariado, como diría Carlos Marx.

El ex comandante fariano Jaime Guaraca Durán, durante años segundo al mando de esta guerrilla, después del inolvidable comandante Manuel Marulanda Vélez, presenta en este reportaje una parte importante de su vida y obra revolucionaria de una manera honesta, franca y directa, en el afán de contribuir a clarificar la historia de este país sudamericano, país tan incomunicado y tan engañado por la rancia y violenta oligarquía liberal – conservadora.

Siempre se ha dicho – por ejemplo – que la guerrilla es la causante de la violencia que azota al país, lo dicen los medios de comunicación y los historiadores de la gran burguesía. El comandante Guaraca a través de relato directo, sin figuras literarias ampulosas o hipérboles oceánicas, demuestra claramente que el verdadero responsable de la violencia ha sido el sistema capitalista, la clase dominante. Luego, la guerrilla, en este caso las Farc – Ep, no era la causa, era la consecuencia de un régimen antidemocrático, violento e inhumano que se ha sostenido en las alturas del poder en forma ilegal e ilegítima, usando ante todo los aparatos ideológicos y represivos de la manera más criminal y ruin.

En el caso de Jaime Guaraca, un humilde campesino del sur del Tolima, fue lanzado a las aguas fétidas de la violencia por el estado colombiano. Fue obligado siendo apenas un niño que no cumplía aún los trece años. Así las cosas, la lucha guerrillera en Colombia no es una causa como mentirosamente lo viene afirmando la clase dominante utilizando ante todo los medios masivos de comunicación, las religiones, el pénsul académico y la represión, realmente la lucha guerrillera es una consecuencia de ese estado antidemocrático y corrupto que ha cerrado violentamente las posibilidades de la clase dominada, en este caso, el pueblo.

De una manera sencilla, el camarada Jaime Guaraca Duran, relata su odisea durante largas y azarosas décadas, de igual manera, dibuja con precisión el proyecto político – militar de las Farc – Ep, movimiento guerrillero que en el 2016 decidió decirle adiós a la lucha armada en acuerdo concebido en la Habana (Cuba) y firmado en el teatro Colón de Bogotá, el 24 de noviembre de 2016, entre el secretariado de esta guerrilla representado por Timoleón Jiménez y el Estado representado por el presidente Juan Manuel Santos Calderón.

Jaime Guaraca: Veterano guerrillero marquetalíano

El verdadero nombre del comandante fariano es Tarsicio Guaraca Durán, nacido el 5 de abril de 1938, en la finca San Isidro, vereda La Estrella, municipio de Planadas (Tolima).

Estudió hasta segundo de primaria, el tercero no lo pudo hacer porque la violencia se lo impidió a raíz del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala, crimen ejecutado por la CIA en el marco del plan Pantomima con pleno conocimiento de la burguesía liberal – conservadora. Al otro día del execrable crimen, Darío Echandía departía copa de vino en la casa presidencial con Marino Ospina Pérez. Seguramente festejaban el crimen entre risas y carcajadas burlonas, probando así lo dicho por Carlos Marx de que “el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza”.

Cinco de sus hermanos fueron asesinados por el estado y el paraestado. No cumplía los doce años cuando se encontró tres campesinos brutalmente torturados y asesinados por la policía de Ataco y los paramilitares con el liderazgo del curita de esta municipalidad.

Desde niño tuvo que dejar la vivienda para refugiarse en el monte de noche al lado de sus padres y hermanos para preservar la vida. El presidente Mariano Ospina Pérez había dado la orden a los conservadores que se armaran para acabar a sangre y fuego a los liberales y por supuesto, a los comunistas.

Se trataba de borrar violentamente el pensamiento gaitanista. En ese cruel propósito el liberalismo contribuyó sin remordimiento, recibiendo a cambio miserables puestos burocráticos. Proceder que no ha finalizado porque estos dos partidos se siguen repartiendo el poder, prácticamente entre familias: Primero, fue presidente Alfonso López Pumarejo, después fue su hijo Alfonso López Miquelsen; primero, fue presidente Misael Pastrana Borrero, después fue presidente su hijo Andrés Pastrana Arango; primero, fue presidente Eduardo Santos, después su familiar, Juan Manuel Santos Calderón…

Jaime Guaraca Duran para salvar su vida comenzó como el caracol con su casa a cuesta, yendo de un sitio para otro, aprovechando la montaña espesa, la solidaridad de los campesinos de la vasta región en idénticas condiciones, teniendo que empuñar las armas sin cumplir aún los catorce años. Recorriendo la arisca y quebrada montaña en condiciones infrahumanas al lado de cientos y cientos de familias, el camarada Guaraca pudo conservar su vida para contar esta historia tan dramática y conmovedora, que nos debe llevar a asumir una posición de clase, porque de nada sirve saber pero seguir apoyando la oligarquía, es como el que ara y ara pero nunca siembra, diría Platón. Hay que transformar la realidad del país; no es correcto asumir una simple postura contemplativa o religiosa.

