La postura guerrerista de los Estados
Unidos amenaza seriamente la paz internacional, coloca en entredicho la
existencia humana por la cantidad y calidad de armamentismo que hoy
existe en los arsenales del imperialismo estadounidense y demás imperios
que hoy se reparten el planeta tierra. Este es un verdadero polvorín
que por un simple error de cálculo en escasos minutos se podría borrar
fácilmente todo rastro de vida, sería un holocausto de vastas
proporciones por la irracionalidad del capitalismo altamente
transnacionalizado, fundamentado en el egoísmo.
La preocupación
se hace aún más latente si miramos la calaña de presidente que tiene
Estados Unidos. Este siniestro personaje, que parece el “pato Donald”,
coloca en peligro la convivencia internacional, el derecho internacional
y la civilidad que implica la libre autodeterminación de los pueblos.
Es un adinerado que poco tacto político tiene para manejar las
relaciones internacionales. Vuelve al pasado creyendo que el mundo debe
girar alrededor de este país imperialista. La unipolaridad. Eso explica
la estúpida idea de hacer un muro en Méjico para aislar su país de los
demás países latinoamericanos.
También la tétrica iniciativa de
pretender rendir el pueblo de la hermana república bolivariana de
Venezuela a punta de hambre, a través del bloqueo que se ve venir e
incluso, el latente peligro que implicaría una invasión militar directa.
Es un loco dando palos de ciego y encendiendo un cigarro sobre un
barril de dinamita.
Colombia sería la gran víctima
El Centro Democrático con su jefe máximo, Álvaro Uribe Vélez, anima la
guerra de Donald Trump contra la patria de Bolívar en forma criminal e
irresponsable; utiliza desmedidamente los medios de incomunicación (RCN,
CARACOL, El Tiempo, El Espectador, la revista Semana, etc.). Un hecho
de esta naturaleza resultaría catastrófico para el pueblo colombiano.
Decía las abuelas con qué sabiduría popular: “El que va a dar, va recibir”. Toda acción tiene su reacción. Una agresión militar contra Venezuela – por ejemplo – implicaría necesariamente una respuesta militar. El señor Uribe Vélez en un acto de traición a la patria, entregó la soberanía nacional permitiéndole a los Estados Unidos la instalación de siete bases militares, las cuales al parecer, tienen la capacidad para agredir desde Colombia a cualquier territorio del mundo. Así las cosas, Colombia podría ser atacada en respuesta legitima por parte de los países agredidos. Nuestro territorio estaría en inminente peligro, mientras el territorio norteamericano no.
Mejor dicho: En una agresión militar contra la hermana república bolivariana de Venezuela, la primera víctima sería Colombia. Así de sencillo. Ya somos víctimas, pues en el ambiente internacional, se considera a Colombia como el Caín de América. Eso de por sí, ya dice mucho. Gracias a la pusilanimidad y fiel obediencia de la oligarquía colombiana, en cabeza ahora de Juan Manuel Santos, el drama trágico de una confrontación de pueblo contra pueblo, se viene “cocinando” en los grandes centros de poder de Miami y Washington, por parte de los que nunca van al campo de batalla, pero en cambio sí estimula la confrontación, la guerra.
Ante un hecho tan grave e inminente no se puede suscribir la solidaridad con una simple declaración pública. Hay que ir más allá. Hay que organizar círculos bolivarianos de solidaridad con la patria de Bolívar y Chávez. Es más: Convocar una conferencia popular, sindical, democrática y política de todos los pueblos latinoamericanos para asumir posturas comunes ante esta arremetida desalmada del imperialismo norteamericano. Debemos actuar ahora, antes que sea demasiado tarde.
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