sábado, 3 de febrero de 2018

Raíces de la violencia en Colombia

Por Nelson Lombana Silva

Los violentólogos que se lucran de la guerra en Colombia y, hacen parte de la oligarquía, persisten en la idea que esta se mantenga en el tiempo y en el espacio al precio que sea. La incentivan de distintas maneras. Las raíces están en la crisis económica, social, política, ideológica y ambiental, producto de decisiones políticas que a diario toma esta clase dominante contra el pueblo en suntuosos clubes exclusivos.


La campaña electoral está cruzada por la guerra y la paz, la muerte y la vida. Mientras el pueblo sueña con paz con justicia social, cambios estructurales de beneficio común, los oligarcas de todos los pelambres se empecinan en la violencia y con qué cinismo involucran a sectores que poco y nada tienen que ver con esta cruda realidad.

Ojeando el libro: “No nacimos pa’semilla” de Alonso Salazar J. encontramos datos que horrorizan. Son las confesiones de jóvenes sicarios de Medellín que cuentan sin tapujo sus actividades, criaturas formadas y alimentadas por esta clase dominante sin remordimiento de ninguna naturaleza. Esa clase social que posa de culta, decente y humana en la televisión colombiana.

Un par de ejemplo nos puede llevar a comprender mejor la postura criminal de la oligarquía colombiana avalada por el imperialismo norteamericano.

¿Quién suerte de armas a estos niños sicarios? La policía. “Casi siempre se las compramos a la policía, ellos también nos surten la munición. Algunas veces hemos comprado granadas a través de un oficial retirado”.[i]

El estado también contribuye decididamente en la formación del sicario a través de los medios de comunicación, especialmente la televisión. “Con las películas también aprendemos mucho. Nosotros vemos cintas de pistoleros, Chuck Norris, Cobra Negra, Comando, Stallone, y miramos cómo coger las armas, cómo hacer coberturas, cómo retirarse. Todo eso lo comentamos nosotros cuando vemos las películas”[ii]. No es casual entonces las películas que a diario suministra la televisión colombiana. Cumple solapadamente su misión formativa de jóvenes sicarios.

Los vehículos son robados, especialmente las motos, las cuales son legalizadas en tránsito pagando una suma ínfima. “La mayoría (motos) son robadas y se les consiguen los papeles por veinte mil pesos en el tránsito”[iii].

La conexión de la mafia con el estado colombiano resulta evidente. Recordemos las numerosas denuncias que se hicieron durante la terrorista administración del narcoparamilitar Álvaro Uribe Vélez, caso del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Este aparato fue orientado por el paramilitarismo. Uribe niega, dice que no sabía, sin embargo, era el comandante supremo.

Las cifras estadísticas que presenta el Centro Nacional de Memoria, son espeluznantes. La terrible desaparición forzada en este país sudamericano, corresponde a los siguientes autores: Ejército Nacional, DAS, Policía, en un 42.1 por ciento; Paramilitares, en un 41.8 por ciento; otros grupos armados, en un 19.9 por ciento y la insurgencia en solo un 2.3 por ciento. Las cifras son alarmantes.

Cifras que el gobierno nacional minimiza. Guarda silencio cómplice y desvía el escándalo solo sobredimensionando el 2.3 por ciento que corresponde a la insurgencia.

Es decir, entre el estado y el paraestado 83.9 por ciento son los autores principales de la desaparición forzada en Colombia, según el Centro Nacional de Memoria.

Estas cifras no la transmiten los medios masivos de comunicación, solo transmiten el 2.3 por ciento que corresponde a la insurgencia y hacen gárgaras con ella, al extremo que el pueblo termina repitiendo la cifra convertida en su subconsciente en ciento por ciento. Vea cómo se manipula la información.

Un par de desadaptados ruedan un video montaje sobre la visita del candidato presidencial Timoleón Jiménez al departamento de Quindío y se multiplica, pero no dice nada del río humano que lo acompañó y de los planteamientos que formuló allí. ¿Quién está tras estos hechos? Blanco es gallina lo pone y frito se come. Adivine.

He ahí porqué hay que persistir en la lucha por la democratización de los medios de comunicación, la creación de medios alternativos y, asumir una postura consecuente con el momento histórico para impulsar la paz con justicia social y erradicar la violencia en todas sus formas y manifestaciones del suelo colombiano y de la humanidad en general. La paz es el camino. No más violencia en Colombia. 

[i] SALAZAR J, Alonso. No nacimos pa’semilla. La cultura de las bandas juveniles de Medellín. Página 18.

[ii] Ibíd. Página consultada 19.

[iii] Ibíd. Página consultada 19.

Video Candidato Uribe reunido con paramilitares 

 

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