Este emocionante y dramático relato que nos ofrece el comandante guerrillero nos brinda la gran oportunidad de conocer la realidad del país, la cual ha permanecido oculta y mimetizada por intelectualoides del régimen capitalista.

Abrir las posibilidades a la reinterpretación de la historia desde el pueblo será elemento valioso para comprender el momento y proyectar el futuro. Ir comprendiendo poco a poco la necesidad de hacer una revolución socialista, con tres características importantes como lo planteaba el camarada Gilberto Vieira White, ex secretario general del Partido Comunista Colombiano: Anticapitalista, antilatifundista y antiimperialista.

Las condiciones objetivas están dadas para iniciar en serio este proceso en Colombia, se hace indispensable la maduración de las condiciones subjetivas y desde luego, la unidad del pueblo. La izquierda debe persistir en esta titánica iniciativa dando ejemplo de unidad y cerrando filas ante la arremetida virulenta de la clase dominante por seguir anclada en las alturas del poder.

El pueblo debe reaccionar ante tanta injusticia, tanta mentira y tanta explotación del hombre por el hombre como lo señala el comandante cubano Fidel Castro Ruz. Tiene el deber moral y político de liberarse sobre la base de despojarse del consumismo y de la sumisión, asumiendo una postura inhiesta y consecuente con su clase social.

Revolución significa ante todo cambio, bienestar colectivo, romper las cadenas de la opresión y asumir una postura hidalga y humana capaz de sentir el dolor ajeno como propio. Revolución es alegría, esperanza, libertad y amor impoluto.

El sueño de estar frente a este gladiador de la paz y la justicia social era algo que concebíamos como una utopía. Sabíamos de él por la revista Resistencia, órgano informativo de las Farc – Ep, que de vez en cuando leíamos, el semanario Voz Proletaria y desde luego, las ignominias que publicaban los medios masivos de la oligarquía y el imperialismo norteamericano.

El sueño se hizo realidad el 15 de octubre de 2017, gracias a mi hermano Gustavo que nos financió una estadía en la Habana (Cuba) para tratamiento médico contra la diabetes. De igual manera, Imelda Daza Cotes, la Asociación de los trabajadores de los medios de comunicación (Asoprensa), Carlos Alfonso Polo Galindes, Doris Ramírez, Luis Carlos Moreno, Luis Carlos Delgado Peñón, Rodrigo López Oviedo, Santiago Cabrera, Reiniciar, Evelio Villarreal Herrán, Aureliano Liberato, Jorge Enrique Pinzón Quintero, Carlos Rojas, Venus Quiroga Carrillo, entre otros.

Estando en la clínica Cira García, un buen día el enfermero Miguel Cruz, llegó con la noticia: “Camarada, tiene visita”. Una pareja sonriente ingresó al cuarto. “¿Usted me conoce?”, me dijo. Lo miré de pies a cabeza contestando negativamente. “Venimos de parte del periodista Dick Emanuelson. ¿Sabe quién es?” “Claro”, le dije invitándolos a sentarse. “Nos recomendó que viniéramos a saludarlo, yo lo leo casi todos los días en www.pacocol.org por eso decidimos venir a saludarlo”.

La conversación fue amplia, productiva y amena. Juancho y Teresa, hicieron énfasis en los desafíos que implica el proceso de implementación de los acuerdos de la Habana entre las Farc – Ep y el gobierno nacional. Expusimos la preocupación del proceso por el incumplimiento que caracteriza a la rancia oligarquía colombiana en cabeza de Juan Manuel Santos Calderón. “Esta oligarquía es más falsa que una moneda de cuero”, dijimos.

Entre los temas tratados estuvo el nombre del comandante Jaime Guaraca Durán. “¿Qué hay de él?, le dije. “¿Todavía vive?”, agregué. “Jaime está vivito y coleando, ¿Quiere saludarlo?”, me contestó Juancho sonriendo. “¿Todavía está lúcido?”, le dije poniéndome en pie. “Claro, tiene sus achaques de salud, pero mentalmente está súper lúcido”.

