miércoles, 23 de agosto de 2017

Juventud, ideología dominante y padres de familia

Por Nelson Lombana Silva

Siempre asistimos puntuales a las reuniones  programadas por el colegio donde estudia mi hija. Escuchamos atentos las distintas disertaciones y opinamos cuando hay el espacio, que como siempre resulta bastante limitado, no porque los conductores de la reunión nieguen el uso de la palabra, sino por afán de cada padre de familia de salir rápido.


Una gran mayoría mantiene pendiente del reloj, otra de contestar mensajes en el celular y una gran mayoría tensionada por los resultados académicos de sus hijos o hijas. Los comentarios en voz baja, especie de cuchicheo, se hacen frecuentes durante la jornada.

Mientras el docente habla y habla sobre la dinámica de la institución a groso modo, tocando los más diversos temas administrativos, incluyendo naturalmente la problemática de los estudiantes, con su bajo rendimiento académico, la indisciplina, el poco compromiso del educando y los progenitores, los asistentes miran nerviosos el reloj o el celular. Quieren salir corriendo para llegar temprano a sus trabajos, los que tienen ese privilegio en Colombia, o quizás algún dolor infernal, un compromiso. Incluso, podría pensarse que algunos se muestran molestos por los comentarios de quien está hablando y prefiere escapar para eludir la realidad dolorosa. Es un decir: “Eso no es conmigo, eso no me importa”.

Todos cabizbajos

La constante, sin embargo, al término de la reunión, algunas de ellas, taller de padres de familia con la psicóloga, sale los asistentes cabizbajos, meditabundos y con marcada culpabilidad por el comportamiento de sus hijos. Se lee perfectamente en sus rostros circunspectos. Se despiden por entre los dientes. Algunos dicen en voz baja: “Se las voy a cobrar todas”, “Me tendrá que responder”. Algunos reconocen que han perdido su autoridad y exponen argumentos claros: “Ahora como no se les puede decir nada, porque automáticamente lo amenazan con la policía, la fiscalía”.

Se alejan en pequeños grupos en verdadera estampida, tomando a la vuelta cada cual su rumbo para llegar más rápido a su destino. Así tan rápido se deja esta preocupación porque surgen otras como llegar con puntualidad, buscar el pan nuestro de cada día, pagar el recibo de los costosísimos servicios públicos, etc.

Por su parte, los docentes siguen con su rutina, igual los estudiantes. A la final es la dinámica de una sociedad capitalista descompuesta por la crisis económica, la pérdida de valores, el analfabetismo político y la terrible confusión de las causas con las consecuencias. 

¿Quién tiene la verdad?

Todos creen tener la verdad absoluta. Y la verdad no resulta fácil refutar su argumentación, pues cada quien argumenta desde su realidad. Así mirada la situación podría decirse que estamos ante una torre de Babel. Cada quien habla su propio idioma y justifica su comportamiento, por cuanto el idioma resulta producto de la praxis cotidiana.

Durante la escuela de padres, la psicóloga deja todo en manos de Dios. “Papito Dios – dice – es el hacedor de todo porque es Dios”. ¿Quién se atreve a refutar esa afirmación teológica? Si usted se atreve a cuestionar y decir por ejemplo: “Bueno, si es Dios todopoderoso y bueno, ¿Por qué permite las malas acciones?” Es más: “¿Qué culpa tengo yo si ese Dios tan bueno nos hizo así y no perfecto como él?”

No hay respuesta, porque la teología no admite análisis y menos crítica, admite solo fe y la fe es la negación a todo razonamiento científico, dice Rius, famoso escritor mejicano.

Estos conceptos metafísicos se repiten maquinalmente sin el menor análisis crítico, conceptos que fueron impuestos a la fuerza bruta de la violencia para lo cual bastaría con leer Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del cura Fray Bartolomé de las Casas o el Huracán de Germán Castro Caicedo, o incluso, Las Venas Abiertas de América Latina de Eduardo Galeano.

