domingo, 19 de noviembre de 2017

La vigencia de los principios leninistas de organización

Por Nelson Lombana Silva

Para un revolucionario convencido, honesto y unitario, los principios leninistas de organización no envejecen, por el contrario, se dinamizan en el momento histórico que estamos viviendo, en el que el enemigo de clase busca desesperadamente mil triquiñuelas y estrategias para seguir ilegalmente en el poder.


Recordemos – por ejemplo – que durante azarosas décadas el capitalismo asustó a la humanidad con la Unión Soviética y el Comunismo. Fue enseñado de la manera más burda, desnaturalizando la esencia y naturaleza del comunismo.

Que el individuo no tenía derecho a nada, porque todo era del estado; que el comunismo le quitaba a los padres de familia sus hijos; que el comunismo marcaba a las personas; que los comunistas mataban los curas y violaban a las monjas; que asesinaban a los niños que nacieran con algún defecto físico, etc, etc.

La emisora colombiana de los curas, Radio Sutatenza, tenía un programa diario llamado: “Oremos para que el comunismo no entre a América”. Por allí, se vertía toda la infamia contra el comandante Fidel Castro Ruz y el pueblo cubano que habían decidido ser libres y soberanos a 90 millas del imperialismo norteamericano.

Además, acusaba al comunismo de todos los males habidos y por haber. Crisis, epidemias, desastres, accidentes, culpa del comunismo.

Por supuesto, que tan siniestra campaña negra y mentirosa no ha pasado de moda. Por el contrario, se ha intensificado pero de una forma mucho más sofisticada, utilizando sobre todo, los medios masivos de comunicación.

Al desaparecer la Unión Soviética, los Estados Unidos inventaron el nuevo peligro supuestamente de la humanidad: El terrorismo internacional. De tal manera, que todo país que estuviera dispuesto a liberarse del yugo gringo era, o mejor, es considerado inmediatamente terrorista. Entonces, hoy son considerados terroristas los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, etc.

Colombia, como es país dependiente de los Estados Unidos, repite maquinalmente los libretos impuestos. Uribe repitió al pie de la letra el concepto gringo de terrorismo, al extremo que a los paramilitares los llamaba “muchachos” y a los guerrilleros “terroristas”.

Ahora que no hay guerrilla fariana – por ejemplo – ya ha venido este régimen inventando el nuevo enemigo a vencer: “El castrochavismo”. Entonces, toda persona o partido que piense en un país en paz con justicia social, en cambios estructurales, automáticamente es calificado de “Castrochavista”. Un concepto virtual, que nada dice, multiplicado por la fuerza mediática termina siendo “real” en la mente del pueblo indefenso y analfabeta político. Produce miedo. Sobre el miedo a cabalgado esta burguesía para tener al pueblo sumido en la sumisión, en la pobreza y en la división.

Una forma concreta para resistir semejante arremetida tan agresiva y violenta por parte del capitalismo, han sido, precisamente, los principios leninistas de organización. Estos principios han permitido el desarrollo del comunismo e incluso, iniciativas de izquierda que hoy por hoy se desarrollan en Colombia y en el planeta entero.

Cuál es el problema

Lo que está haciendo crisis es su interpretación y aplicación por parte de dirigentes (cuadros) que dicen ser comunistas y defender los intereses de los pueblos, pero que en realidad su desconocimiento de la concepción científica y revolucionaria que encarna el comunismo, resulta evidente, unas veces porque no sabe y en otras por la ausencia de ética revolucionaria. Esos lobos disfrazados de ovejas pululan por ahí, desacreditando estos principios y a nombre de la modernidad afirmando que han caído en desuso, han perdido su vigencia. Algún personaje de estos quilates en este milenio, afirmaba sin sonrojarse que “violar los estatutos del partido no era problema”.

Dicho en otras palabras: En vez de reconocer nuestras limitaciones, o intelectuales o éticas, nos vamos lanza en ristre contra la herramienta, en este caso, los principios leninistas de organización. A alguien también escuchamos decir: “Estos principios limitan el proceso unitario y el acercamiento de otros sectores a nuestra organización”. Otro más osado, indicó: “Eso fue importante en el pasado, ahora hay una nueva realidad”.

Estos principios son universales. O sea, no son aplicables solamente a los partidos políticos de izquierda, sino también a cualquier organización sindical, cultural, ambiental, ideológica, etc, que tenga proyección. Incluso, a nivel individual y personal cabría con éxito estos principios.

Es dado el caso también, que muchos los repiten maquinalmente a la perfección, lo recitan como un poema de Pablo Neruda, los enseñan con altivez, pero no lo practican, porque hacen exactamente lo contrario. Es como el que ara y ara, pero nunca siembra, diría Platón.

La izquierda colombiana – por ejemplo – que está tan fragmentada en la actualidad, los principios leninistas serían herramientas concretas para trabajar la unidad y la transformación de ésta en opción de poder.