Me dejó un número para que lo llamara el 11 de octubre. Lo hice. Y concretamos la visita para el 14. Hablé con el doctor Leonides Leonel Peña Pérez para tramitar el permiso. “Usted puede salir a cualquier hora, esta clínica no es una prisión, camarada”, me dijo sonriendo. Incluso, me ayudó con 60 pesos cubanos.

En compañía de Juancho y un compañero más, generosamente me recogieron en la clínica y fuimos a la modesta vivienda del camarada Jaime. Estaba en la pequeña salita sentado en un taburete. Nos saludó. Nos presentamos y comenzamos a hablar de diversos temas relacionados con Colombia y con el proceso de paz. “¿Me permite una entrevista?”, le dije. Se negó categóricamente. “Los periodistas no dicen lo que uno dice, escriben lo que a ellos se les ocurre escribir o decir”, me dijo. 

No insistí por el momento. Cambié de tema. Le comenté algo del camarada Raúl Rojas González, dirigente regional del Partido Comunista en el Tolima. Sus ojos brillaron de alegría al saber que el camarada Raúl estaba con vida. “Alguien me dijo que se había muerto”, me dijo acomodándose en su incómodo asiento.

“Veo que lo recuerda con especial deferencia”, le dije asombrado. “Quisiera tener a Raúl en frente para darle un fuerte abrazo, es un camarada muy trabajador y firme políticamente. Durante mi cautiverio en Chaparral (Tolima) fue muy especial conmigo, lo mismo que toda su familia”, dijo.

Después de casi tres horas de conversación, mucha de ella me abstengo de comunicar por cuanto no fue concertado con él, al incorporarme para despedirme le dije un tanto coloquial: “Camarada, ¿Me va dejar regresar a Colombia con las manos vacías, sin una entrevista?”

Me miró y en voz baja me preguntó “¿Usted cuándo se regresa a Colombia?” “El 17 de octubre”. “¿A qué horas?” “A las cuatro de la tarde, pero hay que estar con dos horas de antelación en el aeropuerto José Martí”. “Véngase el 17 por la mañana y hacemos una corta entrevista” “Me resulta imposible – le dije – por la mañana estoy recibiendo las indicaciones médicas y organizando la maleta”. “Mañana 15, ¿No se puede, camarada?”

Pensó un instante. “Tengo un compromiso mañana domingo. Sin embargo, podría cancelarlo para atenderlo”, dijo en voz baja. Volvió a mirarme. “Mañana, pero bien temprano”, me dijo. Exultante, me despedí con la promesa de llegar puntual al otro día.

Salimos con el camarada Juancho. “Mañana vendrá usted solo”, me dijo. Tomé todas las medidas para no perderme. Al otro día, a las 9:00 de la mañana soleada estuvimos al frente del camarada Jaime nuevamente.

Le planteamos la dinámica del reportaje en tres momentos bien definidos: Una primera parte relacionado con su infancia, vida familiar; una segunda parte, la experiencia de la lucha política y militar como guerrillero y la tercera parte, una análisis sobre el momento de coyuntura relacionado con la decisión de las Farc – Ep de decirle adiós a las armas y el proceso de implementación de los acuerdos concretados en la Habana (Cuba) y firmados en el teatro Colón de Bogotá, el 24 de noviembre de 2016. Estuvo de acuerdo.

Fueron cerca de cuatro horas de intenso interrogatorio. El producto final lo presentamos a nuestros gentiles lectores con la esperanza de contribuir a conocer la verdadera historia de Colombia, con el fin de asumir una postura política transformadora, porque no se trata con saber solamente, se trata de ayudar a los cambios que tanto necesita esta martirizada patria por obra y gracia de la oligarquía liberal conservadora con el aval permanente de los Estados Unidos.

Bienvenidos.
El autor
El Reportaje

-          Muchísimas gracias comandante Jaime Guaraca por permitirnos entrevistarlo para conocer más en detalle su vida y su aporte al proceso revolucionario, además, conocer un poco su parecer sobre la histórica decisión de las Farc – Ep de continuar la lucha revolucionaria sin las armas. Inicialmente, ¿Cómo fue su infancia?

Mi infancia: Puedo decir que hasta los diez años fue muy buena; yo recuerdo que fue muy bonita a pesar de ser una familia muy humilde, pobre, pero muy trabajadora. Mi padre de joven pagó el servicio militar. Cuando el conflicto con el Perú, era reservista y lo recogieron y lo llevaron a Leticia. Vino de allá y se casó con mi madre. En esa época todavía había selvas vírgenes, que posteriormente se convirtieron en fincas. Él fundó la primera finca llamada Las Mercedes al pie donde se une el río Montalvo y la quebrada de las Cruces.