Con esa argumentación de la psicóloga, el padre de familia termina convencido que el único culpable de la problemática de la juventud y su proceso de aprendizaje, es él. Se auto recrimina y piensa que su misión la está haciendo mal. Piensa entonces, que tiene que ser más agresivo con su hijo o hija, más restricciones, más prohibiciones, gritar más e incluso, castigar más. Lo Hace. Pero los resultados siguen siendo los mismos, porque en la próxima reunión de padres de familia el discurso de la psicóloga y los docentes es el mismo.

¿Por qué se da esto?

La verdad estamos buscando el muerto río a arriba. En una especie de círculo vicioso nos estamos auto flagelando: El maestro le echa la culpa al padre de familia, el padre de familia al estudiante y el estudiante al docente. En ninguno de ellos hay autocrítica. Todos se declaran víctimas y se califica al otro de victimario.

En medio de esa terrible confusión nos declaramos incapaces y consideramos que una supuesta fuerza sobrenatural nos puede resolver el problema. Así llevamos más de 21 siglos, esperando que esa poderosa fuerza actúe y ponga los puntos sobre las íes, pero en realidad tal fuerza sobrenatural no es más que creación humana. Dicho de otra manera: No es Dios el que me ha creado, soy yo el que lo he creado.

Quizás tal razonamiento lógico todavía suene demasiado duro, pero es la verdad, la cual hay que exponer sin ambages en el siglo XXI.

Eso nos lleva a razonar desde la ciencia, el conocimiento dialéctico que se va desarrollando a partir de la contradicción. Y a partir de asumir que nada es sobrenatural, en cambio todo es natural, todo tiene una explicación científica la cual se materializa en la praxis (práctica).

Mientras el idealismo se fundamenta en la fe, el materialismo se fundamenta en la materia, en la ciencia. ¿Y qué es el conocimiento científico? Conocimiento científico es aquel que se puede demostrar en la práctica.

Si miramos la problemática de la juventud estudiantil desde esta perspectiva, seguramente la metodología será totalmente diferente a la idealista, el diagnóstico y el planteamiento, igualmente será distinto, las posibles alternativas de solución. Posiblemente se llegará a la conclusión de que estudiantes, padres de familia, docentes, son víctimas del sistema económico que vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza, como lo expresó el filósofo Carlos Marx.

Para esa comprensión naturalmente hay que romper la ideología de la clase dominante. Marx, también sostenía: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época. Es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.

Surge el tema sin quererlo de las clases sociales. En el capitalismo hay dos bien definidas que resultaría imposible negar: La burguesía (Ricos) y el Proletariado (Pobres). Son clases antagónicas desde la perspectiva de sus intereses de clase. Hay una pugna a muerte entre ellas. Carlos Marx la definió como: Lucha de clases.

¿Cuál de estas clases domina en Colombia? Creemos que tampoco habrá mucha discusión para saber que domina la burguesía. Esta se ha apalancado en los aparatos ideológicos y represivos para sostenerse en el poder. Algunos afirman que este dominio será eterno. Así se escucha expresiones como estas: “Siempre habrá ricos y pobres”. Realmente eso no es cierto, primero porque la burguesía no ha existido siempre y segundo porque los cambios son inexorables. Todo está cambiando, porque todo está en movimiento y generalmente ese cambio se da de lo inferior a lo superior, con avances y retrocesos, diríase en espiral.

Pues bien, el comportamiento de la juventud estudiantil tiene relación con su entorno, o sea, para decirlo con más claridad: Es producto del medio altamente complejizado. Así que para comprender la actitud del joven, no hay que mirar para el cielo, hay que mirar para la tierra y determinar las relaciones, las cuales podrían ser: Relaciones económicas, relaciones sociales, relaciones ideológicas, relaciones culturales, relaciones políticas, relaciones ambientales, etc. 

Es decir, mirar su entorno concreto, en el momento preciso. Si hacemos esto sin dogmatismos o prejuicios, encontraríamos respuestas acertadas a los interrogantes angustiantes que a diario nos hacemos ante el comportamiento de los jóvenes estudiantes. Lo más importante: Sabríamos cómo actuar y cómo asumir tan duro pero emocionante reto.