Por qué las dificultades

Podría existir múltiples factores para desconocer, subvalorar o tildar de anacrónico los principios leninistas de organización. Diríamos por ejemplo, la concepción metafísica de la historia y del movimiento. Concebimos estos dos fenómenos mecánica e individualmente.

En ese estrecho margen nos contentamos con interpretar individualmente estos principios, por simple abstracción y descontextualizado del momento histórico. “Es que yo entiendo los principios leninistas así y punto”, se suele escuchar. En realidad entendemos la dialéctica como metafísica.

Ante esta cruda realidad, que por supuesto no se puede generalizar, se propone olímpicamente cambiar sin haber asimilado dialécticamente el conocimiento. Se ataca el marxismo sin conocerlo científicamente, por ejemplo. Se sugiere modificaciones supuestamente para hacerlo más atractivo, en el fondo con la utópica idea de estar bien con todo el mundo.

Lo mismo sucede con los principios leninistas de organización. Algunos los consideran pasados de moda, anacrónicos y demasiados dogmáticos.

A nuestro modo de ver, habrían dos elementos claros que explicarían este comportamiento: La ausencia de conocimiento teórico – práctico y la falta de ética revolucionaria. Claro, el marxismo – leninismo es teoría – práctica y ética revolucionaria. Es acción, creación, transformación, permanente. Y los principios leninistas nos permiten desarrollar científicamente estas actividades. ¿Por qué, entonces no mirarlos como una fortaleza en nuestra lucha por hundir el capitalismo y construir el socialismo?

Principios leninistas de organización

-          Unidad: El Che decía que la unidad es táctica y estrategia. Un puño solitario no hace mella, mil puños unidos constituyen una fuerza formidable. La pugna entre la clase dominante y dominada, se resuelve por obra y gracia de la unidad. Solos somos débiles, unidos fuertes. ¿Por qué entonces, no apostar a la unidad? ¿Por qué no entender la importancia de la unidad? ¿Por qué no trabajar arduamente por la unidad?

-          Centralismo Democrático: Desarrollar la discusión, la democracia y concretar la síntesis. Reconocer con argumento la fuerza de la mayoría, sin perder la individualidad, respetando los derechos de las minorías. Imponer la fuerza de la sensatez, de la razón. Esta se expresa a través del argumento. Se caracteriza por la participación y la capacidad de reconocer que el otro piensa y se puede llegar a un acuerdo colectivo. Implica decir y hacer, como diría José Martí, héroe cubano.

-          Crítica y autocrítica: Se trata de comenzar entendiendo que nada está dado de una vez y para siempre, todo está en constante movimiento, cambiando, por factores objetivos y subjetivos. En ese proceso permanente, en esa eterna contradicción, se pueden presentar errores que los demás los perciben e incluso, errores que cuando se está formado, se acepta con sinceridad, humildad y decisión. La principal función de la crítica y la autocrítica es cambiar. Pero sucede que el egoísmo, que es ignorancia, nos impide hacer críticas constructivas y autocríticas radicales. Le rendimos culto a la mediocridad y nos negamos al cambio, porque preferimos el facilismo. No nos exigimos. Mejor nos auto elogiamos, para que todo siga igual o peor. Yo te elogio, tú me elogias y ya…

-          Planificación: Qué hermoso principio, porque implica ordenar la vida individual y colectiva. Sistematizar las acciones, tener un control férreo de nuestras actividades diarias y cotidianas. Tener un norte. Saber de dónde vengo, qué hago y para dónde voy, sobre todo colectivamente. Cuando un cuadro no planifica hace todo y nada a la vez. El día no le alcanza. No puede estar todo el tiempo en una reunión. Es más: Está en la reunión pero no se puede concentrar porque está pensando en la otra reunión y así sucesivamente. Termina casi a la medianoche, cansado, pero sin un éxito claro y rotundo. “Hice tantas cosas que a la final no hice nada”, es como la conclusión final. Planear implica mirar distintas facetas, un orden, unos objetivos, unas metas, tener capacidad para delegar, saber tratar a la gente, reconocer los aciertos de los demás, corregir con amor, sobre todo con el ejemplo, etc.

-          Evaluar: La evaluación no es algo accesorio o por colocar en ridículo al individuo o comunidad que hizo la actividad. Se trata de dimensionar la obra, valorarla, determinar las dificultades, por qué estas y cómo resulta posible superarlas. Además, como aprovechar la actividad para el fin propuesto. Es decir, cómo aprovechamos esta para crecer, para desarrollarnos, individual y colectivamente. Esta es la esencia, fundamento y naturaleza de los principios leninistas de organización. Con los pies bien puestos sobre la tierra, sin arrogancia, petulancia y engreimiento o ausencia de conocimiento, ahora sí podría evaluar la vigencia e importancia de estos en la lucha que hoy libramos por una segunda y definitiva independencia en Colombia y en muchos países de los continentes. Ahora sí comprenderá, seguramente, que no es suficiente con recitarlos, hay que practicarlos dialécticamente.

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