Abastecido con ella, subió a fundar la otra arriba al pie del pueblito. De la finca al pueblito son 20 minutos a pie. Esta la llamó San Isidro. Mi familia, fuimos en total ocho personas: Dos mujeres y seis varones. Nos criamos muy bien en una abundancia muy buena porque esa tierra produce de todo y en esa época recién descubierta se daba lo que se sembraba. Había abastecimiento de todo, de todo. No había comercio para algunas cosas, por ejemplo, como los cerdos, el ganado, no había comercio para la leche. Recuerdo que en esa época no se vendía un litro de leche, se regalaba. El que lo necesitara se le regalaba el litro de leche.

Y así, sucesivamente, mucha abundancia. Ahora, fue una etapa en la que yo considero fue muy pacífica. En la región todo el mundo trabajaba, era dedicado al trabajo, el trabajo honrado, no había robo, no había nada, no había delincuencia. La gente asistía a las fiestas y no se creaba problemas, así se emborrachara no había problemas. Era una región muy sana.

Y nosotros nos fuimos criando. Recuerdo cuando salíamos de las Mercedes con mi madre para San Isidro, nosotros pequeños al paso nuestro, estaba siempre bastante retirado, pero ella fue una mujer que se ganó mucho el cariño nuestro, porque era una mujer muy dulce, muy cariñosa, muy atenta, nos ayudaba en todo; a los que estaban estudiando les ayudaba en las matemáticas, en la escritura, en la ortografía, porque ella dominaba todo eso.

Así nos criamos nosotros hasta cuando tenía la edad de siete u ocho años, más o menos, ella murió y quedamos con mi papá. Pero los tres últimos hijos que éramos nosotros, era mi persona, Jesús Egidio y Joaquín, habían dos mayores y el otro estaba que ya podía resolver sus problemas por su cuenta.

Así duramos con él. Él me puso a la escuela de ocho años. Yo asistí a la escuela el primero y segundo año de primaria, ya el tercero no lo pude realizar, porque en eso se metió la violencia. Cuando tenía diez años y cuatro días de edad, mataron a Jorge Eliécer Gaitán.

Esa era una región toda liberal gaitanista, entre otras cosas. De modo que eso se sintió mucho. Así fue la vida nuestra de la niñez hasta ahí, hasta los diez años muy buena, muy buena.

-          ¿Cómo se llamaba sus padres? ¿Cuál es la fecha suya de nacimiento?

Mi mamá se llamaba Concepción Durán y mi papá se llamaba Eliodoro Guaraca. Tenía buena cantidad de familiares. Por ejemplo, mi madre ahí mismo en la Estrella, lo que era Juntas, por ahí estaba mi abuelita Viviana; entre otras cosas, ella nos contaba muchas cosas de la guerra de los mil días. Yo oía esas historias porque ella nos la contaba.

Mi padre también tenía familiares, por ejemplo en Sur de Ata, en San Luis (Huila), pero casi no se veían. El nombre mío es el que me dio mi madre y mi padre: Tarsicio Guaraca Durán; nací el 5 de abril de 1938, allá en la casa de la finca San Isidro de la vereda La Estrella.

-          ¿Recuerda algunos niños de su época?

Sí. Por ejemplo, cuando estudiaba en la escuela los hijos de don Zoilo Murcia: Gabriel Murcia, los hijos de don Francisco Cuéllar, que le decíamos Pachito Cuéllar, creo que él murió en Planadas (Tolima) y la familia la tenía allí, pero estuvo un tiempo viviendo en la Estrella, los hijos de don Arsenio Perdomo, recuerdo por ejemplo de una muchachita que era muy picarita que se llamaba Betina (debe estar viva todavía) y así sucesivamente varios, que compartían muy bien. Por ejemplo, doña Josefa, la esposa de Zoilo Murcia, que tenía una finca arriba que le decían Tierra Fría, cuando necesitaba mandar una de las muchachas a llevar alguna razón o traer alguna razón de allá, ella le decía a mi papá que me dejara ir a mí a acompañarla y yo me iba a acompañarla. Eran como tres horas de camino, pero iba y la acompañaba. La iba bien casi con todo el mundo, la iba bien.

-          ¿De niño era pelión o tímido?

Más bien como algo tímido. Pero pelión no, a mí no me gustaba discutir ni ponerle problemas a ninguno, con el ánimo de que tampoco me los pusieran a mí, y más entre vecinos yo siempre respeté mucho los vecinos.

Y había un problema muy bueno en esa época en esa región y era que uno, desde la casa misma, aprendía mucho el aspecto de la educación. Por ejemplo, en esa época, a una persona mayor, se le decía: Don. Si era una señora: Doña. Nunca se le decía el nombre solamente. Entre los niños se respetaba mucho. Había un respeto total. Si uno se encontraba por el camino a una persona mayor, se saludaba y se hacía a un lado para que pasara. Hoy no hay esa costumbre, se perdió. Así me crié yo en medio de esa situación. Así me crié.

-          ¿Cómo se sentía la religiosidad en la región?

La religión era un problema supremamente serio porque resulta que era una materia obligatoria en la escuela. O sea, una asignatura en la escuela que había que rendir, por ejemplo, en historia sagrada, el catecismo. Todo eso había que hacerlo y pasarlo como en los exámenes.

Y mi madre y mi padre, eran muy católicos, sobretodo mi madre sabía todo eso y ella lo enseñaba desde muy pequeñitos, a rezar, a persignarse, a hacer una cosa y otra.

En medio de esa situación nos levantamos nosotros, aprendiendo los nombres del sagrado corazón de Jesús, de no sé quién, de si se cuándo, pero de eso llegó un momento en que yo me fui separando, sobre todo por dos razones específicas. Le voy a narrar la primera, porque cabe aquí:

Cuando mi madre enferma, de acuerdo a lo que ella misma nos había enseñado que todas las cosas que uno necesitara había que pedírsela a Dios y que Dios se la resolvía. Entonces cuando ella enferma, que duró un año enferma en la cama, que no se podía levantar, se puso flaquita, flaquita, yo era uno de los que me salía de noche y detrás de la casa me arrodillaba y rezaba y le pedía a todos los santos (menos a Juan Manuel, claro), y le pedía que no me dejara morir a mi mamá y resulta que ella murió.

Ahí comenzó la desconfianza de que no había nadie que resolviera eso, que no había un ser sobrenatural que resolviera las cosas de la tierra. Y me fui apartando un poco. Después le cuento lo otro cuando estemos hablando de eso, la otra razón por la cual me retiré también de la religiosidad.

-          ¿Cómo era la forma de los padres castigar a sus hijos en esa época?

Cuando el padre decidía castigarlo a uno, era serio el asunto, porque él cogía la correa y le daba sus correazos, o se acostumbraba tener un perrero para arriar el ganado y cogía ese perrero y le daba a uno. Claro, primero enseñaba pero cuando el muchacho se ponía un poquito caprichoso, le daban sus correazos.

-          ¿Qué pilatunas recuerda usted de niño?

No, no recuerdo ninguna, porque no las hice.

-          De niño, ¿Qué era lo que más le impresionaba?

Bueno, una de las cosas que yo veía era en el estudio. Por ejemplo, yo decía: “¿Por qué unos tienen capacidad de llevar todo lo que necesitan en la escuela y otros no? En esa época había una pizarrita en las que uno escribía con un gis, le decían gis; escribía y se podía borrar y volver a escribir cualquier otra cosa. Eso era lo más práctico que teníamos nosotros. Pero, habían unos que llevaban unas pizarras buenísimas, muy bonitas, en cambio otros como nosotros era una pizarra chiquita en la que habían estudiado los primeros hermanos y ahí las teníamos todavía. Yo decía: ¿Por qué esa desigualdad tan terrible? Por qué todos no podemos tener el mismo tipo de pizarra, si estamos estudiando en la misma escuela, con el mismo maestro y los mismos temas. Pero bueno, esa son cosas de la sociedad y de la economía.

-          ¿Quién lo marcó más: Su papá o su mamá?

Casi mi madre, porque  ella era la que mantenía muy pendiente de nosotros, ella era la que nos inculcaba mucho los buenos modales, porque ella lo sabía, dominaba todo eso. Mi padre el trabajo. Fue un hombre muy trabajador y también nos inculcaba tanto el trabajo que decía: “Ustedes tienen que aprender algo en la vida, porque va a llegar un momento en que si el hombre no sabe nada, también es nada, el hombre tiene que saber y tener salud. Son dos cosas que debe tener siempre”.

Ahora algo más: Él decía a manera de chiste: “El pobre y el feo todo se le va en deseos”. Hay que aprender a trabajar en algo. En cuanto al trabajo nos inculcó mucho mi padre.

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