Por Nelson Lombana Silva
La detención del ex alcalde de Ibagué, Luis H. Rodríguez, por el descalabro de los juegos nacionales, coloca a la orden del día nuevamente el tema de la corrupción. Poco a poco emerge la verdad en medio de la tormenta y el olor fétido que produce tan infeliz práctica tan propia del sistema capitalista.
La clase dirigente bipartidista sale salpicada como siempre demostrando que el problema no es propiamente de personas sino de sistema. Mientras exista el capitalismo existirá la corrupción y la explotación del hombre por el hombre.
Al ex alcalde ibaguereño le venía pasando lo que viene sucediendo con el narco paramilitar ex presidente, Álvaro Uribe Vélez, que todo su séquito venía siendo desenmascarado y puesto en la picota pública al parecer con justa razón, menos él, que se pavoneaba por toda la ciudad musical y el mismo departamento con entera libertad y extremo cinismo.
Pero, a todo marrano gordo le llega su nochebuena, dice el adagio popular. Al parecer le ha llegado la hora de responder por la sarta de torcidos que caracterizó su administración municipal. Su detención ha hecho explosión, saliendo a flote nombres que aparentaban transparencia y honestidad.
Sale a relucir, por ejemplo, el jefe del partido liberal en el Tolima, Mauricio Jaramillo Martínez, quien al parecer mordió cerca de 1.500 millones de pesos, el ex concejal Oscar Berbeo, el abogado Orlando Arciniega Lagos, entre otros.
Al decir de muchos, la lista es larga y solo caerán los corruptos terminales, los totalmente descompuestos que no tienen el aval de la maquinaria del estado. Esa maquinara invisible es la que sostiene artificialmente al gobernador Oscar Barreto Quiroga. ¿Hasta cuándo? Seguramente también le llegará la mala hora, como también habrá de llegarle al ex presidente narco paramilitar Uribe Vélez, mejor el narcotraficante número 82.
Los medios de comunicación asumen una postura ambigua. Los que comieron las migajas que les tiró esta espuria administración municipal, se sonrojan y hablan en voz baja, temiendo ser señalados, mientras que los que no comieron nada informan en forma descontextualizada. Es decir, como un caso aislado.
Temen decir que la corrupción no es problema de personas sino de sistema. Por lo tanto, más que mandar a la cárcel (Digo hotel cinco estrellas) a una, dos o tres personas, sin recuperar lo robado, lo que hay que plantearse de fondo es el cambio de sistema.
¿Qué nos ha mostrado la historia reciente con estos personajes siniestros? Que caen para arriba, como se suele decir popularmente. A Uribe se denunció su turbia hoja de vida y la respuesta fue llegar a la presidencia en dos períodos y ahora ser senador.
A Alberto Santofimio Botero, ex senador liberal, tuvo su mayor votación cuando estuvo inicialmente preso. También ha pasado que estos personajes se quedan con todo lo hurtado, salen de la prisión, demandan y el estado les tiene que triplicar lo robado.
El ex ministro Fernando Londoño, robó totalmente a Invercolsa, una gigantesca millonada. Sin embargo, hoy es senador uribista y anda como pedro por su casa, dando lecciones de honradez y moralidad.
¿Por qué sucede esto? Porque en Colombia no hay opinión pública, hay es una masa amorfa, alienada y atemorizada por este régimen oligárquico, que combina muy bien los aparatos ideológicos con los represivos.
Todos estos shows los monta el establecimiento en vísperas de elecciones para movilizar su clientela y seguir los mismos con las mismas. Entonces volverán a aparecer los Luis H. Rodríguez, los Oscar Berbeo, los Orlando Arciniega Lagos, los Mauricio Jaramillo Martínez, etc, etc, etc.
Así es que el desafío principal que tenemos como pueblo es cambiar el sistema, el régimen y construir un sistema con rostro humano y realmente con transparencia y honestidad. ¿De qué nos sirve que metan a estos pillos a sus suntuosos hoteles o casas fiscales, diez o veinte años? “Son alegrías de caballo capón”, diría mi madre.
Alguien dijo que cuando le comentaron al comandante Manuel Marulanda Vélez que se estaba conformando una mafia en Colombia, él contestó: “Tranquilo que la mafia termina destruyéndose entre ella misma”. Eso es lo que estamos viendo.
Por eso hay que mirar con proyección y no asumir una simple postura contemplativa. Hay que asumir una postura crítica, analítica y transformadora. La izquierda debe saber interpretar correctamente el momento y la mejor forma es forjando la unidad. No hay otro camino posible.
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