Las palabras conmueven, los ejemplos arrastran

El ser humano es un ser social, lo cual indica que no está “diseñado” para vivir solo. Hay unas relaciones como ya dijimos que lo identifica y lo caracteriza. El ser humano es un animal sociable por naturaleza, dijo el filósofo Aristóteles.

La finalidad del ser humano es la felicidad. No estamos hechos para la melancolía y la frustración. Si eso es cierto, ¿Por qué millones de seres humanos viven sumergíos en la melancolía y en la frustración? ¿Por qué hay en el planeta tantos hambrientos, desarrapados y abandonados?

No vayamos tan lejos. Un estudio adelantado por la universidad nacional sobre la mortalidad por desnutrición crónica en Colombia, durante el período 2003 – 2012, basados en los mismos datos del establecimiento que da el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), indica que en promedio mueren diariamente en este país tan rico, 17 personas, en su mayoría menores de cinco años y mayores de 65.

Durante diez años murieron por este mismo concepto y patologías asociadas 63.634 personas. Es más: Tres de cada cinco niños menores de cinco años presentan graves complicaciones de salud por deficiencia de alimentos. Incluso, algunos vienen desnutridos desde el mismo vientre materno.

Y es de saber que la desnutrición afecta todo el organismo, incluyendo el sistema nervioso central y el sistema inmune por diarreas agudas, neumonía. Se indica también que en el mundo cerca de 800 millones de personas padecen de desnutrición y de ellos unos 90 millones son menores de edad. La Organización de Naciones Unidas (ONU), calcula que alrededor de 24 mil personas mueren diariamente en el planeta por este concepto. Atérrese usted que todavía tiene sensibilidad: Cada 4 segundos el sistema capitalista por medio del hambre una persona.

Según cálculos, se necesitaría aproximadamente 11 mil millones de dólares para acabar el flagelo del hambre en la tierra. Parece una suma asombrosa, pero realmente resulta ridícula si comparamos las cifras de dólares que dedica el capitalismo a la guerra. Es de aproximadamente 1.7 billones de dólares. ¿Qué indica esto? Que el problema se resolvería con una mínima parte del gasto militar, o sea, menos del 1 por ciento, si hubiera voluntad de los capitalistas.

La súper potencia militar Estados Unidos gasta 3 veces más que China y 7 veces más que Rusia. Su presupuesto militar para el 2015, fue de 596 mil millones de dólares; en el 2016, de 607 mil millones; en el 2017, 611 mil millones  y para el 2018, Donald Trump (El pato Donald) decidió aumentarlo en 9.7 por ciento.

¿Qué decir de la contaminación del ambiente, de los alimentos, del aire, del entorno, por obra y gracia de las grandes multinacionales y transnacionales? ¿Qué decir del arsenal nuclear que hace del planeta un polvorín que por simple error de cálculo se podría borrar todo rastro de vida en menos de cinco minutos? ¿Qué decir de la corrupción? ¿Qué decir de la explotación del hombre por el hombre?

Pues bien, ahí están las causas del comportamiento de los jóvenes estudiantes, eso explica claramente su comportamiento, su aptitud y actitud, pero también el comportamiento de los padres de familia y de los docentes. Como puede ver nada hay sobrenatural, todo es natural, de un sistema económico antihumano, salvaje y criminal, cuyo fundamento es el capital, dejando rezagado a un segundo plano lo más importante: El ser humano.

¿Qué estímulos ofrece el gobierno nacional a los estudiantes? ¿Qué posibilidades les brinda? Solo les ofrece como modus vivendi la guerra: Métase de policía, soldado, guerrillero o paramilitar e incluso, la prostitución. Así las cosas, el problema es concreto y urge de soluciones concretas, reales, no idealistas y metafísicas como falsa ilusión que una fuerza sobrenatural nos va a resolver el problema. El problema es sistémico, es humano, por lo tanto, la solución es cambiar de sistema y recuperar la capacidad de asombro, de lo contrario, estaríamos condenados a otros Cien Años de Soledad como diría Gabriel García Márquez.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario